Es solo un tema de
proporciones. Los cambios de humor son una constante. Todo depende de su
intensidad y frecuencia. Solo en casos extremos, cuando los cambios son súbitos
e inesperados, los especialistas están facultados para hablar de trastornos
bipolares.
Quizás lo mismo
ocurre en las relaciones sociales. En situaciones límites, durante, o como
resultado de amenazas reales o imaginarias, suelen darse bipolaridades, no solo
entre posiciones extremas, sino, además, en el grado de intensidad de sus
manifestaciones.
Importante es
destacar que tanto en los trastornos psíquicos como en los sociales la
bipolaridad se caracteriza no solo por la polarización en sí, sino por su
interdependencia. La alteración proviene, en efecto, de la imposibilidad de que
se produzca lo que los filósofos llaman, unidad de los contrarios.
En sentido
hegeliano la unidad de los contrarios – es decir, la mantención, no la
supresión de una contradicción – surge de la síntesis entre la negación y la
afirmación. Integrar posiciones contrarias –sin que dejen de ser contrarias- es
por lo mismo, un signo de estabilidad y madurez. Hay, sin embargo, individuos y
colectividades que no logran integrar (aceptar) sus contradicciones.
El tema de la
interdependencia entre los polos merece ser tratado con atención. La depresión
depende de la euforia. Al revés ocurre lo mismo. Mientras más alto es el grado
de una, mayor será el de la otra.
Pues bien, no solo
en formaciones individuales, también en las colectivas, suelen darse
situaciones de bipolaridades interdependientes. Los extremos se tocan, es una
frase usual en política. En un sentido geométrico es incorrecta. En uno
político es correcta.
Para poner un
ejemplo, quizás el más notorio: en las sociedades europeas se está dando hoy
una polarización interdependiente entre dos fenómenos: el radicalismo islámico
terrorista por un lado, el radicalismo neo-fascista por el otro. En gran medida
entre ambos fenómenos existe interdependencia. Imposible es constatar cual polo
apareció primero. Lo cierto es que antes de que interactuaran, ambos existían
solo potencialmente. Mas, a partir del momento en el que se ha producido el
enlace interactivo, ambos comienzan a crecer paralelamente. En términos
biológicos suele hablarse en estos casos de procesos de retro-alimentación.
Escribo estas notas
porque acabo de leer un comentario en un periódico en el cual su autor afirma
que en Francia la situación política es tan inestable que bastaría un simple
acontecimiento para que la balanza electoral se inclinara hacia uno u otro
lado. El autor afirma que, si por
ejemplo en los días pre-electorales tiene lugar otro crimen terrorista cometido
por alguna organización islamista, el triunfo de Marine Le Pen estaría cien por
ciento garantizado. De tal modo, las fuerzas de Le Pen necesitan objetivamente
de un acto terrorista del mismo modo como las fuerzas liberales necesitan que
no pase nada.
Y bien, si el autor
de ese comentario tiene razón, significaría simplemente que la sociedad
francesa ya no cuenta con medios para procesar los acontecimientos de modo
colectivo a través de la comunicación discursiva (Habermas).
Efectivamente, que
el destino político de toda una nación pueda ser decidido por la acción o
inacción de un grupo terrorista, hace pensar que el conjunto social carece de
un aparato sintetizador que le permita integrar contradicciones y evitar así la
desintegración interna.
Ese aparato (Freud)
que sintetiza y arbitra en cada uno, se llama YO. En una nación, sociedad o
cultura, ese aparato se llama NOSOTROS: