5.04.2018
La abstención es y será acompañante en
todos los países donde tienen lugar elecciones. Más todavía hoy, cuando los
“partidos históricos” -conservadores, liberales y socialistas- ya no son
portadores de los ideales e intereses que llegaron a representar a lo largo del
siglo XX. No obstante, cuando aparece uno de esos momentos en los cuales en un
proceso electoral se juega el destino de una nación -elegir entre un candidato
fascista y otro democrático, por ejemplo- las fuerzas políticas se tensan y la
abstención tiende a disminuir. Lo hemos visto recientemente en las segundas
vueltas de las elecciones europeas. Podríamos decir entonces que en situaciones de débil polarización la
abstención aumenta y en situaciones de fuerte polarización (cuando las opciones
no dejan lugar a ningún tercero) la abstención disminuye. No es el caso de
Venezuela.
Venezuela parece ser una excepción a la regla. En pocos países del mundo existe una polarización política tan extrema
como la que se da bajo el régimen de Maduro. Pero a la vez, en pocos la
abstención juega un papel tan decisivo. Mas todavía: a diferencia de la
abstención marcada por el desinterés o desidia, la venezolana es militante. La
dictadura lo sabe. Sabe también que en esa abstención reside una de las razones
de su supervivencia y por eso mismo la fomenta y la impulsa.
Desde el comienzo del chavismo existe,
se quiera o no, una sincronía objetiva entre el abstencionismo y el régimen.
Esa es y ha sido la razón principal de la larga existencia del chavismo. El mismo Chávez fue hijo putativo de la
abstención.
El abstencionismo venezolano es estructural. En su interior existe, como en toda estructura, un núcleo duro formado
por ideólogos y militantes. Se trata de un patriciado sociocultural de remoto
(y dudoso) pasado aristocrático. Para ese núcleo la política no es el lugar del
compromiso ni de la negociación sino de los símbolos. El ideal de gobierno al
que aspira podrá ser republicano, más nunca democrático. El pueblo es para
ellos una masa a disposición de grandes líderes, carece de racionalidad y está
destinado a seguir consignas luminosas.
El discurso autoritario y anti-electoral de María Corina Machado es
prototípico. No las estrategias sino la pureza de
la moral decidirá el curso de la historia. No los argumentos, sino el grito o
la pose heroica serán decisivos. No los diálogos, no la polémica, no el debate
y por lo mismo, no las elecciones, son para ellos los ejes de la política. De
hecho desprecian a las elecciones porque como las minorías elitarias que son,
desprecian a las mayorías. Esos sectores existen a lo largo y ancho de todo el
continente, pero en Venezuela, de modo exacerbado.
El problema más grave es que, siendo los miembros de la abstención militante
una extrema minoría, logran cada cierto tiempo ejercer hegemonía sobre todo el
campo de la oposición. Se comprueba así
una vez más que las ideas, costumbres y modas de los grupos socialmente (ojo:
no económicamente) dominantes operan con efecto transmisor sobre todo el
contexto social de una nación, hasta el punto que, algunos por arribismo, otros
por sumisión, o como un simple reflejo, terminan sometidos a los dictados de
esas minorías. Esos grupos hegemonizaron a la oposición hasta la capitulación electoral
impulsada el año 2005. Pero a partir del 2006 -con la candidatura de Rosales,
el triunfo en el plebiscito del 2007, la campaña electoral de Capriles del
2013, y el magnífico triunfo del 6D en el 2015- la hegemonía antipolítica fue sustituida por una conducción
política representada por los partidos de la MUD. Desde ese momento la
oposición emprendió un curso políticamente ascendente y en medio de fragosas
batallas electorales consagró sus cuatro puntos cardinales: electoral,
constitucional, pacífica y democrática.
