Hay que tener cuidado con
los periódicos y no solo con los de la prensa amarilla. No pocos de los
llamados serios inundaron sus páginas anunciando el estallido de la Tercera
Guerra Mundial. Nada menos que eso. Afortunadamente el ataque al centro de
investigación sirio en Barzah realizado por el eje EE UU, Francia e Inglaterra,
fue fulminante. Lo suficiente para que nadie reservara un viaje a la luna, para
que nadie retirara sus dineros de los bancos, y para que a nadie le diera un
ataque al corazón, de puro pánico.
La verdad es que la
palabra guerra –sobre todo si a ella agregamos el adjetivo “mundial” -
despierta cualquier tipo de asociaciones. Razón para que nos pongamos al día.
Las guerras post-modernas (para usar un concepto de Herbert Münkler) cuando son
realizadas por potencias militarmente avanzadas se parecen y se parecerán cada
vez menos a las del siglo XlX y a las de mediados del XX. Las guerras de ahora son preventivas, disuasivas, limitadas,
digitales.
Del mismo modo debemos diferenciar entre una guerra y un simple
acto de guerra. El ataque ejecutado
por el eje atlántico fue un acto de guerra pero no una guerra. Visto de un modo
simbólico, una advertencia. ¿A quién? Por de pronto no a Assad sino a su
protector, Putin. Eso lo sabe todo el mundo aunque por razones diplomáticas,
nadie lo dice.
El ataque militar fue realizado no a lo que fue Siria sino a lo que ha llegado a ser: un protectorado militar ruso. Las razones humanitarias fueron solo la ideología del acto militar. Así lo declaró el Pentágono: “nuestro objetivo no es deponer a Assad”. Eso no quiere decir que Assad no sea un “monstruo” como dijo Trump. Pero a la vez, hasta Trump lo sabe, el mundo está poblado de monstruos. Y si un día los chinos aplican armas químicas en contra de algún enemigo, EE UU no hará nada, como tampoco intervino en Chechenia cuando Putin arrasó con todo, aplicando armamentos muy poco convencionales.
Las guerras no se hacen para salvar a nadie, a menos que
se trate de un aliado incondicional.
Por lo general ocurren por razones más prosaicas: entre ellas, defensa de los
intereses de una nación, eliminación de amenazas en cierne, o simplemente
persiguiendo objetivos de índole económica o geopolítica. Trump -cuya lógica
está mucho más cerca de la de Maquiavelo que de la de Francisco de Asís- lo
dijo muy claro: “no estamos en condiciones de luchar en contra de todos los
males de este mundo”
El ataque a Siria fue, reiteramos, un acto de advertencia
no a Assad sino a Putin.
¿Advertencia de qué? Ese es la pregunta que hay que responder. Y para hacerlo
hay que conocer la estrategia global de Putin la que por supuesto tampoco está
guiada por razones humanitarias. Y bien: esa estrategia tiene como objetivo la
reconstrucción del imperio soviético, pero bajo nuevas formas. Eso significa:
Primero, sometimiento de las antiguas repúblicas soviéticas, sobre todo las
caucásicas: objetivo ya cumplido. Segundo, recomponer la hegemonía rusa en
Europa del Este, lo que Putin está logrando por medios políticos gracias a los
nuevos gobiernos autoritarios, ultranacionalistas, teocráticos y putinistas
aparecidos en la región. Tercero: desestabilizar al occidente democrático
gracias al servicio que prestan las quintas columnas políticas, las que no son
los partidos comunistas del pasado sino los movimientos ultranacionalistas
anti-europeos al estilo del lepenismo frances y de la AfD alemana, o
ultraizquierdistas al estilo del Podemos español, el melenchonismo francés y la
Linke alemana. Cuarto:- y este es el punto relacionado con el ataque a Siria
por parte de la alianza occidental- reestructurar las alianzas tejidas por
Stalin en el Medio Oriente y en el mundo islámico en general, objetivo que
Putin está a punto de cumplir a partir de la ocupación de Siria, hecha en nombre
de la lucha en contra del terrorismo.
Recordemos: durante el
siglo XX dictaduras laicas y “socialistas -nacionales” como las de Attatürk en
Turquía, Nasser en Egipto, Gadafi en Lybia, Hussein en Irak, fueron aliadas
incondicionales de la URSS. Hoy, dictadores religiosos como Rohani en Irán y
Erdogan en Turquía son ya aliados estratégicos de Putin. El ataque a Siria, desde esa perspectiva, puede ser visto como una
disposición (tardía) del occidente político orientada a impedir la
consolidación de un “islamismo putinismo” en la región. El intento de Trump
para anular el contrato atómico entre EE UU e Irán también debe ser entendido
dentro de ese proyecto.
En otras palabras, el ataque a Siria debe ser evaluado como
una pequeña pieza en el marco de una contra-estrategia del occidente político
destinada a desactivar el proyecto global de Putin. Siria, por lo tanto, es
solo un frente en un conflicto global que contiene muchos frentes. Para
entender mejor la tesis expuesta, será conveniente realizar un ejercicio de
interpretación.
Antes del ataque a Siria
hubo dos hechos que no pueden ser
considerados aislados uno del otro. El
primero fue el levantamiento de un poderoso cerco anti-misíles en Polonia,
una muestra clara de demarcación de líneas militares por parte de los EE UU, la
que Putin debe haber entendido perfectamente. El segundo, la enorme solidaridad internacional occidental creada
alrededor del “grito de Theresa May” en contra de la injerencia rusa en el
Reino Unido. El ataque a las instalaciones químicas de Siria fue solo un tercer
hecho.
A través del primer hecho,
EE UU en nombre de Occidente intentó dejar claro que hay límites geográficos
que Putin no deberá transgredir. A través del segundo, el occidente político
intento demostrar -y con éxito- que la solidaridad entre sus naciones se
mantiene incólume y que deserciones económicas como la del Brexit no afectan a
la unidad política y militar inter-occidental. A través del tercero, la alianza militar norteamericana, francesa
e inglesa, demostró claramente a Putin la disposición occidental de pasar a la
ofensiva sin esperar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
Después de “la guerra que
no fue”, USA, los gobiernos europeos y Putin, pasarán -ya están pasando- a la
fase de las negociaciones diplomáticas. Putin
seguramente retrocederá un paso esperando una nueva oportunidad para avanzar
dos. A su favor habla el hecho de que China, eventual tercero en discordia,
levantó su voz en contra del ataque militar a Siria. También debe haber mirado
con agrado como la fidelidad de los gobiernos y movimientos ultranacionalistas
europeos a Rusia se mantiene intacta. Y no por último, el aparecimiento de
ingenuas posiciones “pacifistas” entre algunos políticos europeos debe ser
computado como otro punto a favor del mandatario ruso. Así como el pacifismo
del pasado abrió el camino al fascismo -leve variante de una frase de Heiner
Geißler- hoy puede abrírsela perfectamente al putinismo.
Esto recién comienza
señores. Y nada indica que “la guerra
que no fue” haya sido no el final sino el comienzo de una historia que nadie
quiere en estos momentos imaginar.