Fernando Mires - EL NUEVO CENTRO DE LA POLÍTICA EUROPEA



Las noticias buenas nunca son buenas noticias, dicen los periodistas. Una noticia buena para un medio periodístico debe provocar alarma, estupor, sorpresa, miedo, escándalos y emociones. En cambio; las buenas noticias no son vendibles.
Leyendo los periódicos europeos se obtiene por ejemplo la noticia de que Europa se hunde en el pantano de una polarización política formada por “los populismos” de extrema derecha y de extrema izquierda. Pero si uno revisa los resultados de las últimas elecciones, la impresión es diferente.
En efecto, las más recientes elecciones han sido ganadas no por los extremos sino por el centro político. La tendencia predominante, luego, no es la polarización sino la despolarización de la política europea. Una buena noticia para la política pero no para los medios.
Entendemos como centro político no a los partidos “del medio”, sino a los que asumen los problemas reales de sus naciones marcando distancias radicales (sí, radicales) con los fundamentalismos, sean de izquierda extrema o de los partidos trifóbicos (homo, euro y xenofóbicos) 
El antieuropeismo (en lugar del antimperialismo), el pro-putinismo (en lugar del pro-sovietismo), el discurso en contra de la progresía (en lugar de la burguesía) de líderes como Wilders y Le Pen, son representaciones ideológicas diferentes pero equivalentes a las que cultivó la izquierda extrema en el pasado reciente.
En cierta medida los partidos fóbicos cubren el hueco dejado por el declive de los partidos socialistas y comunistas. Pero no son solo sus sustitutos; son, en cierto modo, sus herederos. Así se explica por qué Wilders, al reconocer su derrota, no tuvo mejor idea que recurrir a una manida frase de las antiguas izquierdas: “nuestra revolución continúa”.
En todos los lugares donde han sido derrotados, los partidos fóbicos han sucumbido frente a partidos políticos o combinaciones de centro. Esa es la gran diferencia con respecto a la época del auge del fascismo, surgido frente al crecimiento del polo contrario formado por comunistas y socialistas. Hoy, en cambio, los neofascistas chocan con el centro. Pero se trata de un nuevo y combativo centro político.
Ese nuevo centro político ha sido construido sobre dos planos. Por una parte, mediante un leve giro hacia la izquierda de partidos y líderes de centro-derecha. Por otra, gracias al surgimiento de nuevos partidos dispuestos a coalicionar con la izquierda o con la derecha si se trata de defender a la UE y a los principios de la democracia liberal.
En el primer plano, encontramos casos como el del conservador ecologista Alexander Van der Bellen quien en Austria logró derrotar al extremista Norbert Hofer, el del centro derechista Mark Rutte en Holanda quien igualmente desplazó al extremista Geert Wilders, y sobre todo, Angela Merkel, quien ha logrado transformar a la ayer muy conservadora CDU, en un partido liberal y social, desplazando a la socialdemocracia a un lugar secundario. No sin razón los extremismos fóbicos han hecho del anti- merkelismo una doctrina.
En el segundo plano hay que consignar el aparecimiento de nuevos partidos políticos como Ciudadanos de Albert Rivera en España y En Marcha de Emanuel Macron en Francia. El primero se levanta en contra del micro-nacionalismo escisionista. El segundo, en contra del macro-nacionalismo anti-europeo.
El nuevo centro político ha sido un invento de la cultura política europea, hecho para defenderse a sí misma. Esa, claro está, no es una noticia buena para los medios. Pero no deja de ser una buena noticia.