En los albores de la Colonia, luego de establecer una relativa paz con los aguerridos Mapuche, acorralados tras la frontera del Biobío, las clases privilegiadas, compuestas por funcionarios de la corona y criollos emprendedores, eligieron asentarse en la ribera sur del modesto río Mapocho –nuestro precario y turbio Manzanares-, en los solares cercanos a la Plaza de Armas, según la tradición hispana fundacional. En la ribera norte vivía el bajo pueblo, con sus chinganas y comercios, con su abundante mano de obra servicial.
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