En aras de la
brevedad, me limitaré a formular en este artículo sobre el tema de las
elecciones alemanas, cinco enunciados. Son solo un punto de partida. Cada uno
de ellos sería materia para un ensayo aparte.
1) La noticia más
importante no fue el auge de AfD como opina la mayoría de los periodistas. La
gran noticia fue que en la noche del 24 S la coalición de social cristianos y
socialdemócratas -los partidos históricos de la Alemania de post-guerra- dejó
de existir.
El nuevo capítulo
fue anunciado por el candidato Martin Schulz, quien escenificó su ruptura
desatando en la noche televisiva del 24-S un ataque rabioso en contra de Angela
Merkel. Como si la canciller hubiera sido culpable de que la SPD hubiese
obtenido la peor votación desde 1949. Lo que al parecer no pasó por la cabeza de Schulz fue que el resultado podría
haber sido peor si la SPD no hubiese formado parte del gobierno. En todas las
elecciones europeas (la excepción es la británica) lo socialistas han sido
grandes perdedores. En cierto modo, si la PSD no cayó más bajo, fue porque
vivió varios años cobijada bajo la popularidad de Angela Merkel. El anuncio de
Schulz sorprendió a muchos socialistas. La decisión no había sido discutida por
nadie.
La impresión
general es que Martin Schulz y unos pocos que lo rodean dio un “golpe de
partido” con el objetivo de asegurar posiciones internas antes de que se
desataran críticas en contra de su persona. Sigmar Gabriel, el segundo hombre
fuerte dentro de la SPD, continúa, hasta el momento de escribir estas líneas,
su estridente, ensordecedor silencio.
2) La debacle
socialdemócrata fue la expresión alemana de una crisis de representación
histórica y política a la vez. El socialdemocratismo fue una ideología de la
sociedad industrial de post-guerra y del estado de bienestar. Ambas realidades
pertenecen a un pasado que no volverá. Ahora vivimos, como dijo la
socialdemócrata Andrea Nahles, en la era del capitalismo digital. Y para esa
era, la SPD no tiene ningún “adapter”.
Schulz no es
consciente todavía de que la SPD en la oposición está destinada a convertirse
en un mini-partido como ya son los socialistas en Holanda, Austria y Francia.
En la oposición, situada entre un gobierno de centro y una agresiva
ultraizquierda, como es la Linke, no le irá mejor. En España, el PSOE está
siendo carcomido por Podemos. En Francia, Insumisos devoró al PSF. La crisis
del socialismo democrático es muy profunda. Y hoy golpea con fuerzas las
puertas de Alemania.
3) Una parte de la
votación perdida por la coalición fue a parar a las arcas de la FDP, el partido
de los liberales. Fenómeno extraño para muchos. Pero no tanto si se considera
el carisma y capacidad política de su líder Christian Lindner, una especie de Macron
en potencia. La buena noticia es que parte de las pérdidas políticas del centro
político socialcristiano y socialdemócrata fue recogida por el resucitado FDP,
al fin y al cabo, otro partido de centro. Eso significa que, de acuerdo a la
geometría electoral, en Alemania hay un centro político mayoritario y estable.
El ostensible
descenso de la CDU/ CSU ha sido compensado por el retorno de la FDP. El FDP
entrará a la futura coalición, si es que los Verdes acceden a formar parte de
un nuevo trío: la llamada, por sus colores (negro, amarillo y verde) “coalición
Jamaica”. Una coalición de centro-centro.
Muy necesaria para mantener la estabilidad política en un país que está
obligado ha asumir un rol de liderazgo en Europa. Una Alemania políticamente
inestable, como la que intentó provocar el irresponsable demagogo Martin
Schulz, sería un regalo fabuloso para la dupla Putin- Erdogan. Macron, desde
Francia, puede respirar con tranquilidad.
4) Sin que se lo
hubieran propuesto, los Verdes han pasado a convertirse en los verdaderos
árbitros de la situación. Sin ellos no habrá
gobierno. Ahora están obligados a hacer lo que deberían haber hecho hace
tiempo: independizarse de la tutela socialdemócrata y dejar de ser lo que no son, un partido de
protesta, para reingresar a la centralidad política asumiendo obligaciones y
responsabilidades de gobierno.
5) La otra gran
noticia se conocía por las encuestas: AfD, el partido de la ultraderecha,
obtuvo un excelente casi 13%. Aunque por ahora solo es un “partido paria” con
el cual nadie quiere juntarse, su soledad podría favorecer su crecimiento
futuro, sobre todo en el Este y en el Sur alemán. De partido opuesto a las
migraciones puede llegar a ser, además, un desafío al establishment, como el FN en Francia. Su función objetiva será
organizar a los miedos y odios sociales. Miedos y odios que, por lo demás, no
inventó la AfD.
Acusar de nazi a la
AfD ya no surte ningún efecto entre los electores. Mucho menos asumir
posiciones frente al pasado histórico. Esa es una tarea académica. La tarea
política es abordar y discutir los temas que ha hecho suyo la AfD, sobre todo,
el de las olas migratorias.
Con su ingreso al
parlamento, AfD trae consigo la posibilidad de un abierto debate frente a temas
que la política oficial alemana se había obstinado en ocultar. En ese
sentido (solo en ese sentido) su
irrupción podría ser vista como un hecho positivo. Pues al fin la democracia
solo se prueba cuando está en peligro. Sin peligros, o sin enemigos que
enfrentar, la democracia se desintegra o descompone.
AfD es un peligro