El
Apóstol de la independencia de Cuba José Martí escribió en abril de 1884 “La
Futura esclavitud”, un ensayo crítico de la obra homónima del filosofo Herbert
Spencer, donde hacía la crítica más temprana conocida del “socialismo de
estado”.
Allí
escribió: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del
Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, ira ser
esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que
tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al
hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo.
…El
funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora. Lamentable
será, y general, la servidumbre…
…construye
Spencer el edificio venidero, de veras tenebroso, y semejante al de los
peruanos antes de la conquista y al de la Galia cuando la decadencia de Roma,
en cuyas épocas todo lo recibía el ciudadano del Estado, en compensación del
trabajo que para el Estado hacía el ciudadano.”
Por
su parte, Marx y Engels, los padres del concepto formación económico-social
(FES), en varios escritos abordaron el Modo de Producción Asiático o de
esclavitud generalizada, que identificaron en Egipto y otras regiones de Asia y
África, con características parecidas a las señaladas por Martí en su Futura
Esclavitud, que el estalinismo no contempló en sus manuales de
“marxismo-leninismo” por la similitud con el estatal-socialismo.
Aquella
“Futura esclavitud”, que con pelos y señales describió y criticó Martí, se pudo
apreciar por primera vez en Rusia con el estalinismo y luego se extendió a
China y Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Era una especie de
capitalismo de estado por la forma de explotación asalariada estatal, pero por
el sistema de servidumbre, dependencia, sumisión y falta de libertades se
trataba de una forma de esclavitud generalizada.
Por
haberse convertido en una realidad económica y social esa “Futura Esclavitud”
bien pudiera considerarse una FES formación económico-social integral con una
base económica y una superestructura correspondiente propias. Por surgir y
desarrollarse en el siglo XX, cabría llamarle la “Moderna esclavitud”.
La
base de esta FES esclavista moderna, está compuesta por un modo de producción
con fuerzas productivas propias del capitalismo del siglo XX (técnicas,
instrumentos) y relaciones de producción caracterizadas por el trabajo
asalariado para el estado todo poseedor, sueldos mal pagados, muy bajos, que no
alcanza para satisfacer las necesidades fundamentales del trabajador y su
familia.
No
es el típico trabajo asalariado del capitalismo que por lo general paga la
reproducción de la fuerza de trabajo y brinda otras posibilidades al
asalariado, como buscarse otro empleo, defenderse en un sindicato, emprender un
pequeño negocio, meterse en una cooperativa, etc. En este sistema, el único
empleador ha sido el estado por muchos años y solo limitadamente se han permitido
otras formas de trabajo no estatales-asalariadas, al punto de que está
prohibido en Cuba su ejercicio por la mayoría de los profesionales.
Como
a los esclavos antiguos a estos asalariados mal pagados se les garantiza un
mínimo de alimentos, una asistencia médica cada vez más precaria para que
puedan trabajar y un oficio o profesión para poderlos explotar el estado.
La
superestructura se caracteriza por el control absoluto del estado y su
burocracia, sin libertades ni derechos, como en la vieja esclavitud y está
compuesta por la seguridad del estado, la policía, los tribunales, los abogados
de la defensa que responden al sistema que los designa, junto a las
organizaciones políticas, los sindicatos y gobiernos locales y estructuras del
Poder Popular que nada deciden. Todos los recursos están concentrados en manos
del poder central.
No
podría imaginar el Apóstol que menos de un siglo después de su escrito en el
Siglo XIX, la esclavitud estatal que él identificó como un peligro de las ideas
socialistas de entonces se impondría en su patria, en nombre del socialismo y
de sus propias ideas, por medio de la violencia castrista.
En
Cuba persiste esa “deformación” económico-social. Los trabajadores cubanos, los
nuevos esclavos del estado no tienen libertades para decidir nada importante en
sus vidas. La población, los matrimonios y la procreación están limitados por
las condiciones materiales, los bajos salarios, la falta de vivienda, los
suicidios y la emigración. Cuba supera este desastre o muere como nación.
Aunque
hay “elecciones” indirectas, solo los “revolucionarios” pueden participar
efectivamente en la vida política, controlada por el partido dizque comunista a
todos los niveles, tampoco hay libertad para expresarse, reunirse, elegir ni
hacer otra actividad económica.
Por
ser Cuba una Isla, miles que intentaron irse al Palenque, perdieron la vida en
el mar o en las selvas de otros países.
Los
modernos esclavos que se reviran van a la cárcel por miles, son golpeados,
perseguidos y varios miles han muerto enfrentando este sistema desde que se
implantó en el 59. Cayeron peleando, fueron fusilados sin juicios con garantías
procesales, murieron en las cárceles o fueron asesinados mientras iban a
hospitales o recibían atención médica.
En
Cuba, ese modelo estatalista arropado de socialismo y vendido al mundo como la
panacea de la modernidad, alcanzó los mayores niveles de concentración de poder
económico y político jamás imaginados, para satisfacer los caprichos del
caudillo quien, falto de ideología, eclécticamente echó mano del “marxismo
leninismo” y a cuanta idea sirviera a su estrategia hegemónica.
En
su voluntarismo, pretendió expandir su revolución violenta a medio mundo, se
alió a la URSS, implantó cohetes atómicos apuntando al gran vecino, antes siempre
aliado; pero no siguió los pasos reformistas de la Perestroika y la Glasnost,
aunque sí se acercó al “enemigo” imperialista buscando sus dineros y realizó
algunas modificaciones superficiales que no cambian el sistema.
Desaparecido
el cabecilla, quieren garantizar la continuidad el modelo esclavista con la
nueva constitución que mantiene la centralización de la propiedad, explotada en
forma estatal asalariada como eje de la economía, reconoce la propiedad privada
y asociada, pero con multitud de limitaciones y subordinadas a los monopolios
estatales del mercado interno y externo.
El
partido comunista, “único, martiano, fidelista y marxista-leninista” —vaya
disparate— seguiría como fuerza supranacional y todo poderosa, sin reconocer el
multipartidismo, la división de poderes ni las libertades fundamentales de
expresión, asociación, elección y actividad económica.
En
suma, un “perfeccionamiento actualizado” de la moderna esclavitud que Martí
tempranamente explicó hace ya más de un siglo.