12.01.16
Entre
la palabra historia y la palabra histeria hay solo una letra de diferencia pero
ninguna relación significativa ¿Ninguna? En Alemania al menos ya la hay.
Hubo
en la ciudad de Colonia una historia que ha precedido a una histeria, una
historia que está recorriendo el mundo, me refiero a la historia de los ataques
sexuales y robos masivos que tuvieron lugar en la “feliz noche” que daba
nacimiento al año 2016. Pero esa historia todavía no es del todo conocida. Ese
es el gran problema
En
las salas psicoanalíticas y en las clínicas psiquiátricas suele ocurrir algo
parecido. Los pacientes en estado de suma excitación llegan ahí después de
haber vivido experiencias que no logran entender. Recién la narración de una
historia permite al paciente reordenar lo sucedido, acceder a sus causas y
medir la exacta dimensión de los hechos. Así, la histeria traumática deja lugar
libre a la historia post-traumática del paciente.
Lo
dicho lleva a deducir que la histeria no aparece como consecuencia de una
historia sino de su mala comprensión e incluso de su desconocimiento. De ahí
que para entender la histeria colectiva que en estos momentos tiene lugar en
Alemania no está de más plantear la pregunta: ¿Qué fue lo que ocurrió
exactamente en Colonia esa noche de Año Nuevo? Atengámonos a los hechos hasta
ahora conocidos.
Poco
antes de la medianoche del día 31 de Diciembre de 2015 la policía hizo evacuar
la estación para que nadie hiciera estallar fuegos artificiales en su
interior. Alrededor de la estación se fue congregando después una gran
multitud. La ausencia de cuerpos policiales era notable. La oscuridad era casi
total. Poco después de la medianoche irrumpieron desde la multitud grupos que
atacaron sexualmente a mujeres, en la mayoría de los casos introduciendo manos
entre sus piernas. Muchas de ellas acusan, además, robo de celulares. Hasta el
momento han sido reporteados dos casos de violación.
Al
día siguiente algunas emisoras dieron a conocer que en las afueras de la
estación de Colonia había tenido lugar un ataque sexual organizado por más de
mil hombres, la mayoría sirios y afganos. Poco después dicha información fue
corregida. La multitud congregada alrededor de la estación en el momento de los hechos alcanzaba a un total de mil personas o algo más. Desde esa
multitud entonces emergieron los grupos que atacaron a las mujeres. No ha
podido ser tampoco verificado si estaban organizados en comandos de modo previo
o si todo fue resultado de la acción de bandas juveniles articuladas entre sí
de modo espontáneo. Probablemente lo uno no excluye a lo otro.
La
mayoría de los delincuentes delataba, según los testigos, rasgos fisonómicos
correspondientes a sirios y afganos; otros dicen “africanos del norte”. Hay versiones que mencionan a algunos asaltantes que
hablaban idiomas “eslavos”. Pero son solo versiones.
Muchas
emisoras y diarios señalaron desde el primer momento que en su mayoría los
asaltantes eran refugiados de guerra. Sin embargo, el día 5 de Enero las
autoridades de Colonia emitieron un informe oficial en el cual se deja
constancia de que no hay ningún indicador de que los atacantes hubieran sido solo refugiados. Algo, por lo demás, entendible.
Basta
ver a los refugiados. Ya su caminar inseguro delata a recién llegados, a
personas sin orientación, e incluso con miedo. Si no se encuentran sometidos a
estrecha vigilancia, habitan en lugares donde sus desplazamientos son
regularmente verificados. Además, o se encuentran en la fase de inscripción o
han firmado ya su petición de asilo, es decir, están a la espera de una
resolución judicial.
La
ley es muy severa y los refugiados lo saben. Basta un pequeño delito, por
ejemplo robar un dulce en un supermercado o no pagar su pasaje en el bus, para
que una petición de asilo pueda ser rechazada. En fin, la mayoría de los
refugiados se encuentra en una fase de observación preventiva. Eso no excluye por supuesto la posibilidad de que algunos en
estado de ebriedad se hubieran plegado a las acciones de bandas organizadas pre-establecidas.
La
aclaración oficial relativa a que los actos de agresión sexual no han sido cometidos solo por refugiados, llegó demasiado tarde: solo
después que los políticos habían logrado la restricción de las normas de asilo.
Casualmente
(dicho sin comillas) en los primeros días del año los partidos realizan
sesiones de clausura donde dan formato a leyes que serán remitidas al
Parlamento. Del mismo modo, cuando llegó la noticia, los manifestantes de
PEGIDA (Patriotas Europeos en contra de la Islamización de Occidente) ya
estaban concentrados en las plazas exigiendo la expulsión de todos los
refugiados provenientes de países islámicos.
