Murmullos, cantos, silencios fragorosos
Báculos de piel
Repentinas roturas.
Nada amordaza a esta comarca.
Las puertas se abren
En chasquido batiente
Se cierran.
El alma que deambula sin ropa en los malecones
A merced de los dedos díscolos de los indigentes.
Ciudad apenas amansada
por lluvias de meteoritos
Por dolores
Por rubios latigazos
Por besos
Por la molicie testaruda de los amantes
o la miseria de quienes jamás la cruzaron.
Un fecundo estropicio
con toda su fatiga
su verde bamboleo
Sus entrañas expuestas
Toda hambre y arrepentimiento.
Ciudad
una pupila abierta, siempre abierta
Nervio sobre nervio edificada.
Tan imperfecta y hermosa,
humana, como su sed, sus derrotas
madriguera de ángeles para maitines,
justo cuando sus diques se desgajan.