La marcha se desplaza desde la iglesia de San Pedro; intenta alcanzar Puente Hierro para llegar al Paraíso y, más allá, Montalbán, donde está situada la sede de la Conferencia Episcopal Venezolana. Es en este lugar, donde la Mesa de la Unidad ha decidido continuar con la agenda de protesta del sábado 22 de abril y rendirle tributo a los caídos en estos días de inclemente represión oficial. Un piquete de la Guardia Nacional Bolivariana avista la masa vestida de blanco que se acerca. Su actitud es de alerta y desafío. Ponen cara de problema; empuñan sus lanza bombas; acomodan escudos; agitan sus cuerpos; toman posiciones. La marcha avanza poco a poco. Estamos en la esquina de la avenida Victoria con Nueva Granada esperándola para incorporarnos.
Entre los agentes está una mujer morena, muy joven dispuesta también, como sus compañeros, a repeler a los manifestantes que se aproximan. Los que observan, vecinos de los barrios adyacentes, murmuran: vienen en silencio, no hay porque retenerlos, no es justo agredirlos. No se justifica el atrincheramiento de los uniformados dispuestos a atacar.
Siento temor de lo que puede pasar y nos preparamos para la embestida. Me acerco a la mujer guardia hasta donde la prudencia aconseja; la miro y le digo: ¿porqué razón no los dejan pasar, hasta cuando piensa rayarse la Guardia Nacional? Ella me devuelve la mirada con ojos de impotencia respondiéndome: ¿y porqué ustedes no dejan de salir?
En esa respuesta instintiva, a flor de boca, puede advertirse implícito el hastío, el ya no podemos más, el ¡carajo! ¿es que ustedes no se cansan? Tiene razón esa joven militar: Venezuela no se cansa. No se ha cansado y no se cansará por más voluntad autoritaria y represiva que exhiba el chavismo y su desgraciado legado, Maduro y el inmoral madurismo.
Los venezolanos han demostrado una enorme resistencia a lo largo de ya casi dos décadas de jornada contra la opresión. Casi 20 años con altos y bajos. Con horas oscuras y horas luminosas. Con avances y retrocesos. Con frustraciones y desencantos. Con fuerza y con debilidad. Con muerte, prisión y tortura. Perseguidos, inhabilitados, aporreados, acertados o equivocados los líderes de esta gesta inconclusa por la democracia tampoco se han rendido. No se amilana la gente, no se detiene el liderazgo. Ni la soberbia y determinación de Hugo Chávez para aplastarnos; ni los hermanos Castro y sus recetas totalitarias; ni la perversidad de los Diosdados del régimen; ni las “Tumbas” donde se pretende congelar el futuro de nuestra juventud, han podido detener al país.
Las masivas y valientes movilizaciones de hoy pudieron llegar a su destino finalmente. No fueron agredidas. Hacía mucho tiempo que la actividad protestataria no se cumplía en su destino final. La gente lo celebró como una gran victoria gritando “Si se pudo”. Los cuerpos represivos hoy dejaron pasar. Cuáles fueron las razones que les impulsó a hacer un alto en su naturaleza represiva y anti ciudadana las desconocemos. Es posible que la frase soltada por la jovencita de la Guardia Nacional lleve implícita la respuesta. De lo que no parece haber dudas es de que a Venezuela, a los venezolanos les es ajena la palabra cansancio.