Puede
ser que efectivamente -repetimos, nada
puede descartarse- a las bandas organizadas se hubieran plegado pocos o muchos refugiados. No es un misterio para nadie, sin embargo, que en los barrios con
predominio de población extranjera existen bandas, casi todas formadas por
hijos de trabajadores extranjeros, vale decir, jóvenes musulmanes de la segunda
generación, en su mayoría con nacionalidad alemana.
Si
las acciones criminales surgieron de esas bandas -los indicios apuntan en esa
dirección- tendríamos que aceptar que lo ocurrido el 1- E no es un
fenómeno nuevo. Hasta hace solo algún tiempo, por ejemplo, los primeros de Mayo
de cada año eran utilizados por asonadas callejeras caracterizadas por una
extrema violencia en ciudades como Berlín y Hamburgo. Recién en los últimos
tres años la policía ha logrado tomar cierto control sobre este tipo de
devastaciones.
En
otros países de Europa las alianzas de bandas juveniles han dado origen a
turbas descomunales. Basta recordar la rebelión de los barrios pobres de París
en Noviembre de 2005. En Agosto del 2011 hubo acontecimientos parecidos en
Londres. Lo sucedido en Colonia parece ajustarse más a este tipo de movimientos
que a la llegada masiva de refugiados de guerra. Que hubiera ocurrido en el
periodo en el cual Alemania es escenario de migraciones masivas puede ser solo
una coincidencia. Pero su resonancia dista de ser casual. Los sucesos de
Colonia han caído como una bendición del infierno a los militantes de la
xenofobia organizada. Particularmente a los neo-nazis.
Los
eufemísticamente llamados Hooligans o Rockers -en el hecho grupos de nazis
organizados en piquetes- han procedido a apalear extranjeros en las calles y a
incendiar hogares dedicados a albergar a refugiados políticos y sus familias.
Al escribir estas líneas, día 11 de Enero, tienen lugar graves incidentes en la
ciudad de Leipzig donde los manifestantes a favor de los derechos de los extranjeros
han sido apaleados por grupos neo-nazis. Nuevamente la policía, como ocurrió en
la noche de Año Nuevo en Colonia, ha mostrado muy poca presencia. Las razones
que explican esa insuficiente presencia no han podido ser dilucidadas, hecho
que se presta a innumerables especulaciones.
La
muy débil presencia policial en los alrededores de la estación de Colonia,
precisamente en la noche de Año Nuevo, es hasta ahora un misterio. Todo el
mundo sabe que las estaciones, incluyendo las del Metro, son lugares en donde
aflora la delincuencia, aún a pleno día.
Las grandes estaciones de trenes son
circundadas por vagabundos que yacen en las calles al lado de sus piojosos
perros. Allí también florece la prostitución callejera, los cafiolos hacen sus
capitales y basta beber un café expreso en una baranda para ver como los
“dealers” realizan su trabajo a una velocidad endemoniada. A cualquier hora del
día uno se topa con policías. ¿Cómo puede ser posible que en una noche, para
colmo, en la noche más festiva del año, en medio de una gran multitud, no
hubiera policías? La pregunta aún no logra respuesta. Por cierto, han sido
cortadas algunas cabezas en las jefaturas policiales. Pero las cabezas cortadas
no hablan.
Está
quizás de más decir que los sucesos de Nuevo Año han sido un festival para la
prensa sensacionalista. Pocas veces se ha visto a quienes cuya profesión es
informar, asumir con tanto ahínco una campaña de desinformación masiva. Pocas
veces los rumores han sido convertidos en noticias con tanta facilidad. Pocas veces
la prensa escrita ha logrado crear tanta confusión.
La
mezcla de xenofobia, criminalidad y sexualidad permite construir fantásticas
bombas noticiosas en un periodo en el cual los diarios, sobre todos los de
papel, no tienen mucho que ofrecer. En Enero, dichos diarios, han hecho su
Agosto.
¿Hay
una colusión entre la prensa sensacionalista, la xenofobia organizada,
fracciones del aparato policial y la política conservadora en contra de Ángela
Merkel y sus iniciativas de ayuda a los refugiados? Es muy temprano para
decirlo. Puede incluso que todas esas coincidencias no ocurran sobre un plano
explícito sino más bien sobre uno tácito. Nadie sabe.
No
se trata por supuesto de tender un manto de inocencia sobre los refugiados por
el hecho de que son refugiados. Lo ocurrido en la estación de Colonia no tiene
perdón y sea quienes sean los delincuentes debe caer sobre ellos todo el peso
de la justicia. Es, por lo demás, la única posibilidad para conocer esa
historia. Historia espeluznante pero verdadera. Una historia, al fin, sobre la
que hay mucho que aprender, siempre y cuando esa historia sea revelada en toda
su intensidad. Aunque duela. Pero eso no ha ocurrido todavía. En lugar de esa
historia solo conocemos una histeria.
@FernandoMiresOl
@FernandoMiresOl