Fernando Mires - 11 DE SEPTIEMBRE



11 de septiembre
Un 11 de septiembre marcó –no sé si para siempre- la historia de mi país y la de sus habitantes. Ese fue el día en el que Chile perdió su inocencia. Ese país alejado del mundo, esa delgada franja de tierra, esa, según Alonso de Ercilla, “fértil provincia y señalada”, no pudo resistir con su fragilidad los embates que venían desde su propio planeta.
La Guerra Fría nos convirtió en país negociable, una bola de ping pong con la cual jugaban Brechnev y Kissinger. La intromisión cubana nos convirtió en un país errático. La antigua izquierda, adocenada, parlamentaria, conciliadora, se convirtió de la noche a la mañana en revolucionaria. La derecha, en un tumulto de histéricos, conspiradores y golpistas. El ejército constitucionalista fue transformado por un cruel y sádico general en una horda de asesinos. Ese día pasamos a ser noticia mundial. El 11 de septiembre es para nosotros, los chilenos, el aniversario de la sangre.
La vía pacífica al socialismo terminó en una inmensa tragedia. Hoy las aguas han vuelto a sus cauces. Pero no hay chileno –aunque no lo haya vivido-  que no piense hoy en ese 11 de septiembre. En sus lutos, en sus desaparecidos, en sus amigos y familiares, en las traiciones, en el presidente muerto. En el miedo. Hoy, casi nadie en Chile quiere hablar del 11 de  septiembre. O lo que es igual, todos quieren hablar, pero sin decir nada. Está claro:
11 de septiembre.
Un 11 de septiembre marcaría después la historia del mundo y sus habitantes. Las torres gemelas, signos del progreso, del materialismo y del bienestar, fueron destruidas por un pequeño grupo de terroristas fanáticos quienes bajo las ordenes de Bin Laden desataron, con éxito, una guerra a todo el occidente democrático. Esa guerra se encuentra hoy en la plenitud de su curso.
Ya se han adueñado del Oriente Medio y en las ciudades de Europa planifican tozudamente sus ideales destructivos. Han soltado, además, a todos los demonios. Las migraciones más tumultuosas de la historia moderna dejan detrás de sí a naciones incendiadas y avanzan hacia las atestadas ciudades de Europa. Los ayer tranquilos europeos, hoy con mucho miedo, comienzan a emigrar en masa hacia los partidos de ultraderecha y neo-fascistas. Pese a que en términos históricos nos está prohibido hablar en subjuntivo, es inevitable pensar que todo esto comenzó con ese maldito 11 de septiembre: en New York.
Hay quienes ya están hablando de la desaparición política y cultural de Europa. Al fin y al cabo no hay que leer a Toynbee para saber que todas las culturas están destinadas a desaparecer. Y a renacer. Mala suerte, no me ha tocado vivir ningún renacimiento. Solo he vivido desaparecimientos.

11.09.16