El alma me vuelve
al cuerpo
recuerdo otros
días ardientes,
me quedan goticas
de vida,
al cielo no lo
han nublado todavía,
vuela un pájaro
loco sobre mi mano,
y un nube más fea
que un mono se acerca
Me has rajado el dedo pulgar, rosa maldita
Esta tarde leeré
un libro lleno de misterios ocultos
y esta noche
escribiré sobre la maldad infinita
de las espinas,
“quienes”, como si fueran mujeres,
hieren los dedos
–los dedos, no el alma- de los hombres
cuando cultivan, escuchan y
beben el jugo de las rosas.