08.05.2018
Esta tarde vi llover
Intérprete: Armando Manzanero. Autor:
Armando Manzanero
Esta tarde vi llover/ vi gente correr/ y
no estabas tú/ La otra noche vi brillar/ un lucero azul/ y no estabas tú/ La
otra tarde vi que un ave enamorada/ daba besos a su amor, ilusionada/ y no
estabas tú/ El otoño vi llegar/ al mar oí cantar/ y no estabas tú/ Yo no sé
cuanto me quieres/ si me engañas/ o me extrañas/ sólo sé que vi llover/ vi
gente correr/ y no estabas tú
Nos encontramos con un canto de amor a la
ausencia.
La ausencia: uno de los temas más
recurrentes de los boleros, afirmación que no deja de tener cierta implicación
metafísica. Porque convengamos que la ausencia, al ser ausencia, no debería
existir. La ausencia sólo puede existir si se hace presente, pero ¿cómo puede
hacerse presente la ausencia si al ser ausencia no existe? La respuesta lógica,
creo yo, es: la ausencia sólo se hace presente en su ausencia pues la ausencia
es un vacío de presencia. Luego, para que haya un vacío de presencia, la
ausencia tiene que aparecer a través de algo presente. La ausencia sólo puede
ser transportada a la realidad a partir de la presencia de algo que no está
ausente. Por ejemplo, cuando un equipo de fútbol juega mal, habiendo faltado el
astro del equipo, los periodistas dicen que ese astro “brilló por su ausencia”.
Lo mismo ocurre a Armando Manzanero: su amada brilla por su ausencia bajo la
lluvia, entre la gente que corre, en el ave enamorada, en el otoño que llega,
en el mar que canta, etc.
El destino de los astros futbolísticos y
de los grandes amores es que cuando más brillan no están. En cambio, cuando
están, puede que brillen menos, porque nadie puede ver la luz en la luz. La
oscuridad es la condición de la luz. La ausencia es la condición de la
presencia. El vacío es la condición del amor. El bolero lo dice de modo
explícito:“La otra noche vi brillar un lucero azul, y no estabas tú”.
El vacío es una forma de existencia. Para
que el vacío pueda ser percibido como tal se requieren instancias no vacías
que, al existir, permiten observar el vacío, del mismo modo que para observar
el abismo necesitamos de la altura de una montaña. Sin altura no hay abismo,
sin existencia no hay vacío. Luego, el vacío no es la nada. El vacío, al igual
que su amante, la ausencia, existe. Ahora, el vacío que ha resultado de un
vaciamiento, es un vacío que no muestra sólo el vacío, sino la huella del lugar
vaciado. Mas todavía. Puede que no reparemos en la presencia de un objeto hasta
el momento en que nos damos cuenta de que ese objeto no está más ahí. Entonces,
la desaparición del objeto nos revela la existencia del objeto.
El vacío aparece como un hueco y en el
caso del bolero, como un hueco abierto entre la lluvia bajo la cual la gente
corre. Todas esas cosas que observa Manzanero, las observa a partir del hueco
llenado por la ausencia del ser amado que, por no estar presente, permite
valorar el sentido de todas las cosas que la desaparecida presencia había
asociado en torno a sí, las que adquieren significado justo en el momento en
que el hueco comienza a existir. Las cosas que antes habían estado asociadas a
la presencia, se asocian de un modo mucho más intenso a la presencia de la
ausencia, revelando el sentido de la presencia desaparecida, sentido que
probablemente no fue advertido en toda su magnitud cuando la presencia se
encontraba presente. El hueco se ha transformado así en un vacío
significante que no es lo mismo que un significante vacío. Vale la
pena hacer la precisión.
El vacío puede actuar como significante
cuando el significante que ocupaba el vacío ha desaparecido. Por ejemplo,
cuando alguien amado muere, todas las cosas que con ese ser estaban
relacionadas, adquieren una nueva dimensión. La mesa donde cenaba, el
escritorio donde escribía, la cama donde dormía, los libros que leía, etc.
Todas esas cosas giran como satélites alrededor de un sol que ya no brilla más.
La imagen es, por lo demás, muy realista.
En los observatorios astronómicos es
posible observar estrellas que han muerto hace cientos de años y que, debido a
la velocidad de la luz, seguimos viendo brillar como si estuvieran “vivas”.
Cuando el sol, que es nuestra estrella significante, desaparezca, seguiremos
calentándonos con sus rayos ocho minutos más, que es el tiempo que demora la
luz del sol para llegar a nuestro planeta. En ese sentido el sol continuará
actuando como significante central después de desaparecer. El sol será, en esos
ocho minutos, un vacío significante. El vacío significante puede ser, por lo
mismo, un recuerdo.
Gabriel García Márquez, en una de sus raras
escapadas filosóficas, dijo una vez que “el amor sólo existe en la memoria”. La
memoria en muchos casos necesita retener como significante el vacío del
significante para que todo lo que estaba asociado a él mantenga su
significación, pues sin esa significación, las cosas se de-significan, que es
lo mismo decir que dejan de estar asociadas a un punto significante que las
asociaba entre sí. De-significación, en la medida en que cada significante se
significa sólo con otro significante, lleva a la disociación, la que puede ser,
en muchos casos, mental.
El significante vacío, en cambio, a
diferencia del vacío significante, es aquel que ha sido puesto en el
hueco para que el hueco no quede vacío y pueda así actuar como si fuera un
significante real. Pongamos un ejemplo: un rey en las monarquías actuales no
tiene casi ninguna atribución “real”. No gobierna, no legisla, no juzga, no
manda. Sin embargo, la nación monárquica necesita que el rey esté ahí, aunque
no diga nunca nada, o aunque a nadie le importe lo que diga, porque a través de
ese rey la nación se reconoce a sí misma no sólo en su presente sino en su
tradición, en su historia, en su pasado. El rey puede que no sea una realidad,
pero es una realeza, y la realeza ocupa, simbólicamente, el lugar que
anteriormente correspondió a una realidad. El rey, en ese caso, actúa como
significante vacío, que mientras más vacío es, más llena el espacio que debe
ocupar.
En fin, el vacío no está siempre vacío.
Para Armando Manzanero tampoco. Si el vacío es vaciado de su propio vacío, la
lluvia, la gente que corre, los pájaros, el mar, el otoño, serán realidades
disociadas de sí mismas, porque el punto que las asociaba, ya no existe. Es por
eso que al despedirnos de un gran amor, el recuerdo -tan doloroso es-
permite llenar, por lo menos provisoriamente, el vacío que deja la ausencia del
ser amado, justo el tiempo que necesitamos para encontrar otro significante
que, aunque esté vacío, permita ordenar al mundo a su alrededor.
Para escuchar a Armando Manzanero cantando "Esta tarde vi llover" pulsar AQUÍ
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