No obstante, los grupos elitarios unificados hoy en SoyVenezuela nunca se
han dado por vencidos. De hecho
intentaron retomar la conducción mediante la llamada Salida del 2014. Durante
las luchas revocatorias del 2015, originariamente surgidas en defensa de la
AN, hicieron desaparecer la alternativa
electoral de la cual el revocatorio debía ser su impulsor. Las grandes
movilizaciones del 2017, también surgidas en defensa de la AN -originariamente democráticas y populares,
masivas y festivas- fueron usurpadas
por comandos juveniles luchando con escudos de cartón en contra de fuerzas
entrenadas como bestias para el ejercicio de la represión. En todos esas
situaciones Maduro logró imponer la línea militar –incluso a sangre y fuego-
por sobre la línea política. En todas ellas, también, la línea insurreccional
de la oposición abstencionista secundó –objetivamente- los propósitos del
madurismo.
La historia de la oposición, desde 2006 hasta ahora, ha estado marcada por dos luchas. Una externa en contra del
régimen y otra interna por la hegemonía y conducción. Durante el primer trimestre del 2018 el capitulacionismo abstencionista
ha conquistado nuevamente la hegemonía y la conducción de la oposición.
Precisamente en los momentos en los cuales el régimen ha llegado a sus puntos
más bajos de aprobación, en medio de la crisis económica más catastrófica que
haya padecido algún país latinoamericano, cuando había llegado la hora para
aplicar el golpe electoral decisivo, el del jaquemate, la oposición ha
retrocedido a los momentos más antipolíticos de su historia. ¿Cómo pudo
llegarse a esta situación?
Mibelis Acevedo ha descrito en un
magistral artículo como las fuerzas de la inercia (Thanatos) pueden lograr
vencer a las de la existencia (Eros) De acuerdo a la metapsicología de Freud -
quién explicó por qué hay seres humanos que no pueden alcanzar la felicidad y
mucho menos el éxito cuando están a punto de lograrlo- ese parece ser un hecho
evidente. Desde el punto de vista historiográfico, debemos, sin embargo,
remitirnos a los antecedentes más cercanos. Ellos tuvieron lugar en las
fracasadas conversaciones de República Dominicana cuando, como era de esperarse (repito, como era de esperarse) el
régimen no aceptó las condiciones solicitadas por la MUD. La MUD se vio así enfrentada a dos alternativas: o no presentarse a
elecciones (era precisamente la que
buscaba Maduro) o presentarse levantado una candidatura única para denunciar
ante la ciudadanía y el mundo los fraudes cometidos y por cometer.
¿Por qué la MUD eligió la alternativa más deseada por Maduro? Hay dos posibilidades. La primera, porque subordinó la
política nacional a una mítica “comunidad internacional” representada por el
Grupo de Lima que, en su intento por apoyar a la oposición, declaró que no iban
a reconocer los resultados de las elecciones. La segunda – parece ser la más
evidente- fue que los partidos de la MUD
no estaban en condiciones de lograr consenso en torno a un candidato único.
Pues si lo hubiera tenido –como clamó con insistencia Capriles- habrían
asistido a Santo Domingo en nombre de una candidatura ya configurada. En ese
sentido la declaración del Grupo de Lima no habría sido más que una coartada
que permitió a la MUD disimular su falta de cohesión interna. Si esa fue la
razón –y al parecer, esa fue- la MUD ha cometido un acto de enorme
irresponsabilidad, a saber, el de subordinar la suerte de toda una nación a sus
intereses partidarios.
No hay en efecto ninguna contradicción
entre participar en elecciones y solicitar y recibir apoyo externo. Todo lo
contrario, sin elecciones la comunidad
internacional no tiene a nada que apoyar.
Lo cierto fue que al decidir no acudir a las elecciones, la MUD rompió con su línea
electoral sin ofrecer ninguna otra alternativa. Los resultados de esa
ruptura los tenemos a la vista. Después de la fundación de un Frente Amplio
cuyo sentido solo podía ser actuar en el marco de una estrategia electoral, la
oposición no electoral se encuentra paralizada, sin alternativa, librada a su
propia anomia: una verdadera catástrofe. Para
repetir una opinión ya vertida, entre las elecciones y la nada, la MUD eligió a
la nada.
