1. El 19-A, día en
que tuvo lugar la demostración de masas más grande de toda la historia
venezolana, no era un objetivo en sí. La oposición organizada en sus partidos
anunció que en esa fecha tan llena de contenidos, comenzarían a tener lugar
duras jornadas cuya culminación deberá ser el restablecimiento del orden
constitucional destruido por el régimen dictatorial. Desde esa perspectiva, el
19-A ha sido el día de un nuevo comienzo: el de un alzamiento del pueblo
democrático venezolano en contra de la Junta Militar-Civil cuyos rostros más
visibles, además de el de Maduro, son el del general Padrino-López y el del
capitán Diosdado Cabello.
2. El 19-A ha sido
develada la principal contradicción del enfrentamiento que hoy tiene lugar: el
de una ciudadanía plural y políticamente organizada en partidos, movimientos e
instituciones, en contra de una dictadura militar minoritaria, antinacional y
antipopular. Se trata, dicho en breve, de un antagonismo entre sociedad civil
y Estado. En el marco de esa contradicción, el régimen de Maduro ha
mostrado su verdadera personalidad. Despojado del nimbo populista del chavismo
originario, el madurismo se inscribe en las filas de las dictaduras
militares más tradicionales del continente latinoamericano.
3. La oposición, a
pesar de sus múltiples diferencias, ha sabido orientar su acionar en torno a
cuatro puntos que la unifican. En una lucha pacífica, democrática,
constitucional y electoral. Puntos no escogidos al azar. Ellos surgieron como
negación de una dictadura que se define por su carácter violento,
anti-democrático, anti-constitucional y anti-electoral. No sin razones puede
afirmarse entonces que el verdadero y único programa de la oposición unida
–digámoslo así: el mapa de su ruta- es, o ha llegado a ser, la Constitución
Nacional. Por eso mismo, el 19-A puede ser considerado como el día en que
tuvo lugar el inicio de un gran movimiento constitucionalista y popular.
4. El 19-A ha
revelado el sentido histórico-político del gran triunfo obtenido por la
oposición el 6-D. En contra de los derrotistas que propagaban la mentira de
que el 6-D había sido un triunfo sin trascendencia, los sucesos de 2017 han
demostrado que la AN nació para que el pueblo la defendiera, es decir, para que
en su defensa se articulara como pueblo político. A la vez, defender el triunfo
electoral del 6-D no solo obliga a defender las elecciones del pasado, sino las
del futuro, precisamente las que hoy niega el régimen.
5. Entre la
defensa del triunfo del 6-D y la defensa de las elecciones pautadas en la
Constitución, existe una estricta unidad. No se puede defender lo uno sin
lo otro. A esa unidad indisoluble se han unido durante el trayecto otras
exigencias como son la libertad de los presos políticos, la nulidad de las
inhabilitaciones a los líderes y un canal humanitario para paliar, aunque sea
en parte, el hambre y la miseria a la que tiene sometida la dictadura a la
población de su país.
6. No hay ninguna
contradicción entre exigir el fin del régimen de Maduro y a la vez la inmediata
convocatoria a elecciones. Por el contrario: la lucha por elecciones libres ha
hecho posible ese inmenso apoyo internacional que hoy tiene la oposición. A la
vez, imponer elecciones libres significa salir de la dictadura. Por eso, el
llamado a elecciones libres –tengan lugar o no- debe ser considerada como la
más radical de las exigencias. Por el contrario, exigir la caída de Maduro
pasando por alto la razón electoral, delegaría todas las esperanzas a una
hipotética ruptura al interior de las FANB, rupturas desde donde deberían
surgir supuestos generales redentores de la nación. Por esas razones, todo
llamado a derribar a Maduro sin exigir elecciones libres, es directa o
indirectamente golpista. Sin elecciones de por medio, solo los militares
pueden derribar a Maduro.
7. No se excluye
por supuesto que los militares puedan experimentar rupturas o divisiones, como
ha sucedido en diversos procesos históricos. Pero esas solo pueden ser posibles
si los militares son confrontados directamente con la Constitución y no con
llamados a derribar a una dictadura de la cual no pocos de ellos forman parte.
Pues en la Venezuela de Maduro los militares no solo cumplen la función de
defender a grupos en el poder. Ellos mismos son parte del poder; y como
militares, no siempre entienden la diferencia entre el poder y la violencia.
8. El quiebre del
estamento militar es solo una hipótesis entre varias. Pero intentar hacer
política en torno a hipótesis o escenarios imaginarios, es renegar de la política. Eso no impide
mantenerse preparados frente a la posibilidad de que se produzcan
acontecimientos inesperados. La historia del futuro no está escrita.
9. La dictadura de Maduro, como toda dictadura,
es una dictadura militar. Bajo esas condiciones, los militares, si acceden
directamente al poder, puede que lo hagan solo para cambiar una dictadura
militar con Maduro por una dictadura militar sin Maduro. En pocos países
del mundo, en Venezuela menos, los militares se han caracterizado por ser
baluartes de la democracia. Así lo ha entendido el presidente de la AN, Julio
Borges, quien se dirigió en los momentos previos al 19-A a las FANB no para
invitarlas a hacerse de un poder que en el hecho ya tienen, sino para exigirles
el mínimo respeto que merece la Constitución Nacional. A la misma a la cual
juraron obediencia. Más no se les debe pedir.
10. Las jornadas
iniciadas el 19-A han sellado una triple unidad. Unidad entre los partidos.
Unidad entre los líderes con sus representados, líderes que lo han dado todo
poniendo incluso en juego la integridad corporal. Y, no por último, unidad de
la oposición con los gobiernos democráticos del mundo y con esa solidaria OEA
dirigida por Luis Almagro. Si esa triple unidad se mantiene, los días que anuncian el
fin de la dictadura no se verán muy lejanos.