Viernes de la Poesía - TRES POEMAS DE ALEJO URDANETA



LABOR SIN PREMIO

Las manos costureras
cumplieron la faena del hilo
dejaron su labor por una canción
que la llamaba en gemidos.
A su lado estaba el libro de los cuentos,
libros que fueron compañía y ahora sombras
Destellos de la memoria.

En la mañana llegaba el ruido
y el martillo  del herrero
sonaba a golpe de música de Mahler
en patética armonía

Y giraba el torno
al igual que los relojes de la espera
heroísmo en cada gesto
dolor o esperanza
en el rostro del labriego.

No hay tregua
ni descanso en el sendero de la tarde.
Ha llegado a lavar su cuerpo
arrullar al hijo ya dormido
a la mujer sin rueca ni tejido
*

Otra jornada de labor sin premio.


AMANECER LLUVIOSO
(Recreaciòn sobre un poema de Paul Eluard )
Toda la noche
contemplé tu rostro
en los sueños de la lluvia.
Todo tengo que adivinarlo
en la tiniebla de no saber
si las sombras del nocturnal
me conceden
el poder de tenerte mía.

Es un sueño
bienvenido al envolverte desde la inmovilidad.
Una llama invisible te canta
con el fuego de la estrella,
con el rumor de la noche.

Si te vas
al amanecer,
la puerta se abrirá a la oscuridad
y nunca tendré la luz que dejaste al partir.

Se abre la puerta hacia mí mismo
en la alborada.



DESDE LA MÁS ALTA TORRE

Subí a la cumbre de piedra
y quise ver el mundo
Aire silencioso en la antigua atalaya
espacio de aves sobre el océano de la tierra
Colores, hombres y bestias
puntos minúsculos en la vastedad del prado
El viento sopla sobre la simetría imbatible
de la catedral del tiempo.

Encandilado
puedo sentir la nostalgia del momento ido
 orgullo pasajero
ya sin abrigo
Desde aquí la pradera es movimiento
yo soy idea sin cuerpo
contemplador del otoño
El follaje ya no está
ha caído a los pies de la mole

Es la voluntad en la alta torre
contra el invierno insinuado
en grises volutas.
Una aguja en la cumbre
es dura espada que vuela
y nos hace evocar
el poderío perdido en largas distancias
Lluvia – viento
donde el hombre no es dueño
Solo contemplador.

Aquí estoy
 el mundo mira mis manos vacías
mientras allá en el valle
estará por siempre el quehacer humano
con herramientas de moho
labriegos que no se cansan
Las construcciones que no hice
se levantarán en nuevas torres
 campanarios de oración y cielo de tormenta.


De piedra se talla la vida
sin alterar el paso de las nubes
Dejé el humo en cada tranco
con ansiada pureza
y deseos de eternidad
Y la torre estaba indiferente.