Con todo el respeto para los auto considerados "intransigentes" por haberse opuesto a la política de acercamiento a Cuba del Gobierno de Obama, no creo que pueda considerarse un fracaso, como ellos arguyen, "porque en el Gobierno de los Castro nada ha cambiado" en este año de relaciones.
Es verdad que, en esencia, así ha sido y que el modelo estatal centralizado de política y economía sigue impidiendo el desarrollo del país, su democratización y el bienestar de los cubanos del archipiélago.
Pero también es cierto que la bancada republicana, y especialmente los congresistas cubanoamericanos, los principales sostenedores del embargo-bloqueo, se han opuesto a avanzar en la terminación de ese entuerto de la Guerra Fría, sea para "fastidiar" a Castro o al demócrata Obama. El presidente hizo lo suyo y los "intransigentes" torpedean su política. Ellos se convirtieron en la retranca que ha paralizado desde EE UU el avance de la normalización.
Desde Cuba, la traba llega del Gobierno, convencido de que cambios económicos y políticos significativos pondrían en peligro el control que ejercen desde hace más de medio siglo sobre el país, como si eso fuera más importante que el propio país y los casi 14 millones de cubanos.
Hacer esos cambios, aducen los intransigentes de la Isla, sería hacer concesiones al imperialismo.
Sin embargo, de lo que se trata es de restablecer los derechos de la ciudadanía, secuestrada por el "socialismo de Estado" o la "dictadura del proletariado", que se han tomado la potestad de decidir por ella.
Hace tiempo vengo señalando que los extremos se apoyan mutuamente y los "intransigentes" de EE UU sirven en bandeja de plata todos los argumentos a los de Cuba y viceversa. Ambos parecen de acuerdo en que todo siga igual y descorcharon sidras y champán para brindar "porque la política de Obama no ha logrado cambiar nada en esencia en el modelo castrista". ¡Ironías del destino!
Entre tanto, cerca de 10.000 cubanos esperaron el nuevo año en centros de refugiados en Centroamérica, sin nada que celebrar. Mi vecino, teniente coronel de las FAR, tuvo que hacer una ponina familiar para hacer una cena el 31. Un amigo, subdirector de una empresa estatal, me dijo que se empleará en una paladar el año que viene, porque estos últimos meses, al no poder cumplir el plan, ha cobrado menos del mínimo quincenal y tuvo que pedir prestado para comprar cinco libras de carne de cerdo y seis cervezas para celebrar el fin de año con su esposa. Un familiar que trabaja como albañil en una constructora estatal me confesó que pudo festejar el año con la familia gracias a los trabajitos por la izquierda.
Pero ojo: los cubanos no nos dejamos aplastar, no las arreglamos y le sacamos lascas al hueso.
El Estado burocrático no está saliendo ileso del choque con el pueblo. Está pagando altos costos, a veces imperceptibles, como la disminución de su popularidad, las divisiones en su seno, las continuadas deserciones, la disminución del prestigio internacional, la sistemática exposición de su corrupción, el señalamiento público de sus graves errores y los desvíos (que poco a poco suman millones) de sus propios explotados y burócratas de abajo.
Los intransigentes de acá tienen culpa de que se mantenga el bloqueo-embargo, porque no quieren "conceder al imperialismo el respeto a los derechos civiles, políticos y económicos del pueblo cubano" -vaya disparate enrevesado- y porque "no van a permitir que derrumben el socialismo que nunca existió". Si no fuera asunto tan serio, parecería un cuento de Pepito.
Pero los de allá, que fueron quienes armaron esa bomba, son los que mejor saben cómo desactivarla. Estos no acaban de entender que ese entuerto imperial le hace más daño al pueblo de Cuba que al Gobierno y a su burocracia político-militar. Al parecer, siguen pensando que la incapacidad del régimen para mantener su populismo generará una ola tal de protestas y levantamientos que terminará "con los Castro", sin percatarse de que con el monopolio del mercado y de la entrada de divisas, la burocracia puede vivir como Carmelina y mantener un nivel mínimo de alimentos, medicina, educación, salarios y pensiones para un importante grupo que compone su principal base social de apoyo.
Pero sobre todo no acaban de entender que la gran coartada de los gobernantes cubanos durante más de medio siglo ha sido el antimperialismo y si algo alimenta esa coartada es precisamente ese bloqueo-embargo, que en nada daña al Gobierno, pero le permite seguir mostrándose ante el mundo como víctima del "imperio promotor de la desestabilización y financiador-gerente de la oposición interna".
El pueblo de Cuba necesita vivir en paz y democracia para poder sacarse de arriba la hegemonía económica y política del Estado burocrático que controla el capitalismo monopolista supuestamente socialista. Solo la democratización de la sociedad permitirá que otras formas de producción no estatales, especialmente el trabajo libre, privado o asociado, pueda desarrollarse y llegar a primar.
Si este Gobierno estuviera realmente interesado en la prosperidad del pueblo cubano, ya habría realizado profundas transformaciones en su sistema político y económico. Pero lo mismo podemos decir de los intransigentes de allá. Si realmente estuvieran interesados en la prosperidad del pueblo cubano, bien podrían favorecer el levantamiento del bloqueo-embargo y quitar así toda la justificación al Gobierno para su centralismo y sus políticas represivas y antidemocráticas.