LOS DIFUNTOS
Los difuntos han
estado hoy muy cerca,
algunos han
dejado hasta el olor
de sus zapatos
mojados; otros, sus puñales asesinos,
gotas de sangre,
revólveres y hasta cartas de despedida.
También nos han
legado sus abanicos y sus abrigos,
sus boinas y sus
pipas, sus vestidos y sus pelucas.
Los difuntos,
mira tú, nunca han terminado de irse.
Ni siquiera
cuando están completamente ausentes,
nos muestran su
ausencia, sus vacíos y sus huecos.
Vivimos rodeados
de difuntos,
no tenemos ni
siquiera que recordarlos,
están ahí,
mirándonos con extraña curiosidad
Ellos saben que
constituyen la absoluta mayoría
Y que nosotros de
ellos solo somos sus recuerdos.
Ellos son, al fin, los soberanos del presente eterno.
Para ellos, los
difuntos, nosotros solo somos su pasado.
EL ACOSO
Ella, la infinita
muerte entra por mis cuatro esquinas,
me rodea con la
furia de sus atroces automóviles,
con el espanto de
la tos que me silencia,
con este dolor
entre ceja y ceja y con la ida
para siempre de
la voz de una presencia lejana.
Está, como si
fuera una diosa, en todas partes
y me espera en un
lugar del tiempo
escondida, debajo
de mis sandalias
mientras yo, con
mi pedazo de pan,
con un vaso de tinto, con un poema fortuito,
y con una carta
en el bolsillo, sigo mi camino.
Cuando me veas y me encuentres, no me ames.
EL TREN
Es triste irse.
Recuerdo cuando viajaba en los trenes desde Santiago al Sur
Me daba mucha
pena ver como detrás de la ventana iban quedando las casas,
la gente del
campo saludando con la mano en alto,
los sauces también viajaban y de pronto,
no sé como y por
qué entendí una vez que así era la vida.
Supe entonces que
todo lo que aparece queda atrás.
Y el tren sigue
siempre su destino.