Antes pensaba que
las novelas y los cuentos son buenos auxiliares para analizar relaciones
sociales y políticas. Hoy no solo pienso eso. Creo que para disciplinas como la
historia, la sociología y la política, la recurrencia a la narración literaria
es insustituible.
Los de Luis Freites
en su libro Barrio Bonito son, desde la perspectiva de una clasificación
literaria, cuentos. Pero pensando el libro como totalidad, bien podrían ser
materiales para una novela cuyo personaje central es una ciudad: Caracas.
Quiero decir,
Freites, a través de diversos personajes, hace hablar a “su” ciudad. En cierto
sentido, una obra ventrílocua. Pues cada uno de esos personajes da cuenta de
diversos espacios de esa Caracas terrible a la que Freites conoce intensamente.
Las diversas
personas que desfilan en el libro narran sus vidas con voces diferentes.
Freites parece conocerlos a todos. Hay dos alternativas: o él tiene un tremendo
poder de observación o simplemente ha vivido a Caracas en todos sus lugares. Si
esto último es cierto, no es para envidiarlo.
Repasemos los
diversos cuentos: Periquera, narra acerca del infierno paradisíaco de
las drogas. Bájate los pantaletas, de un psicópata sexual de clase media
baja. Barrio Bonito, de un “tierrúo” que vive entre el mundo virtual de
la tele y un cerruco miserable. El hijo de la sirvienta, de una clase
alta y ociosa creadora de la miseria social y política que hoy vive el país. Tahoe,
de una líbido alienada cuyo propietario desea “divorciarse” de una Compass.
Cadáver, de La Morgue, ese lugar donde tarde o temprano se encuentran
todos. Ahí vuelve a aparecer Maikel, el personaje de Barrio Bonito, pero esta vez como cadáver hablando con otros
cadáveres. Testimonios “vivos” de una gran tragedia urbana.
Y al final, una
narración extraña titulada Ponga a un Antonio en su vida la que por sí
sola no tendría ningún significado. Sin embargo, en el conjunto opera como la
llave que da sentido al libro.
Todos los
personajes tienen un punto en común. Son seres desesperados que buscan dar un
sentido a la vida. Sea en la drogadicción ilimitada, en el objeto sexual
inanimado, en un hombre pobre que muere con la pena de no haber llevado una
bolsa de plátanos a su familia, en un niño muy pequeño que para escapar de la soledad
se deja seducir por uno mayor, en el erotismo motorizado de alguien que quiere
amar a algo, aunque sea a una camioneta, en fin en esos seres hay enormes
vacíos de vida. Y cuando el principio de vida es débil, el de la muerte es
fuerte.
Cada uno puede ser
el portador del drama de Caracas (o de otras capitales latinoamericanas) en las
cuales no existe un orden fundado ni en la tradición ni en el orden
constitucional. Hasta el momento en que aparecerá, inevitablemente, el
redentor.
En la última
narración entendemos por qué una tropa de militares venales, politiqueros
corruptos, académicos fanatizados, todos siguiendo a un líder sin autocontrol,
lograron apoderarse de miles y miles de almas perdidas en el vacío. Por ese
vacío entraron, disfrazados con camisas rojas y gritando consignas rancias.
Pero esa pandilla no creó al vacío. Ese vacío estaba antes: en cada uno de los
personajes de Barrio Bonito, por ejemplo.
No solo quienes
disfrutamos de la buena literatura, también los que quieran entender el porqué
Venezuela está viviendo lo que vive, deberían leer Barrio Bonito.
Luis Freites es sin
duda un excelente escritor. Si continúa su camino, será uno de los mejores. Lo
tiene todo para serlo. Pero no hay que apurarlo. El sabrá hasta donde llega.