Escribo antes de
las elecciones del 15-O, en Venezuela. No serán cualquier cosa. Aunque, la
verdad sea dicha, desde que hay chavismo, nunca las elecciones han sido
cualquier cosa. Todas han tenido un carácter plebiscitario. Así se vota en
dictadura.
Uno de los
principales dilemas es si la dictadura será legitimada el 15-O. Para lograrlo,
requiere ganar por lo menos la mitad de los gobernaciones. Empresa imposible,
dice la demoscopía. La misma dictadura, advirtiendo lo que le espera, ha optado
por deslegitimar a las elecciones. Así ha inventado que las elecciones,
pautadas en la Constitución, son un obsequio de la constituyente. La trampa,
hasta el más lento –siempre que no sea abstencionista- la entiende.
Las elecciones
son constitucionales, no constituyentistas. La mayoría de la oposición ha captado que no
votar es reconocer a la constituyente. Más aún – y en eso no ha sido
suficientemente enfática la oposición- lo que está en juego el 15-O es la
vigencia de la Constitución. Constitución o constituyente, ese es el gran
dilema. Si la dictadura -por medio de algún milagro o de un horroroso
fraude- obtiene una aceptable votación, logrará imponer su constituyente. Ahí
no hay como perderse.
Votar en contra
de los candidatos de Maduro es defender a la Constitución. En ese sentido la oposición continúa la
ruta trazada desde hace años: democrática, pacífica, constitucional y
electoral.
Las elecciones,
en consecuencia, no son un tablero más en una lucha con muchos tableros, como han dicho algunos dirigentes de la
MUD. Las elecciones son el único tablero en donde puede jugar la oposición. En
ese único tablero ha logrado propinar fuertes derrotas a la dictadura.
La MUD nació como
un amplio frente democrático electoral constituido por los principales partidos
democráticos de la nación. Las elecciones –y ese debe ser su orgullo –han sido
sus caminos. Más aún, no debe – so pena de dejar caer el hilo constitucional que la sostiene- transitar por
ningún otro. Incluso: no puede. O dicho aún más claro: no sabe.
La oposición solo
puede ser electoral o no ser. Sin elecciones no hay oposición; sin oposición no hay elecciones.
Desde las jornadas
a favor de las elecciones (sí, elecciones) por el revocatorio, la dictadura
decidió transitar por la vía anti-electoral. Por eso procedió a destruir la
representación electoral del pueblo: la AN. Precisamente, en defensa de las
agresiones a su AN (y por ende, en defensa de la vía electoral) salió la gente
a las calles en abril de 2017.
Cuando la dictadura
intentó imponer la constituyente con el propósito de evadir las elecciones en
nombre de un estado comunal a la cubana, las manifestaciones cobraron nueva
intensidad. A esas luchas fue sumándose la oposición internacional. Por esas y
no por otras razones, la dictadura hubo de ceder y reabrir, en contra de sus
opciones, la ruta electoral. Las elecciones –entiéndase de una vez- son una
conquista de la oposición y no una dádiva de la dictadura.
También hay que
decirlo: en el transcurso de las grandes marchas, entre las balas y la muerte,
hubo quienes creyeron que en Venezuela podía aparecer una salida ucraniana o
egipcia, es decir, que el ejército se partiría en dos. Eso no ocurrió. Poco a
poco quedó en evidencia que las FAN no son solo un instrumento de la
dictadura. Son la dictadura. Y sin embargo, aún así, la brecha
electoral ya ha sido abierta.
El tablero
electoral, que es el de la democracia y el de la Constitución, es también el de
la oposición. Si las
fuerzas malignas del abstencionismo no logran imponerse, el 16-O la dictadura
amanecerá con menos poder que el 14-O. Y el 15-O será recordado como una
batalla decisiva en el marco de una larga guerra política cuya meta es la
conquista de la democracia.
Hay además, en el
15-O, otro hecho imposible de pasar por alto: La oposición se encuentra cercada por dos enemigos. O entre dos fuegos. Por un lado, el régimen
llamando a la abstención. Por otro, los abstencionistas, haciendo lo mismo. La verdad, siempre ha sido así, pero la intensidad, la militancia y, sobre todo la virulencia que ha tomado el abstencionismo en los días previos al 15-O, es un fenómeno inédito. Derrotar a ambos enemigos, al régimen y el abstencionismo político, esa será la tarea crucial del 15-O.
¿Enemigos quienes no
votan? De ninguna manera. Cada ciudadano es dueño de votar o no votar. Es su
derecho inalienable y ese tema no está puesto bajo ninguna discusión. En todas
las elecciones, sobre todo cuando no son presidenciales, hay un alto grado de
abstención. Los motivos por las cuales uno decide votar o no votar pueden ser
muchos. Pero ahí cabe sí, anotar una diferencia. Es la que se da entre los
ciudadanos que por decisión individual, cualquiera que sea, no votan, y el
abstencionismo militante, vale decir, esa tendencia dotada de
organizaciones, partidos y medios que ha hecho de la abstención una doctrina
cuyo objetivo confeso es destruir a la MUD para sustituirla por un
organismo insurreccional que solo existe en las fantasías. En ese contexto, esos
abstencionistas son tan enemigos de la MUD como lo es el propio régimen.
Afirmación que para muchos puede parecer desproporcionada. Pero, en el sentido
estrictamente político del término, no lo es.
El enemigo en
política no es el que te adversa, ni siquiera es el que te contradice y en
ningún caso es quien piensa diferente. El enemigo político es quien desea tu
muerte política. El
enemigo político es, por lo mismo, tu enemigo existencial. No quiere competir,
simplemente quiere que tú no existas (políticamente, por supuesto) y para eso
hará todo lo posible, incluso concordar con otros enemigos, a fin de destruir
tu existencia. Ese es el caso del “partido abstencionista”. Sus portavoces han
declarado a través de las redes y otros medios, que la abstención
políticamente organizada no persigue otro objetivo que no sea liquidar a la MUD. Ni más ni menos.
Entre la oposición
democrática y el abstencionismo militante no solo hay entonces una diferencia
en los medios a emplear frente a un enemigo común, sino también en los fines. Ha
sido por lo demás la historia de las luchas democráticas en otros países la que
ha demostrado hasta el cansancio que en política las diferencias entre medios y
fines no existe. Eso quiere decir, quienes rechazan a los medios
democráticos de lucha persiguen a la vez objetivos anti-democráticos. O lo que
es lo mismo: cada vez que se han impuesto los extremistas en las luchas en
contra de regímenes antidemocráticos, han surgido nuevos regímenes
antidemocráticos.
El 15-O será para
toda la oposición un día en el cual tendrá lugar un doble enfrentamiento. Si la
oposición democrática logra derrotar a sus dos enemigos, el partido de la
dictadura y “el partido de los abstencionistas”, la MUD estará más fortalecida
que nunca. Ese día será, además, decisivo para la continuidad política de la
lucha anti-dictatorial, para la formación de poderes territoriales, y para la
emergencia y legitimidad de nuevos líderes populares. Es mucho lo que está en
juego. El 15-O será un día clave. Hay que votar.