Fernando Mires - TIEMPOS PELIGROSOS


........     sobre la base de un mini-golpe, Erdogan logró modificar a la Constitución y asegurar la absoluta fidelidad de los militares. No sin razón algunos medios lo han bautizado como el Maduro de Turquía. Sin embargo, la forma y estilo como Erdogan ha reconstruido al Estado hacen pensar más bien en el Hugo Chávez del fallido golpe del 11 de abril de 2002. 
Como a un limón ha exprimido Reccep Tayyip Erdogan al fallido golpe de Julio del 2016. Para él fue un regalo del cielo. Precisamente cuando estaba en retroceso, oficiales sin base política, socialmente desconectados y sin apoyo del grueso del ejército, intentaron llevar a cabo un golpe de estado.
Opinadores aseguran que el golpe fue un invento de Erdogan para asegurar su poder, instaurar una autocracia islamista y liquidar a sus enemigos. Probablemente no fue así, pero definitivamente es lo mejor que pudo haberle sucedido.
Si bien en el golpe participó solo un reducido grupo de oficiales y los partidos de oposición dieron su apoyo al gobierno, Erdogan tenía, pocos días después, miles de presos, más de cuarenta mil empleados públicos despedidos, radios y periódicos clausurados. Tampoco desaprovechó la oportunidad para redoblar sus ataques en contra de los kurdos cuya complicidad con el golpe nadie ha probado.
En suma, sobre la base de un mini-golpe, Erdogan logró modificar a la Constitución y asegurar la absoluta fidelidad de los militares. No sin razón algunos medios lo han bautizado como el Maduro de Turquía.
Sin embargo, la forma y estilo como Erdogan ha reconstruido al Estado hacen pensar más bien en el Hugo Chávez del fallido golpe del 11 de abril de 2002. La diferencia es que ese golpe no fue planificado. Por el contrario, resultó de incidencias por nadie previstas. La semejanza es que ambos intentos fueron punteados a favor del régimen.
Que el empresario Pedro Carmona y el sindicalista Carlos Ortega hubieran tenido la “brillante” idea de extender el curso de una gran manifestación hacia Miraflores, que Chávez hubiera ordenado disparar a la multitud, que los altos mandos no hubiesen acatado la criminal orden, que los generales no formaran Junta y nombraran a Carmona presidente provisional, que este hubiera comenzado a firmar decretos antisociales, y que los mismos “golpistas” a fin de evitar una masacre hubiesen repuesto a Chávez, todo eso serviría al chavismo para rehacer la historia y convertir al grotesco sainete en un golpe perpetrado por “apátridas” al servicio del “imperio”.
Lo cierto es que al igual que como sucedió después a Erdogan, los golpistas abrieron las puertas a Chávez para que transformara al ejército en guardia pretoriana, silenciara a la prensa y a la televisión y desmantelara a las organizaciones sindicales y empresariales. Ambos presidentes, Chávez y Erdogan, solo aprovecharon la imbecilidad de golpistas fracasados para iniciar su camino hacia la conquista del poder total. En ese sentido siguieron el ejemplo de Hitler cuando en 1933 se sirvió del incendio del Reichstag para inhabilitar al parlamento y convertirse en “el gran dictador”.
Advertencia:
El 16 J-2017 la ciudadanía democrática venezolana, siguiendo la directriz de un liderazgo colegiado, ha obtenido una de las victorias más importantes de su historia. La dictadura de Maduro se encuentra nacional e internacionalmente arrinconada y millones de voluntades divisan una luz al final del túnel. 

El de después del 16J será, tanto en sus movilizaciones como en sus eventuales negociaciones –sí, negociaciones- un tiempo crucial. No serán los días de ninguna hora cero. Pero sí serán días peligrosos. Puede darse incluso el caso de que, como ya sucedió con Chávez y Erdogan, Maduro intente utilizar la ansiedad de políticos hambrientos de figuración, ejemplares que, lamentablemente, no son escasos en la oposición. Una de las tareas más importantes de esa oposición será, por lo mismo, neutralizar y/o aislar a eventuales salidas divisionistas que atenten en contra de la vía aceptada por su mayoría. Esa vía, hay que repetirlo, es constitucional, pacífica, democrática y electoral.