Un mes especial en
Baviera. Oktoberfest, la fiesta de
Octubre, ha llegado a ser mítica. Durante su transcurso la mayoría bebe hasta
no saber decir basta. Al masivo jolgorio local se suman legiones de turistas
los que en un santiamén asumen las tradiciones de la zona y terminan tan
borrachos como los bávaros. Entre gigantescos jarros de cerveza, la gente
canta, ríe y, por cierto, contraen entre sí nuevas relaciones. Muchos
noviazgos y largas amistades han sido
forjados en octubre. Entre los políticos ocurren cosas parecidas. Nadie sabe
cuantas maquinaciones e intrigas, alianzas y separaciones, tienen lugar en esos
etílicos días. Mas si tiene en cuenta que el octubre de 2018 iba a unir a dos
fiestas. La de siempre y la electoral. Las elecciones de octubre iban a ser -de
acuerdo a los periodistas- decisivas para el futuro del gobierno Merkel e
incluso para Europa. Todos los pronósticos lo decían.
Pocas veces los pronósticos
se equivocan en Alemania. Por eso mismo las del 25-10 en Baviera fueron
elecciones sin grandes sorpresas. No por eso menos importantes para el futuro
político del país. Por de pronto, la relación simbiótica formada entre el
estado bávaro y la CSU parece haber llegado a su fin. El partido hermano (en el
sentido de Caín también) de la CDU federal, alcanzó un magro 37,3% y con ello
perdió la mayoría absoluta.
Más significativo fue el
derrumbe del que fuera en el pasado reciente el otro partido de un sistema casi
bi- partidista. Los socialistas cayeron de cabeza al sótano. Su 9,5% es otro record histórico en su
imparable descenso. Al parecer ya no se recuperarán nunca más. Corren, aunque a
paso acelerado, la misma suerte de todos los socialistas democráticos europeos.
La era industrial a la cual pertenecían ha terminado definitivamente y el
otrora partido de los trabajadores no sabe que lugar ocupar en un espectro
político más global que local.
Tendencia europea fue
también la alta votación alcanzada por la extrema derecha, AfD. Su 10,7 %. fue menor en todo caso al porcentaje obtenido
en las elecciones federales. Probablemente su estagnación encuentra explicación
en el excelente resultado obtenido por los Freie Wähler (Electores Libres)
interesante nuevo partido, derechista pero con cierta orientación centrista. Su
excelente 11,6% proviene de tres fuentes: del desencanto con la CSU, de haber sabido captar a los segmentos
menos extremistas de AfD y del pobre resultado obtenido por los liberales, 5%.
Sin embargo, el gran
acontecimiento -si bien no sorpresa- fue el magnífico resultado obtenido por
los Verdes: 17,8%. En gran medida el
partido ambientalista recogió para sí gran parte de la votación socialista.
Pues cada vez que los socialistas bajan los Verdes suben. Un fenómeno casi
físico. Pero esta vez sucedió algo distinto. Los Verdes obtuvieron porcentajes
extras provenientes del reflujo de casi todos los demás partidos.
Sin duda los Verdes han
sido honorados por la ciudadanía bávara. Estamos frente a un partido que ha
sabido captar los signos de los nuevos tiempos. Los Verdes de hoy ya no tienen
mucho que ver con el ambientalismo ultra-radical del pasado, tampoco son los
neo-sesentistas que amenazaban ser y, mucho menos son una “nueva izquierda”.
Los Verdes de hoy ya no se dejan aprisionar en el esquema izquierda-derecha.
Hacen oposición a Merkel pero en sentido constructivo, sin salvajadas histriónicas, sin lucha de clases, sin
demagogia. La retórica de sus candidatos apunta al argumento, casi nunca a la
invectiva. Si siguen esa ruta podrían ocupar a nivel nacional el lugar que ayer
ocuparon los socialistas democráticos, pero bajo otras condiciones y mediante nuevos usos y formas.
En síntesis: para los dos
partidos históricos, CSU y SPD, los resultados fueron malos. Trágicos para la
CSU, dramáticos para la SPD. Pero lo importante, el centro político, si
hablamos en términos político-geométricos, no ha quedado solo a merced del
extremismo de derecha. La pregunta es válida: ¿Ha tocado techo el crecimiento
ininterrumpido de AfD? Muy temprano para responder en términos afirmativos. La
AfD vive de los miedos sociales y esos
miedos están lejos de desaparecer en Alemania. Por otra parte existe una
confluencia política entre Afd y los Electores Libres: ambos son antieuropeos y
ambos se oponen a la política migratoria de Ángela Merkel.
El próximo gobierno bávaro
será de coalición. La CSU deberá elegir entre Verdes y Electores Libres.
Probablemente elegirá al segundo. Vienen del mismo redil y comparten la misma
cultura provinciana y patriarcal de los conservadores bávaros. Si no son dos partidos hermanos, son primos. Tanto mejor para los Verdes. El espacio de la oposición, después de la debacle
de los socialdemócratas, lo tendrá casi entero a su entera disponibilidad.
La próxima semana tendrán
lugar elecciones en Hessen. Allí asomará una constelación diferente a Baviera.
Conocidos los resultados de ambas sabremos con más seguridad hacia cual
estación se dirige el tren político alemán.