Con la validación
de sus partidos, la oposición ha recuperado la unidad perdida.
No sabemos todavía
si la validación es un capítulo en sí o si será un subcapítulo de un capítulo
largo que se llama “elecciones, ya”.
Elecciones; sí.
Porque la validación, por si no lo han entendido algunos, es un paso encaminado
a la realización de elecciones. O si se prefiere, es un procedimiento
pre-electoral. Nadie salió a validar para hacer vida social, sino a manifestar
la más abierta, la más decidida y la más subversiva disposición a favor de unas
elecciones que el régimen persiste en no convocar. El pueblo político
venezolano ha reafirmado así su vocación electoral.
En los instantes en
que escribo estas líneas han revalidado tres partidos importantes de la
MUD: Voluntad Popular y Primero Justicia, después que lo hiciera Avanzada Progresista. Tanto los unos como
los otros, unidos o compitiendo entre sí (es legítimo) desactivaron la trampa
tendida por el gobierno. Gracias a la validación de sus partidos, la MUD ha
decidido caminar unida a través de la ruta electoral. Ruta que no fue escogida
como quien lo hace con una sigla o con un color. Se trata de la ruta que se ha
dado la ciudadanía (incluyendo a la chavista) y ella está inscrita en las
páginas de la constitución nacional.
Vanos han sido los
intentos cupulares (del régimen y de la oposición a la oposición) por apartar a
la ciudadanía de esa, su ruta. Y seguirán siendo vanos. Pues vías no
electorales existen solo allí donde no hay partidos, ni ciudadanía, pura masa y
pueblo disgregado. A través de la validación de sus partidos los ciudadanos
venezolanos han dicho en cambio: queremos elecciones, queremos votar, queremos
elegir. Y queremos partidos para expresar publicamente nuestras diferencias y
posiciones, ya sea frente al gobierno, ya sea frente a nosotros mismos.
El régimen se
encuentra acorralado por su propia historia. El chavismo, no hay que olvidar,
nació como fuerza electoral y electoralista. El madurismo en cambio, al
volverse anti-electoralista, traicionó el legado de Chávez.
No interesa mucho aquí saber si
Chávez habría hecho lo mismo que hoy hace Maduro: impedir a las elecciones. Probablemente habría intentado adoptar el discurso de
la dictadura de Cuba: declarar a las
elecciones como un arma de la burguesía y decretar sin vacilaciones, “la
dictadura del pueblo”. Pero aún en ese punto hay una gran diferencia entre
Castro y Maduro.
Fidel Castro jamás
llamó –habiendo podido hacerlo- a elecciones. Por el contrario: desde el
comienzo, siguiendo el ejemplo de Lenin, las suprimió, declarándose enemigo de
ellas. Nunca intentó exhibir ínfulas democráticas como hizo Chávez. En
cambio Maduro no solo ha negado las elecciones. Es peor todavía: se
las ha robado a un pueblo que las tenía. En ese sentido Maduro ha cometido un
crimen político de enorme magnitud.
No hay delito
constitucional más grande que robar elecciones a un pueblo cuando este ha
probado ser mayoría en contra de un gobierno. Pues sin elecciones el pueblo
pierde su condición ciudadana y deja, por lo mismo, de ser un pueblo político.
Votar es elegir. Y
elegir es pensar. Quien no elige no piensa. Las elecciones adquieren un significado existencial en la mantención de la condición
ciudadana. Sin elecciones, mueren los ciudadanos. Nacen los súbditos.
No se trata en este
caso de elegir una vía para deshacerse de un mal gobierno. Se trata de mucho
más. Se trata de recuperar la más elemental de las dignidades del ser político,
sea este individual o colectivo: el derecho soberano a elegir a sus
representantes. Eso es lo que jamás podrán entender los anti-electoralistas de la oposición. Para ellos, al igual que para Maduro, las
elecciones no son una razón de ser: son un simple medio instrumental del que se
puede hacer uso o no, de acuerdo a las circunstancias.
Cuando el régimen de Maduro bloqueó la vía del revocatorio -tan electoral y
constitucional como son las elecciones regionales y generales- mostró al
mundo su vocación radicalmente
dictatorial.
El capítulo del
revocatorio fue interrumpido, como es sabido, por un diálogo al que fue
sometida –no hay otra palabra- la MUD. La lucha por las elecciones retoman por lo tanto el hilo que intentó cortar el régimen valiéndose del nefasto diálogo. En
ese sentido las jornadas por la validación significan un encuentro de la
oposición consigo misma.
Podríamos, en
retrospectiva, afirmar que las luchas por el revocatorio fueron objetivamente
un ensayo general para las actuales luchas por las elecciones que han comenzado
gracias a la validación de los partidos de la unidad. El clamor
internacional y nacional, exigiendo la convocatoria a elecciones, es cada día mayor.
La misma Carta Democrática de la OEA, si no fuera por el ultimátum que exige prontas elecciones, solo sería un montón de hojas sin ningún valor práctico. Pero de acuerdo a la redacción y forma que dio Luis Almagro al texto, es un documento para-electoral. Lo que ha dado sentido y lógica a sus líneas es la exigencia o ultimátum a convocar prontas elecciones. De tal modo, esa minoría absoluta de la oposición que niega a las elecciones se sitúa, objetivamente, en contra de la Carta Democrática de la OEA y por lo mismo a favor de Maduro. Hay que decirlo de una vez.
La misma Carta Democrática de la OEA, si no fuera por el ultimátum que exige prontas elecciones, solo sería un montón de hojas sin ningún valor práctico. Pero de acuerdo a la redacción y forma que dio Luis Almagro al texto, es un documento para-electoral. Lo que ha dado sentido y lógica a sus líneas es la exigencia o ultimátum a convocar prontas elecciones. De tal modo, esa minoría absoluta de la oposición que niega a las elecciones se sitúa, objetivamente, en contra de la Carta Democrática de la OEA y por lo mismo a favor de Maduro. Hay que decirlo de una vez.
Naturalmente, como
ha señalado Maduro, el régimen puede vivir sin la OEA. También puede vivir sin
elecciones, con cárceles repletas, con represión cubana y hambre africana, sin
pan, sin justicia, y sin nada. Pero, ¿hasta cuándo? Hasta que la presión
nacional y la internacional lo obliguen a tomar un camino contrario. Porque sin
lucha por las elecciones, eso está claro, no habrá elecciones. Como ocurrió con
el revocatorio, las elecciones no solo son un fin, son un medio de lucha.
Los escépticos
preguntarán: Y supongamos que al fin hay elecciones. ¿Después qué? A esa
pregunta solo cabe responder: no nos contemos más el cuento de la lechera. La
política será siempre una actividad de corto plazo. La política vive de sus
circunstancias y de las reacciones frente a acontecimientos casi siempre
inesperados. La política es, en fin, contingente. Para el largo plazo están los
filósofos de la historia, los ideólogos y los horóscopos. De ahí que por el
momento solo podemos señalar, citando a Luis Almagro: "de una dictadura se sale con elecciones libres". PS. Durante las validaciones aparecieron algunas candidaturas a primarias pre- presidenciales. Aunque es demasiado prematuro proclamarlas, no está del todo mal que así sea. La MUD no es un partido sino una confederación de partidos. Con candidatos propios, con perfiles personales claramente definidos, los partidos se comprometen a llevar la lucha electoral hasta el final. Ya no hay vuelta atrás. Elecciones ya.