Puede ser que después de la muerte no haya nada, solo un vacío, pero el vacío es algo. O quizás hay algo más: otro espacio, otro tiempo, otro ser que no lleva tu nombre ni muestra tus cicatrices y sin embargo eres tú: una piedra, una arena, un rayo, un sol.
Puede ser que
dios no exista o que él solo sea el tiempo de la eternidad total, no un ser.
Solo un tiempo que deja de ser cada vez que es: un aliento, un soplo, un
lamento, una gota de agua, un irse y un volver.
Puede ser que ya
esté muerto o lo que es casi lo mismo, puede ser que no haya nacido todavía y
esté en otra parte: en un maíz, en una uva, en una hoja, en un lápiz.
Todo es posible.
Pero a partir de un determinado momento nada será igual a nada.
Porque caminaré
sobre un puente
Y todo estará y
será muy oscuro
Nadie sabe donde
terminará ese puente,
es largo, no hay
nadie
no hay ruidos.
No estarás ni
siquiera tú, amigo mago,
y yo no seré más
de aquí
y yo seré un
retrato, un zapato, un anillo, un eco.
Es el silencio
quien ahora aúlla.
Hoy he comenzado
a caminar sobre el puente.
Atrás van
quedando los miedos.
Mis piernas están
por terminar su recorrido.
Quien lo diría,
si parece que fue ayer
cuando nos
sentamos sobre el pasto,
en el Parque
Forestal, a contemplar
el paso de los
pelícanos morados del otoño.
Hoy estoy dejando
de ser igual a mí.
Hoy estoy
llegando casi al final del puente.