VAR:
video-arbitral. Consiste en lo siguiente: cuando en el fútbol se produce un
fallo en situaciones controvertidas – penal, tarjeta roja, posición de adelanto
– el árbitro está facultado para consultar vía celular a un comité de árbitros
sentados en una sala repleta de computadoras y videos. El comité verifica si el
cobro fue correcto y envía digitalmente su dictamen al árbitro de juego quien
formalmente tiene la última palabra.
Formalmente, pues ningún árbitro se atrevería a polemizar con aparatos
digitales.
Muchos
–sobre todo los que no entienden de fútbol- han aplaudido la decisión puesta en
práctica en la Confederation Cup que tuvo lugar en Rusia. Pocos han
advertido que con esa nueva modalidad el fútbol ha pasado del sistema
presidencial al parlamentario.
Quienes
defienden el nuevo orden del fútbol mundial arguyen que las decisiones
del árbitro serán más verdaderas (confunden exactitud con verdad) Con eso nos
enteremos que la esencia del fútbol sería la búsqueda de la verdad. Al llegar a
este punto, uno se topa con la filosofía de Heidegger.
¿Cuál
es la esencia del fútbol? La pregunta no la hizo Heidegger. Su pregunta en su
texto Die Frage nach der Technik fue otra: ¿cuál es la esencia de la
técnica? Su respuesta: la esencia de la técnica no es la técnica sino la
búsqueda de la verdad (Entbergung)
El
cometido de la tecnología VAR sería entonces buscar la verdad del fútbol. ¿Y
cuál es esa verdad? Mi respuesta sería: el fútbol no puede tener una verdad
porque es un juego y un juego no busca la verdad. No sé si Heidegger
estaría de acuerdo. Pero es evidente: si un juego buscara una verdad dejaría de
ser un juego. En términos triviales: los miles de personas que van al estadio
no van a buscar la verdad del fútbol sino a avivar a su equipo o simplemente a
gozar de un buen partido. Incluso hay quienes no podrían soportar un partido
sin errores
Los
errores del árbitro pertenecen al espectáculo. El árbitro no está ahí solo para
arbitrar; también para que lo “putiemos”. Su función casi religiosa es cargar
el cordero de todos los errores del fútbol, los cometidos y los por cometer.
¿Vamos a putear de ahora en adelante a las com-puta-doras?
Quien
lo dijo de modo claro fue el jugador chileno Jara, precisamente quien
conquistara la fama mundial cuando las cámaras lo sorprendieron introduciendo
su índice en el trasero del uruguayo Cavani: “puchas, ahora con el VAR no
podemos celebrar un gol”. Con eso estaba diciendo Jara: “Muy efectivo será el
VAR, pero nos ha robado la espontaneidad, la alegría de vivir el juego”.
Los
futbólogos están de acuerdo: el gol cumple una función orgásmica. Luego,
un gol anulado por un video sería algo
así como un gol interruptus.
Errar
es humano. El error, dijo Nietzsche, es fuente de toda verdad. Sin cometer
errores no necesitaríamos corregir y sin corregir no encontraríamos ninguna
verdad. No por casualidad la mayoría de los grandes inventos han surgido de
un error. Hasta la naturaleza se equivoca. Sin errores no hay mutaciones y
sin mutaciones no hay evolución.
Pensar es corregir. Amar también. Con gran sensibilidad Hannah Arendt escribió:
“amar es perdonar”. ¿Y cómo vamos a
perdonar a alguien si no comete errores?
Cuando amamos, amamos también los defectos de la persona amada.
Perdonando amamos hasta los errores del fútbol. Como cuando una vez perdonamos
a ese jugador loco quien para justificar el engaño cometido dijo: “fue la mano
de Dios y la cabeza de Maradona”.
Y
no por último, el fútbol con todos sus errores llegó a ser el deporte rey.
¿Para qué lo vamos a “mejorar”? No VAR. El fútbol no te necesita. La vida
tampoco.