Bélgica 2 - Inglaterra 0. Goles de Meunier a los 3 del
primer y de Hazard a los 81 del segundo tiempo. Bélgica se clasificó en el
tercer lugar. Así, escuetamente, figurarán las estadísticas. Y en
pocos meses a nadie interesará ese resultado. Por eso no muchos ven los
partidos por el tercer lugar. A los únicos que verdaderamente incumbe es a los
jugadores y aficionados de los respectivos países. Sin embargo, para quien escribe estas líneas,
el tercer puesto sí tiene cierta significación.
La primera es que en ese encuentro suele jugarse buen
fútbol. Por de pronto, los jugadores no están presionados como si se tratara de
una final y juegan de modo más libre mostrando lo que saben y tienen -con la
secreta esperanza de que los veedores se interesen para llevarlos a un club con
más millones-. Y efectivamente, el partido fue bien jugado. Hubo por ahí, a los 79,
creo, un avance belga de antología. Debió haber terminado en gol. Si así
hubiera sido, el homo futbolísticus habría alcanzado la perfección. No sucedió:
la perfección no fue hecha para nosotros, los humanos.
La segunda razón significante es más bien personal. Tiene
que ver con mis recuerdos: cuando Chile, país que ni siquiera había ganado un
sudamericano, obtuvo el tercer lugar en el campeonato mundial del 62. Todavía
recuerdo a Escuti, Eyzaguirrre, don (Raúl Sánchez), el “chita” Cruz, Navarro
(capitán) Eladio, Jorge Toro, Ramírez,
Honorino, el Tito (Fouilloux), Leonel Sánchez. Recuerdo también que Eladio Rojas le metió
un gol desde más atrás de la media cancha al ruso Yashin, el “hombre araña”. Lo
volvió a repetir contra la Yugoslavia del gran Sekularak y gracias a esos dos
goles de Eladio, salimos terceros. Nunca más en su vida Eladio volvería a hacer
un gol así. El 62 hizo dos seguidos.
Ese, el del 62 en Chile, fue el mundial que iba a ser de
Pelé o de Di Stéfano. A Pelé lo lesionaron y a España la eliminaron en la
primera ronda con Di Stéfano y todo, y el mundial fue para Garrincha quien hizo
lo que quiso, como quiso y cuando quiso, entre otras cosas meterle dos goles a
Chile. Pero Chile salió tercero, como los belgas hace unos minutos. Para los no-belgas,
pura estadística. Para los no-chilenos, lo del 62 también lo es. Quien sabe si
después de más de medio siglo alguien recordará los goles de ese fenómeno
llamado Hazard como yo en este momento recuerdo los de Eladio Rojas (QEPD).
Pero basta de sentimentalismos.
Lo que quería decir es que el tercer lugar es un puesto
más importante de lo que se piensa. Por de pronto, dejará a todos los belgas
preguntándose por qué no fueron primeros o por lo menos, por qué no llegaron a
la final. Eso quiere decir: los deja con las ganas de volver a intentarlo
alguna vez. No sucederá así con el primero. Quien obtenga el primer lugar habrá
alcanzado la gloria, pero al mismo tiempo estará obligado a vivir de ahí en
adelante con el miedo a perder ese lugar alcanzado. O sea, los belgas soñarán
con el futuro. El campeón, en cambio no soñará con el futuro porque simplemente
lo alcanzó. Esa es la tragedia de los dioses. La mitología griega lo confirma
en cada detalle.