Fernando Mires - ELECCIONES DE HESSE (28.10.2018) O EL APOCALIPSIS QUE NO FUE


 La política del mundo post-moderno es medial. Siempre lo había sido, dirá más de alguien. Pero no. El medialismo de nuestro tiempo no reside en el hecho normal de que el discurso político transcurra por carriles mediáticos, sino en algo más grave: la determinación de lo político por lo mediático. Eso significa que el periodismo actual no solo sigue a los hechos sino, además, los construye. Así sucedió en los días que precedieron a las elecciones del estado de Hesse. El periodismo político, para expresarlo de un modo plástico, había creado un clima similar a la final de un mundial de fútbol en la cual estaría en juego la vida política de Ángela Merkel.
 Vanas eran las advertencias de la canciller señalando que una elección local, aún tratándose de un espacio tan politizado como el del estado de Hesse, obedece a lógicas muy diferentes a las elecciones federales. Y así sucedió. Desde el momento en que fueron anunciándose los primeros pronósticos las tendencias mostraban un resultado nada dramático, uno que confirmaba las que se vienen dando en los dos últimos años. Y estas son los siguientes: descenso grande de socialcristianos (28%) y socialdemócratas (20%). Avance notable de la ultraderecha representada por AfD (13,1%) Fuerte, muy fuerte arremetida del Partido Verde (cuando escribo estas líneas con su 19,6% está cerca de constituirse en la segunda fuerza electoral de Hesse) irregularidad de los liberales (FDP) quienes con su “máximo líder", el gran oportunista Christian Lindner, esperaban obtener más de lo que obtuvieron (7,4%) y estagnación de la izquierda extrema, Die Linke (6,6%)
 Los medios, como viven del momento, insistirán con alevosía en que la baja votación de la CDU se debe a Merkel. Compararán la gran votación que obtuvo la CDU en 2013 con la magra que obtuvo el 2018. Lo que callarán es que en el 2013 !no existía la AfD! formación política que como un vampiro se alimenta de la sangre de lo que fue la  extrema derecha de la CDU.
 Naturalmente, y como los periodistas viven de la dramaturgia, intentarán presentar el resultado de los socialcristianos como apocalíptico. Para un observador racional, en cambio, dista de serlo. Con esto se quiere decir que hay dos modos de analizar un resultado electoral. El tradicional, acentuando las votaciones obtenidas por cada partido. El segundo, concentrando el análisis en los segmentos, vale decir, en la relación que se da entre ambos extremos con el centro.
 Ahora, de acuerdo a esa segunda metodología, podemos concluir facilmente que en Hesse – y tal vez en casi toda Alemania- existe un poderoso centro político en condiciones de ofrecer fuerte resistencia al avance de la ultraderecha nacionalista. La diferencia con el pasado inmediato solo reside en que ese centro ya no es rojinegro sino negro,verde, rojo y ocasionalmente amarillo (el color de los liberales).
 En la formación del nuevo colorido político, los Verdes han hecho, sin duda, el máximo aporte. Sin abandonar algunos postulados sociales de la izquierda clásica, han emprendido un vertiginoso avance hacia el centro político. A decir de los expertos son los Verdes el partido que mejor ha logrado tomar el pulso a las transformaciones sociales de la post-modernidad. Lejos de toda ideología sus candidatos tienden a concentrarse en problemas reales, tal como se presentan en la superficie política e intentan entenderlos dialogando con sus sujetos más representativos sin ninguna patología, sin grandes proclamas, sin extravagantes resonancias.
 Naturalmente Merkel habría preferido que su partido hubiera obtenido una mejor votación. Pero sagaz y práctica como es, sabe que una gran parte de lo que la CDU ha perdido ha ido a parar a la cesta de la AfD y que, bajo ciertas condiciones, es preferible trabajar con contingentes leales a tener que hacer concesiones a una fuerte oposición interna. Probablemente Merkel intuye que el crecimiento de los Verdes a costa de la SPD y, en parte, de la propia CDU, la favorece en lugar de perjudicarla. Por lo menos no quedará atada de manos a las decisiones de la demagogia socialdemócrata y, si se da el caso, como de hecho ha ocurrido y probablemente ocurrirá de nuevo en Hesse, formará alianzas con los Verdes en otras regiones del país.
 Como militante socialcristiana Merkel podrá sentirse algo triste. Pero como canciller deberá darse por conforme. En el duro diálogo que está llevando a cabo con Trump, Erdogan y Putin, sentirá detrás de sí -por ahora- el respaldo de esa centralidad política que es a la vez la clave del desarrollo económico de su país. A menos, claro está, que los medios, a fin de vender sus noticias, comiencen a fabricar nuevos hechos, augurando, como lo han venido haciendo sin cesar, su pronta caída. Para Merkel los medios han terminado por ser sus peores enemigos.