La única novedad
fue un cierto repunte de la SPD después que Martin Schulz abandonara la
coalición de gobierno mantenida con la CDU/CSU. Eso significa para la socialdemocracia, abandonar el
centro político para posicionarse en una supuesta izquierda con el objetivo de
intentar un frente común con la poscomunista Linke. A nivel nacional continúan
las conversaciones para llevar al gobierno la nueva coalición centro-centro,
formada por la CDU/CSU, los liberales (FDP) y los Verdes.
En cierto modo las
elecciones de Baja Sajonia han sido un espaldarazo para la –aun en proceso
discutitivo- “coalición Jamaica”, llamada así por los colores de los
respectivos partidos. En sí la construcción geométrica del nuevo centro
gobiernista no es difícil. El problema es que ese centro-centro, después de la
deserción de los socialistas, no será muy sólido.
Si bien en el tema
del liberalismo político hay consenso unánime entre los tres partidos, no
ocurre así con el curso de la línea económica. Los Verdes son un partido social
y los liberales no han dejado de ser el partido de los grandes bancos. Merkel
se verá así obligada a ejercer el rol que más le gusta: el de mediadora. Pero
al precio –como lo suele hacer – de disminuir el perfil político de toda la
coalición. Así, el conjunto la oposición la tendrá más fácil, sobre todo con el
refuerzo que les llega desde la SPD de Schulz.
Afortunadamente
para Merkel la oposición se encuentra
polarizada en dos extremos irreconciliables enfrascados en disputar el
favor de una masa popular que –a veces por motivos razonables- no se siente
interpretada por el centro político. Captando esa situación, el dirigente de
AfD, Alexander Gauland, ha comenzado a configurar una política destinada a
atraer a las fracciones más conservadoras de la CDU/CSU, o simplemente a pactar
con ellas. Por lo menos ya tiene un modelo: Austria.
En Austria, los
nacional- populistas (FPÖ) han logrado lo que no ha podido hacer Marine Le Pen
en Francia: atraer a los conservadores, en este caso al ÖVP del muy joven Sebastian Kurz a
dialogar sobre una posible coalición. Por cierto, la probabilidad más alta es
que tenga lugar una coalición entre conservadores y socialistas (¡!). El
problema es que las encuestas revelan que, en las bases conservadoras, las
tendencias que apuntan a una alianza con el ultranacionalista y xenófobo FPÖ,
son mayoritarias. El mismo Kurz ha anunciado que hay grandes compatibilidades entre
los programas dek ÖVP y del FPÖ, sobre
todo en el tema sobre-determinante: las migraciones. No lo dijo solo para
negociar con los socialistas. Lo dijo porque, además, es cierto
Tanto en Austria
como en Alemania está a punto de romperse un tabú: el de no aceptar una derecha
a la derecha de la derecha oficial. A juzgar por los encuentros no disimulados
que tienen lugar en Baviera entre representantes de la DfU y de la CSU puede
llegar a suceder –si es que no está sucediendo- que la principal oposición la
obtenga Merkel desde sus propias filas.
El espacio de la
oposición externa es –desde un punto de vista politológico- el más interesante.
Si la hegemonía oposicionista la alcanza la SPD/Linke o la AfD será decisivo.
En el primer caso, la SPD lograría mantener la oposición en una línea
concordante con la continuidad política de la nación. En el segundo, se
abrirían las condiciones para la formación de una “tercera fuerza” formada por
la CSU, parte de la CDU y AfD. Para muchos, un escenario de horror. Para otros,
una nueva realidad política con la cual habrá que convivir mucho tiempo.
Por el momento, tanto
en Austria como en Alemania, hay dos situaciones claras: La primera: los
partidos nacional populistas ya no son partidos “leprosos” pues han sido
convertidos por las respectivas derechas en partidos potencialmente
coalicionables. La segunda: los grandes partidos ya no son tan grandes. En
ambas naciones, así como en el resto de Europa, los futuros gobiernos están
condenados a ser formados por difíciles e inestables coaliciones. Noticias no
muy buenas para el resto de Europa.