Todos los años nos
deseamos un feliz año. Para muchos una fórmula social, un procedimiento, un
ritual que hay que hacer simplemente porque hay que hacerlo.
Ya decir feliz año
contiene un absurdo. Nadie, ni el más suertudo, puede ser feliz a lo largo de
todo un año. Es que la felicidad no tiene fecha, simplemente aparece de pronto.
Y luego se va. Sin embargo, nos seguimos deseando un feliz año.
Pero a lo mejor
queremos desearnos otras cosas. Desearnos por ejemplo que durante los
siguientes 365 días tengas la menor cantidad de desgracias posibles. O que lo
bueno sea más que lo malo. O que la vida (o la salud) le gane la pelea a la
muerte. Entonces, está bien. Que así sea: Feliz Año Nuevo.
Con esa frase de
rigor establecemos una relación con las personas y con el tiempo que vivimos.
Por cierto, el 1-1 es una fecha como cualquiera otra. Pero al mismo tiempo no
lo es. Su origen agrario es indesmentible. El año nuevo fue una vez el día en
el cual los campesinos hacían el recuento entre lo sembrado y lo cosechado.
Después de todo la humanidad reposa sobre una base campesina. Venimos de los
campos y al igual que nuestros antepasados, sembramos y cosechamos.
Una parte de mi
cosecha la hago en POLIS, mi revista, mi Blog, el medio con el cual me pongo en
comunicación con el mundo exterior: con mis amigos, con mis enemigos y con los
ya miles de desconocidos que leen lo que allí se publica.
POLIS es una
revista política y a la vez personal. Allí publico los textos que me parecen
interesantes así como los de un grupo de colaboradores que se han ido
integrando. Pero POLIS es, o quiere ser, además, cultural. La cultura y la
política son los dos ámbitos en los que siempre me he movido.
La poesía, dentro
de lo cultural, ocupa en POLIS un lugar destacado. La razón es la siguiente:
soy de los que piensan que la lógica racional no es la única posible para
acceder a la realidad que nos rodea. Es necesario, creo yo, incursionar en
otros espacios para dar cuenta de lo que sentimos y pensamos. La poesía juega allí un papel: es el
arte de decir con palabras lo que no se puede decir con palabras: es decir, una
imposibilidad. En esa imposibilidad reside su importancia.
Pero antes que nada
POLIS es y seguirá siendo una publicación dedicada al debate. En sus diferentes
artículos, en los míos también, suele haber opiniones encontradas. POLIS, en
efecto, nació portando el convencimiento de que no hay ninguna verdad total y
absoluta. Por eso en sus páginas no tienen cabida los textos que proclaman dogmas
inapelables.
POLIS es,
definitivamente, una publicación anti-ideológica. Pero no es imparcial ni mucho
menos neutral. Mantiene un compromiso militante con la democracia, no solo como
forma de gobierno sino como forma de vida y de resistencia a todo lo que oprime
y no deja ser. Por lo mismo POLIS es una enemiga de todos los sistemas
autocráticos, dictatoriales, personalistas, militaristas. Estén donde estén.
Vengan de donde vengan. Sean de derecha o de izquierda.
Sin embargo, al
hacer un recuento de los textos publicados en POLIS durante el año 2016, he
llegado al convencimiento de que este año no ha sido positivo para la razón
democrática. Quizás el hecho más trágico es que Europa, cuna de la democracia,
yace entrampada entre el terrorismo islamista y un neofascismo homófobo,
xenófobo y eurófobo. Las elecciones de Abril en Francia serán decisivas. Si la
Le Pen se hace del poder, la Alemania de Merkel deberá convertirse en el último
baluarte de la democracia europea.
Los personalismos
autoritarios priman por doquier. 2016 no ha sido el año de los estadistas sino
el de las “personalidades fuertes” llámense
Erdogan, Netanjahu, Orban y principalmente Putin a quien Angela Merkel
definiera como el jefe de una potencia territorial del siglo XlX enclavada en
el siglo XXl. El peligro no viene de cada una de esas diferentes
“personalidades” sino de las relaciones bilaterales y multilaterales que pueden
darse –de hecho se está dando- entre ellas. Más peligroso todavía es que cada
una de esas “personalidades” busca perfilarse recurriendo al trasfondo
carismático de una religión, cualquiera que ella sea. Razón para pensar que el
integrismo, vale decir, la fusión de lo religioso y de lo político, está de
vuelta en la historia. Eso significa
que no solo los usos democráticos están en peligro. Además, lo está la propia
secularización. No olvidemos en ese sentido que la democracia y la
secularización nacieron juntas. Son hermanas siamesas. Solo cabe esperar que no
mueran juntas. No solo en contra, también en nombre de Dios han sido cometidos
los crímenes más horribles de la historia.
Putin -eso lo
descubrió Obama antes de entregar su gobierno- acaricia el proyecto de la
reconstitución de una Rusia imperial de dimensiones territoriales superiores a
las de la Rusia zarista y de la Rusia estalinista. Donald Trump, al parecer, no
lo sabe o no quiere saberlo.
Donald Trump: Para
algunos una incógnita, para otros una amenaza. Como sea, ya dados a conocer
casi todos los nombres de los nuevos ministerios se puede llegar a la deducción
de que Trump marcará un negativo punto de inflexión en la tradición democrática
y republicana de los EE UU. Su
propósito parece ser el de asegurar un amplio lugar a su nación pero al precio
del establecimiento de un nuevo orden mundial destinado a ser repartido entre
los estados más militarizados del planeta.
La única novedad
positiva del recuento es que en América Latina el panorama no parece ser tan
siniestro como en otras zonas del mundo. Las conmociones anti-populistas
vividas por los dos países más significativos de la región, Argentina y Brasil,
abrirán probablemente el paso a sistemas de rotación política libres de
liderazgos mesiánicos. El avance hacia la democracia, iniciado después del
derrumbe de las dictaduras militares del siglo XX -parcialmente interrumpido
por la aparición de las autocracias caudillescas del socialismo del siglo XXl– continúa su marcha. El
reeleccionismo de Evo Morales sufrió un serio revés en el plebiscito de
Febrero. Solo quedan la dictadura militar cubana, la dinastía de la familia
Ortega en Nicaragua y el régimen militarista de Maduro en Venezuela.
El chavismo ha
experimentado una mutación: mayoritario, populista y electoralista en sus
orígenes, ha llegado a ser hoy una dictadura minoritaria, antipopular y
anti-electoral. Venezuela es, evidentemente, social, política, económica y
moralmente visto, una nación en peligro. Por esa razón POLIS seguirá
manteniendo su solidaridad con los sectores democráticos de ese país (no todos
en la oposición lo son), con los presos políticos y sus familiares, y con el
restablecimiento del orden constitucional. Lo que se juega en Venezuela no solo
tiene que ver con Venezuela.
POLIS continuará
siendo una tribuna abierta en contra de todas las formas de opresión y
autoritarismo que aparezcan en la región y aún más allá.
Reiteramos: 2016 no
ha sido un gran año para la cosecha democrática. Pero hay que continuar
sembrando. Esa es la razón por la cual, POLIS, a través de su director -amén de
tramoyista, formateador, diseñador y escribidor- desea a todos sus lectores un
Feliz Año Nuevo. Y que cada uno entienda por ello lo que más quiera.
Un simbólico
abrazo.
Fernando Mires