Fernando Mires - EL OCTUBRE BÁVARO



Un mes especial en Baviera. Oktoberfest, la fiesta de Octubre, ha llegado a ser mítica. Durante su transcurso la mayoría bebe hasta no saber decir basta. Al masivo jolgorio local se suman legiones de turistas los que en un santiamén asumen las tradiciones de la zona y terminan tan borrachos como los bávaros. Entre gigantescos jarros de cerveza, la gente canta, ríe y, por cierto, contraen entre sí nuevas relaciones. Muchos noviazgos y largas amistades han sido forjados en octubre. Entre los políticos ocurren cosas parecidas. Nadie sabe cuantas maquinaciones e intrigas, alianzas y separaciones, tienen lugar en esos etílicos días. Mas si tiene en cuenta que el octubre de 2018 iba a unir a dos fiestas. La de siempre y la electoral. Las elecciones de octubre iban a ser -de acuerdo a los periodistas- decisivas para el futuro del gobierno Merkel e incluso para Europa. Todos los pronósticos lo decían.
Pocas veces los pronósticos se equivocan en Alemania. Por eso mismo las del 25-10 en Baviera fueron elecciones sin grandes sorpresas. No por eso menos importantes para el futuro político del país. Por de pronto, la relación simbiótica formada entre el estado bávaro y la CSU parece haber llegado a su fin. El partido hermano (en el sentido de Caín también) de la CDU federal, alcanzó un magro 37,3% y con ello perdió la mayoría absoluta.
Más significativo fue el derrumbe del que fuera en el pasado reciente el otro partido de un sistema casi bi- partidista. Los socialistas cayeron de cabeza al sótano. Su 9,5% es otro record histórico en su imparable descenso. Al parecer ya no se recuperarán nunca más. Corren, aunque a paso acelerado, la misma suerte de todos los socialistas democráticos europeos. La era industrial a la cual pertenecían ha terminado definitivamente y el otrora partido de los trabajadores no sabe que lugar ocupar en un espectro político más global que local.
Tendencia europea fue también la alta votación alcanzada por la extrema derecha, AfD. Su 10,7 %. fue menor en todo caso al porcentaje obtenido en las elecciones federales. Probablemente su estagnación encuentra explicación en el excelente resultado obtenido por los Freie Wähler (Electores Libres) interesante nuevo partido, derechista pero con cierta orientación centrista. Su excelente 11,6% proviene de tres fuentes: del desencanto con la  CSU, de haber sabido captar a los segmentos menos extremistas de AfD y del pobre resultado obtenido por los liberales, 5%. 
Sin embargo, el gran acontecimiento -si bien no sorpresa- fue el magnífico resultado obtenido por los Verdes: 17,8%. En gran medida el partido ambientalista recogió para sí gran parte de la votación socialista. Pues cada vez que los socialistas bajan los Verdes suben. Un fenómeno casi físico. Pero esta vez sucedió algo distinto. Los Verdes obtuvieron porcentajes extras provenientes del reflujo de casi todos los demás partidos.
Sin duda los Verdes han sido honorados por la ciudadanía bávara. Estamos frente a un partido que ha sabido captar los signos de los nuevos tiempos. Los Verdes de hoy ya no tienen mucho que ver con el ambientalismo ultra-radical del pasado, tampoco son los neo-sesentistas que amenazaban ser y, mucho menos son una “nueva izquierda”. Los Verdes de hoy ya no se dejan aprisionar en el esquema izquierda-derecha. Hacen oposición a Merkel pero en sentido constructivo, sin salvajadas histriónicas, sin lucha de clases, sin demagogia. La retórica de sus candidatos apunta al argumento, casi nunca a la invectiva. Si siguen esa ruta podrían ocupar a nivel nacional el lugar que ayer ocuparon los socialistas democráticos, pero bajo otras condiciones y  mediante nuevos usos y formas.
En síntesis: para los dos partidos históricos, CSU y SPD, los resultados fueron malos. Trágicos para la CSU, dramáticos para la SPD. Pero lo importante, el centro político, si hablamos en términos político-geométricos, no ha quedado solo a merced del extremismo de derecha. La pregunta es válida: ¿Ha tocado techo el crecimiento ininterrumpido de AfD? Muy temprano para responder en términos afirmativos. La AfD  vive de los miedos sociales y esos miedos están lejos de desaparecer en Alemania. Por otra parte existe una confluencia política entre Afd y los Electores Libres: ambos son antieuropeos y ambos se oponen a la política migratoria de Ángela Merkel.
El próximo gobierno bávaro será de coalición. La CSU deberá elegir entre Verdes y Electores Libres. Probablemente elegirá al segundo. Vienen del mismo redil y comparten la misma cultura provinciana y patriarcal de los conservadores bávaros. Si no son dos partidos hermanos, son primos. Tanto mejor para los Verdes. El espacio de la oposición, después de la debacle de los socialdemócratas, lo tendrá casi entero a su entera disponibilidad.
La próxima semana tendrán lugar elecciones en Hessen. Allí asomará una constelación diferente a Baviera. Conocidos los resultados de ambas sabremos con más seguridad hacia cual estación se dirige el tren político alemán.