Anton Julian - EL CORREDOR DE MARATÓN



la vida es como una maratón
desde el primer grito
hasta que corres a través de las flores
hacia las calles sucias y frías
y continúas corriendo, corres
enloquecido a lo largo y a lo ancho
de las habitaciones de las muchachas
vestidas de blanco azul y rojo
mirando desde sus ventanas 
las sucias escuelas de niños delirantes
hasta que un día despiertas, corriendo
bajo los árboles de una universidad
donde profesores alcohólicos
deshojan palabras e ideologías
y sigues corriendo hacia el trabajo diario 
hecho de tizas y ladrillos y uniformes
hasta llegar, besando, a la cama a beber
el café frío de la madrugada que avanza
hacia la noche donde habitan
las sangres y sus muertos, corriendo,
continúas corriendo hacia
los exilios,
los países lejanos,
las pérdidas, las heridas
los lutos
los idiomas imposibles,
los trabajos de ocasión,
las jubilaciones 
las enfermedades incurables
corriendo, corriendo, corriendo
hacia una meta final
aparecida de pronto cubierta
por magnolias y tumbas de arena 
y al mirar hacia atrás descubres,
que eres el vencedor indiscutido
pero no porque hubieras sido
el más rápido, solo el más solitario,
y atraviesas la meta, corriendo, corriendo
con un atroz grito de victoria
para después de la meta no ver nada
solo un lucero que brilla y avanza
y ese lucero eres tú mismo que corres
en dirección contraria a la tuya,
corriendo, siempre corriendo
eres tu mismo el que viene corriendo
a recibirte en sus brazos y decirte al oído
hemos vencido hermano, amigo mío
hemos vencido en la maratón de la vida
hemos vencido y ya estamos en el cielo
donde no hay nadie más que Nosotros 
los Dos en Uno corriendo, corriendo, corriendo.