No
era solo parte de su campaña electoral. Dos días antes de asumir su mandato, el
presidente Trump desató brutales ataques en contra de Angela Merkel, ataques
que ella, fiel creyente de la razón diplomática, no respondió.
Como
si hubieran obedecido a una orden, las agrupaciones neo-fascistas y
nacionalistas que asolan Europa -Marine Le Pen a la cabeza, secundada por el
“liberal” islamófobo Geert Wilders y la ultraderechista alemana Frauke Petry-
reunidos en Coblenza (21.01) en una especie de cónclave internacional de los
neo-fascistas del siglo XXl, acordaron hacer de Merkel el blanco de sus
ataques.
“Europa
necesita a Frauke y no a Angela” fue el grito del holandés Wilders. Y, después,
una calculada provocación que provocó escalofríos entre los demócratas
alemanes: “Ayer, una nueva América,
hoy Coblenza y mañana una Nueva Europa”. La alusión positiva a la consigna de Hitler era
inconfundible: (“Hoy nos pertenece Alemania, mañana todo el mundo”)
Desde
Moscú y Estambul respectivamente, Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan tomaban
notas.
Para
el jerarca ruso, Merkel aparece como el principal adversario en un proyecto
expansionista cuya realización pasa por la desintegración política de Europa.
Erdogan,
convertido en dictador, ve también en Merkel el obstáculo para el proceso que
llevará a Turquía a convertirse en una nueva edición del imperio otomano.
Por
si fuera poco, las tres principales organizaciones de la izquierda radical
europea, Podemos en España, Syriza en
Grecia y Die Linke en Alemania, han convertido a Angela Merkel en objeto
predilecto de agresión. Para esa izquierda, Merkel no es más que una
representación moderna del “gran capital” internacional.
No
deja de ser sintomático el hecho de que la dirigente del partido alemán Die
Linke, Sara Wagenknecht, lance invectivas en contra de Angela Merkel, no
desde Alemania, sino desde Russia Today, medio televisivo ruso al
servicio de Putin. Más todavía: los periodistas han podido comprobar que las
invectivas de Wagenknecht en contra de Merkel, sobre todo con relación al tema
migratorio, han coincidido exactamente con las palabras pronunciadas por Petry
desde la cada día más facistizada AfD.
Que
Merkel sea el principal enemigo de neo-fascistas, derechistas e izquierdistas,
es un hecho que se entiende de por sí. Merkel es la representación simbólica de
una Europa unida y de los valores democráticos de nuestro tiempo. Más aún: de
todos los gobernantes europeos, Merkel es la única en condiciones de crear una
alianza sin traumas entre las corrientes principales de la política europea: la
conservadora, la socialdemócrata y la liberal. Ya vimos como en España, la disyuntiva de apoyar o no a Rajoy llevó al
despedazamiento del PSOE. No será menos difícil para la izquierda francesa
apoyar al conservador Fillon en contra del peligro lepenista.
Tienen
razón desde su punto de vista los neo-facistas y ultra-nacionalistas. Merkel
es, para ellos, el enemigo principal. La enemistad declarada por Trump a Merkel
obedece en cambio a razones algo diferentes.
El
discurso del trumpismo no es una suma de imprecisiones “populistas” como
suponen algunos observadores. Si se analiza cada discurso de Trump y no ponemos
solo atención en sus gestos histriónicos ni en sus diatribas sexistas, podemos
encontrar un hilo que nos conduce nada menos que hacia un cuerpo doctrinal cuyo
fundamento es la sustitución de la razón política por la razón económica.
Sustitución, léase; no determinación. (Sobre ese tema será necesario redactar
muchas páginas en el futuro próximo).
Para
el determinismo economicista (liberales y marxistas) la política está
determinada por la economía. Para el trumpismo en cambio, la política es
la economía. Y como es sabido, el eje del anti-discurso del trumpismo,
vale decir, su principal enemigo, es el libre comercio y su representante
política más activa, Angela Merkel.
Merkel,
canciller de una nación que vive de sus exportaciones, es para Trump un enemigo
natural. De ahí la perversa asociación que comienza a ser tejida entre el
trumpismo americano y el neo-fascismo europeo, en todas sus variantes.
La orden tácita es una sola: disparar contra Angela Merkel. Lo están
haciendo muy bien.