Merkmal
|
Anzahl
|
%
|
Wahlberechtigte (personas
con derecho a voto)
|
1 333 298
|
x
|
Wähler/Wahlbeteiligung
(participación electoral)
|
821 645
|
61,6
|
Gültige Stimmen (votos
válidos)
|
806 396
|
x
|
davon
|
||
SPD (Socialdemocracia)
|
246 393
|
30,6
|
CDU (Democracia Cristiana)
|
153 101
|
19,0
|
DIE
LINKE (La Izquierda)
|
106 259
|
13,2
|
GRÜNE
(Verdes)
|
38
834
|
4,8
|
NPD
(Neo-Nazis)
|
24
365
|
3,0
|
FDP
(Liberales)
|
24
475
|
3,0
|
AfD (Alternativa para Alemania)
|
167 453
|
20,8
|
Sonstige
(otros)
|
45
516
|
5,6
|
Los
periódicos –en épocas de crisis los de papel necesitan vender como sea- no se
han cansado de llenar las portadas con titulares sensacionalistas como si lo
que hubiera ocurrido el 4 de Septiembre del 2016 en las elecciones de
Mecklemburgo- Pomerania Occidental hubiera sido la novedad del siglo. Sin
embargo, dichas elecciones no hacen más que confirmar una tendencia que se
viene dando en todo el Este de Alemania, con repercusiones más leves en el
Oeste, a saber: crecimiento acelerado del nacional-populismo representado por Alternativa
para Alemania (AfD), partido vanguardia de la xenofobia, del anti-islamismo
y del anti-merkelismo.
En
suma, Alemania vive una revuelta (no solo electoral) en contra de los
principios democráticos y liberales prevalecientes después de la Segunda Guerra
Mundial. Esa revuelta, a su vez, forma parte de una sublevación europea en contra de los valores más preciados de la democracia occidental realizada, de modo paradojal, en nombre de la lucha en contra del Islam.
Como
ha ocurrido en otras elecciones, la clientela nacional-populista ha sido
reclutada en primer lugar en las filas de la CDU, sobre todo entre los
descontentos con la política migratoria de Angela Merkel. Pero en esta ocasión
la AfD logró superar a la CDU hecho que permite predecir que dentro de las
filas socialcristianas será desatada una campaña en contra de Merkel, poniendo
en peligro su reelección como canciller.
Desde
Baviera, la CSU, partido que bajo la dirección de su presidente, Horst
Seehofer, ha levantado políticas colindantes con AfD (xenofobia en lo nacional
y vinculaciones con el FN de Marine Le Pen y con la Rusia de Putin en lo
internacional) representa la expresión más radical del antimerkelismo
“interno”.
Una
alianza entre la CSU en Baviera, los sectores más derechistas de la CDU en el
Oeste, y AfD, sobre todo en el Este, parece estar programada.
Las
expresiones más radicales y xenófobas de la política alemana continúan anidadas
en el Este. En las elecciones del 4-S, solo con haber levantado la bandera del
anti-islamismo y una animadversión rayana en la histeria en contra de Merkel,
lograron una votación que ni ellos mismos imaginaban. Contrasta ese fenómeno
con la generosidad con que se las ha jugado la canciller por el Este.
Los
logros en materias económicas sociales en el Este alemán han sido notables bajo
Merkel.
Por
lo demás, en Mecklemburgo-Pomerania Occidental la población extranjera no
alcanza el 3%. Razón más que suficiente para pensar que los motivos del auge de
AfD hay que buscarlos más allá de la economía. Entre otros, en la herencia
anti-política heredada de la era comunista.
Diversos
estudios sociológicos han mostrado como la adhesión a los valores de la
democracia-liberal es mucho más baja en el Este que en el resto del país. La
proclividad hacia líderes y partidos autoritarios sigue siendo allí muy fuerte.
No fue casualidad que la post-estalinista Die Linke hubiera obtenido
desde un comienzo más adhesiones que los partidos democráticos que provenían
del Oeste. Luego, no debe extrañar tampoco que, después de la CDU, sea Die
Linke el partido desde donde las transferencias de votos hacia AfD han sido
las más altas
El
futuro de Merkel es problemático. Ni siquiera puede contar con un apoyo
decidido de los socialdemócratas. Con un oportunismo que raya en la
sinvergüenzura, su presidente, Sigmar Gabriel, mirando hacia las elecciones nacionales,
no ha ahorrado palabras para criticar la política migratoria de Merkel, a
sabiendas que esta no solo fue apoyada sino, además, elaborada en conjunto con
la SPD.
Quizás
recién el día en que la partidocracia alemana logre deshacerse de Angela Merkel
se darán cuenta los alemanes de lo que han perdido. Ni entre conservadores ni
entre socialdemócratas es posible encontrar una persona que como ella sea capaz
de vincular las dos más grandes tendencias políticas de la nación. Tampoco hay
otra figura integrativa en condiciones de garantizar la unidad dentro de los
socialcristianos. Y no por último, ni entre socialistas ni entre conservadores
hay un líder con la capacidad que ella tiene para llegar a un público más allá
de los partidos.
Las
elecciones de Mecklemburgo Pomerania- Occidental han sido un nuevo plebiscito
en torno al tema de las migraciones. Todas las próximas llevarán ese sello.
Como es de suponer, los sectores más democráticos tienen todas las de perder.
Más todavía si se tiene en cuenta que nadie –Merkel incluida- ha tenido el
valor de centrar el debate no solo en el como sino en el porqué.
Ese
porqué de las migraciones es fundamental. No obstante, asumirlo
significaría hablar de la guerra desatada por Putin en el Oriente Medio, de las
vinculaciones entre Erdogan y el ISIS, del genocidio que está cometiendo
Erdogan en estos mismos momentos al pueblo kurdo y de la negligencia de la UE
para reconocer a los verdaderos enemigos dentro del Islam. Esos enemigos no
son, en todo caso, los refugiados.
Los
emigrantes islámicos no son tampoco un fenómeno de la naturaleza. Ellos vienen
del infierno. Pero nombrar al infierno no aporta votos. Esa es la razón por la
cual los demócratas prefieren huir hacia el limbo. Quizás alguna vez entenderán
– lo dudo- que nombrar las cosas por su nombre es la única alternativa para
generar confianza y derrotar al miedo.
Mecklemburgo-Pomerania Occidental no ha sido más que un eslabón. Uno más en la larga cadena del miedo colectivo. Sin embargo, ese miedo no lo inventó AfD. Ese partido, y otros similares, son solamente sus parásitos.
Mecklemburgo-Pomerania Occidental no ha sido más que un eslabón. Uno más en la larga cadena del miedo colectivo. Sin embargo, ese miedo no lo inventó AfD. Ese partido, y otros similares, son solamente sus parásitos.