Por si acaso ella pregunta por mí,
díganle que yo no estoy, díganle que yo me
fui,
a un lugar cerca de los espinos, lejos del
río,
más cerca del mar, dígale que yo no he sido
y
que la sangre en el cuchillo nunca fue la mía.
Díganle que la tierra sigue siendo redonda
que
dos más dos no son cuatro sino tres
y medio o cuatro antes de un cuarto,
y díganle que no por madrugar los pájaros
piarán antes de haber regresado
Díganle además que los perros no ladran
por mí
y que yacer bajo la tierra no ensucia a
nadie.
Y no por último, díganle que me iré
tranquilo, en paz
a desayunar con los cipreses, a beber el vino rojo
y a mirar sin mis anteojos el agua verde del mar.
Al fin y al cabo,
su sombra
siempre ha
estado junto a mí.
Siempre lo ha estado