El concepto de Zeitgeist
(espíritu del tiempo) proviene de la pluma de Hegel. Comunmente es utilizado
para señalizar las formas hegemónicas de
pensamiento que priman durante un tiempo en un país, región o incluso, en el
mundo.
Debido a su índole
metafísica el concepto de Zeitgeist ha sido cuestionado por filósofos de
inclinación materialista. Pero haciendo una revisión de los más recientes
periodos, es indudable que, por lo menos en el campo de la política, posee cierta
validez. Podemos así hablar del espíritu rebelde de los años sesenta, del espíritu anti-totalitario y
anti-dictatorial de los ochenta y noventa, del espíritu populista en los
comienzos del siglo XXl.
Hoy, a juzgar por
acontecimientos que tienen lugar en diversos países de Europa y América Latina,
es posible pensar en el renacimiento de un cierto espíritu democrático. Lo
comprueban dos hechos.
El primero es
europeo: se trata de los retrocesos experimentados recientemente por los
partidos fóbicos o neofascistas (mal llamados “populismos de derecha”) en
países como Austria y Holanda. Las encuestas alemanas y francesas, además,
delatan una creciente preferencia por los partidos de centro representados en
figuras como Angela Merkel y Emmanuel Macron.
Interesante es
constatar que las personalidades centristas de nuestro tiempo no solo bloquean
a los extremistas del neofascismo sino, además, a la alternativa que en el
pasado reciente representó el socialismo democrático. El declive de este
último, en Austria, España, Holanda, Alemania, Francia e Italia, ha
facilitado el aparecimiento del neo-fascismo, pero también la emergencia de un
centro democrático vigoroso en condiciones de emprender la defensa de la UE.
Sin duda una institución que, pese a sus deformaciones burocráticas ocupa un
significado importante al nivel de lo simbólico, a saber, la representación de
una cooperación internacional basada en los principios heredados de los tiempos
de la Ilustración.
A pesar del Brexit,
a pesar de la aparición de los partidos y movimientos neo-fascistas, o quizas
gracias a eso, Europa ha sacado fuerzas de flaqueza y mostrado su disposición a
continuar la ruta trazada por los acuerdos de Roma, hace ya sesenta años.
El segundo hecho
democrático es latinoamericano. Estamos asistiendo al ocaso del también mal
llamado socialismo del siglo XXl y al desplazamiento de la política a
posiciones centristas. Las derrota electoral del peronismo kirchnerista o
cristinismo en la Argentina, la salida constitucional del post-lulismo de
Rousseff en Brasil, la desintegración del bacheletismo en Chile, la derrota
plebiscitaria sufrida por Morales en Bolivia y la perdida de fuerzas del
correísmo en Ecuador, son signos suficientes para afirmar que la política
regional está hoy caracterizada por un viraje que va desde la izquierda hacia
el centro (centro-derecha o centro-izquierda).
Las declaraciones
conjuntas de la OEA mediante las cuales la mayoría de sus países se
pronunciaron en contra de los desmanes golpistas del régimen de Maduro sientan
un caso precedente. Significan un evidente compromiso con la democracia
continental. Una democracia que ya no solo será entendida por sus orígenes
electorales sino por el cumplimiento de normas como son la separación de los
poderes públicos, la vigencia del principio constitucional, las elecciones
libres y secretas y, no por último, el respeto a los derechos humanos. En fin,
todo lo que Maduro y su pandilla ha violado en Venezuela.
Sí, el Zeitgeist
no fue solo una ocurrencia hegeliana. Existe.