La política del mundo
post-moderno es medial. Siempre lo había sido, dirá más de alguien. Pero no. El
medialismo de nuestro tiempo no reside en el hecho normal de que el discurso
político transcurra por carriles mediáticos, sino en algo más grave: la determinación de lo político por lo
mediático. Eso significa que el periodismo actual no solo sigue a los
hechos sino, además, los construye. Así sucedió en los días que precedieron a
las elecciones del estado de Hesse. El periodismo político, para expresarlo de
un modo plástico, había creado un clima similar a la final de un mundial de
fútbol en la cual estaría en juego la vida política de Ángela Merkel.
Vanas eran las
advertencias de la canciller señalando que una elección local, aún tratándose
de un espacio tan politizado como el del estado de Hesse, obedece a lógicas muy
diferentes a las elecciones federales. Y así sucedió. Desde el momento en que
fueron anunciándose los primeros pronósticos las tendencias mostraban un
resultado nada dramático, uno que confirmaba las que se vienen dando en los dos
últimos años. Y estas son los siguientes: descenso grande de socialcristianos (28%) y
socialdemócratas (20%). Avance notable de la ultraderecha representada por AfD
(13,1%) Fuerte, muy fuerte arremetida del Partido Verde (cuando escribo estas
líneas con su 19,6% está cerca de constituirse en la segunda fuerza electoral
de Hesse) irregularidad de los liberales (FDP) quienes con su “máximo líder", el
gran oportunista Christian Lindner, esperaban obtener más de lo que obtuvieron
(7,4%) y estagnación de la izquierda extrema, Die Linke (6,6%)
Los medios, como viven del momento, insistirán con alevosía en que la baja votación de la CDU se debe a Merkel. Compararán la gran votación que obtuvo la CDU en 2013 con la magra que obtuvo el 2018. Lo que callarán es que en el 2013 !no existía la AfD! formación política que como un vampiro se alimenta de la sangre de lo que fue la extrema derecha de la CDU.
Naturalmente, y como los
periodistas viven de la dramaturgia, intentarán presentar el resultado de los
socialcristianos como apocalíptico. Para un observador racional, en cambio, dista de serlo. Con esto se quiere decir que hay dos modos de analizar un
resultado electoral. El tradicional, acentuando las votaciones obtenidas por
cada partido. El segundo, concentrando el análisis en los segmentos, vale decir,
en la relación que se da entre ambos extremos con el centro.
Ahora, de acuerdo a esa
segunda metodología, podemos concluir facilmente que en Hesse – y tal vez en
casi toda Alemania- existe un poderoso centro político en condiciones de
ofrecer fuerte resistencia al avance de la ultraderecha nacionalista. La
diferencia con el pasado inmediato solo reside en que ese centro ya no es
rojinegro sino negro,verde, rojo y ocasionalmente amarillo (el color de los
liberales).
En la formación del nuevo
colorido político, los Verdes han hecho, sin duda, el máximo aporte. Sin
abandonar algunos postulados sociales de la izquierda clásica, han emprendido
un vertiginoso avance hacia el centro político. A decir de los expertos son los
Verdes el partido que mejor ha logrado tomar el pulso a las transformaciones
sociales de la post-modernidad. Lejos de toda ideología sus candidatos tienden
a concentrarse en problemas reales, tal como se presentan en la superficie
política e intentan entenderlos dialogando con sus sujetos más representativos
sin ninguna patología, sin grandes proclamas, sin extravagantes resonancias.
Naturalmente Merkel habría
preferido que su partido hubiera obtenido una mejor votación. Pero sagaz y
práctica como es, sabe que una gran parte de lo que la CDU ha perdido ha ido a
parar a la cesta de la AfD y que, bajo ciertas condiciones, es preferible
trabajar con contingentes leales a tener que hacer concesiones a una fuerte
oposición interna. Probablemente Merkel intuye que el crecimiento de los Verdes a costa
de la SPD y, en parte, de la propia CDU, la favorece en lugar de perjudicarla.
Por lo menos no quedará atada de manos a las decisiones de la demagogia
socialdemócrata y, si se da el caso, como de hecho ha ocurrido y probablemente
ocurrirá de nuevo en Hesse, formará alianzas con los Verdes en otras regiones
del país.
Como militante
socialcristiana Merkel podrá sentirse algo triste. Pero como canciller deberá
darse por conforme. En el duro diálogo que está llevando a cabo con Trump,
Erdogan y Putin, sentirá detrás de sí -por ahora- el respaldo de esa
centralidad política que es a la vez la clave del desarrollo económico de su
país. A menos, claro está, que los medios, a fin de vender sus noticias,
comiencen a fabricar nuevos hechos, augurando, como lo han venido haciendo sin
cesar, su pronta caída. Para Merkel los medios han terminado por ser sus
peores enemigos.