Las noticias buenas
nunca son buenas noticias, dicen los periodistas. Una noticia buena para un
medio periodístico debe provocar alarma, estupor, sorpresa, miedo, escándalos y
emociones. En cambio; las buenas noticias no son vendibles.
Leyendo los
periódicos europeos se obtiene por ejemplo la noticia de que Europa se hunde en
el pantano de una polarización política formada por “los populismos” de extrema
derecha y de extrema izquierda. Pero si uno revisa los resultados de las
últimas elecciones, la impresión es diferente.
En efecto, las más
recientes elecciones han sido ganadas no por los extremos sino por el centro
político. La tendencia predominante, luego, no es la polarización sino la
despolarización de la política europea. Una buena noticia para la política pero
no para los medios.
Entendemos como
centro político no a los partidos “del medio”, sino a los que asumen los
problemas reales de sus naciones marcando distancias radicales (sí, radicales)
con los fundamentalismos, sean de izquierda extrema o de los partidos trifóbicos
(homo, euro y xenofóbicos)
El antieuropeismo
(en lugar del antimperialismo), el pro-putinismo (en lugar del pro-sovietismo),
el discurso en contra de la progresía (en lugar de la burguesía) de líderes
como Wilders y Le Pen, son representaciones ideológicas diferentes pero
equivalentes a las que cultivó la izquierda extrema en el pasado reciente.
En cierta medida
los partidos fóbicos cubren el hueco dejado por el declive de los partidos
socialistas y comunistas. Pero no son solo sus sustitutos; son, en cierto modo,
sus herederos. Así se explica por qué Wilders, al reconocer su derrota, no tuvo
mejor idea que recurrir a una manida frase de las antiguas izquierdas: “nuestra
revolución continúa”.
En todos los
lugares donde han sido derrotados, los partidos fóbicos han sucumbido frente a
partidos políticos o combinaciones de centro. Esa es la gran diferencia con
respecto a la época del auge del fascismo, surgido frente al crecimiento del
polo contrario formado por comunistas y socialistas. Hoy, en cambio, los
neofascistas chocan con el centro. Pero se trata de un nuevo y combativo centro
político.
Ese nuevo centro
político ha sido construido sobre dos planos. Por una parte, mediante un leve
giro hacia la izquierda de partidos y líderes de centro-derecha. Por otra,
gracias al surgimiento de nuevos partidos dispuestos a coalicionar con la
izquierda o con la derecha si se trata de defender a la UE y a los principios
de la democracia liberal.
En el primer plano,
encontramos casos como el del conservador ecologista Alexander Van der Bellen
quien en Austria logró derrotar al extremista Norbert Hofer, el del centro
derechista Mark Rutte en Holanda quien igualmente desplazó al extremista Geert
Wilders, y sobre todo, Angela Merkel, quien ha logrado transformar a la ayer
muy conservadora CDU, en un partido liberal y social, desplazando a la
socialdemocracia a un lugar secundario. No sin razón los extremismos fóbicos
han hecho del anti- merkelismo una doctrina.
En el segundo plano
hay que consignar el aparecimiento de nuevos partidos políticos como Ciudadanos
de Albert Rivera en España y En Marcha de Emanuel Macron en Francia. El
primero se levanta en contra del micro-nacionalismo escisionista. El segundo,
en contra del macro-nacionalismo anti-europeo.
El nuevo centro
político ha sido un invento de la cultura política europea, hecho para
defenderse a sí misma. Esa, claro está, no es una noticia buena para los
medios. Pero no deja de ser una buena noticia.