Desde el momento en que la MUD eligió a
la inacción como política. aparecieron en Venezuela dos abstencionismos: el originario, representado por la señora
Machado -quien, sin darse cuenta ha logrado hegemonizar al conjunto político
opositor- y el de los más fieles seguidores de la MUD quienes sin argumentos
atinan solo a repetir casi textualmente las palabras de la líder extremista. No
se trata, claro está, que el propósito de la MUD haya sido convertir a sus
seguidores en abstencionistas radicales. Pero sí fue la ausencia política de la
MUD la razón que permitió que en los terrenos abandonados por ella penetrara el
abstencionismo maricorinista.
La diferencia entre los dos abstencionismos es que
el primero siempre ha sido abstencionista y el segundo lo será para siempre
pues, si Maduro logra un triunfo el 20 de mayo, no habrá más elecciones en
Venezuela. La semejanza entre los
dos abstencionismos es que para ambos la candidatura de Falcón parece ser el
enemigo principal y la dictadura de Maduro el enemigo secundario. La paradoja es que en estos momentos es
Falcón y no la MUD quien representa la línea política de la MUD.
La MUD ha roto la línea electoral de la MUD y si sus representantes más
esclarecidos no advierten el peligro en cierne, la suerte está sellada, no solo
para MUD/FA sino para toda Venezuela. Esa es la tragedia. Esa es, también,
la miseria del abstencionismo venezolano.
Votar es colaborar, dicen los
machadistas. Votar es legitimar a la dictadura, repiten los abstencionistas de
segunda hora. Votar no es elegir, dicen los primeros. Votar no es elegir,
repiten los segundos (sin darse cuenta de que para elegir hay que votar) Hay
que pasar a la desobediencia civil, gritan los primeros. Hay que pasar a la
abstención activa (¡!) corean los segundos. Votaremos solo después de que caiga
Maduro, arguyen los primeros. Si Maduro no nos da las condiciones (para que
pierda Maduro) no votaremos, es la versión algo light de los segundos. La
dictadura no cae con votos, plantean los primeros. Estas no son elecciones,
sostienen los segundos. Solo una invasión puede salvarnos, dictaminan los
primeros. Solo la comunidad internacional nos dará elecciones libres, es la
versión de los segundos. Falcón es un títere de Maduro, señalan los primeros.
Falcón consolida a Maduro, completan los segundos. Las diferencias entre los dos abstencionismos son cada vez más leves,
más tenues, más próximas. Y eso es solo culpa de la MUD. Nada más que de la
MUD.
Es importante repetir. Falcón no rompió con la MUD. Falcón solo
rompió con una decisión intempestiva de la MUD. La MUD rompió con la línea
política de la MUD. Falcón en cambio continúa la línea electoral de la MUD pues
la MUD es electoral y no puede ser más que electoral. No sabe, no puede y
no debe hacer otra cosa que participar en elecciones. La MUD es una coalición
electoral y muy poco más.
Ha llegado la hora en la que los políticos democráticos de Venezuela
deberán saltar sobre sus propias sombras. El muy lúcido Simón García lo ha dicho más claro que nadie. “El régimen está acelerando su mutación
del autoritarismo al totalitarismo. Es una de las advertencias del Observatorio
Electoral nacional: cada elección es más restrictiva que la anterior. El
gobierno se prepara, con un paso hacia atrás y dos hacia adelante, para un
período especial con relaciones comerciales restringidas y la liquidación
absoluta de las formalidades democráticas. Mayo puede ser la última coyuntura
electoral, antes de consolidar aquí el modelo comunista cubano: con el hambre
sofocando la lucha por la libertad“.
Faltan cinco minutos
para las 12.