Convergencia
Democrática y Esquerra Republicana, ambas puestas al servicio del agresivo
socialismo-nacionalista de la CUP, han intentado en nombre de una mayoría
parlamentaria que no representa a la mayoría de los votos catalanes, forzar la
ruta hacia la secesión mediante un abierto acto de sedición.
No se trata de
jugar con palabras. Secesión implica un separatismo radical. Sedición, en
cambio, implica una rebelión. Una que en este caso pretende desconocer no solo
la legalidad estatal sino, además, el veredicto electoral de la ciudadanía
catalana. Con toda razón el editorial de El País del día 28 habló de un “golpe
al estado”.
Hay, con toda
seguridad, muchas argumentos alrededor de la propuesta secesionista. Pero esos
argumentos deberán ser debatidos en el espacio público para culminar en
procesos electorales en donde estará planteado sin ambages, el tema central, en
este caso la autonomía e incluso el independentismo. Todo otro camino es
anticonstitucional. Transformar eventos que por su naturaleza no son
plebiscitarios en plebiscitos, es fraude. Ese procedimiento solo corresponde a
gobiernos autoritarios como los de Putin, Lukashenko o Maduro y en ningún caso
a una democracia enraizada como la española.
Muy mal se ve a
Artur Mas en una Europa acosada por ultra-nacionalismos de todo tipo al lado de
los cuales el catalán parece ser uno más.
Más irrisoria
resulta la convocatoria si se tiene en cuenta que surgió desde una alianza
política fragmentada.
Efectivamente, Junts pel Sí y la CUP no tienen nada, pero
absolutamente nada en común con excepción de su declarado amor a la patria
catalana. Pero incluso ese amor no es el mismo amor.
Para la gente de
Junts pel Sí, ese amor surge de un proyecto destinado a construir una Cataluña
más moderna (es decir, más capitalista) sobre la base de una economía pujante
que supuestamente pondría a Cataluña a la cabeza de las naciones de Europa (lo
mismo soñaban los líderes croatas en el pasado reciente). Para la CUP en cambio,
su amor al nacionalismo es inseparable de su amor al socialismo. Su ideal es
convertir a Cataluña es una republica soviética en miniatura, alternativa
comunista frente al capitalismo español.
Es fácil adivinar
entonces hacia donde llevaría la escisión de Cataluña en el caso de que los
secesionistas lograran su objetivo. Al día siguiente Cataluña se convertiría en
una nación dividida en dos polos políticos irreconciliables.
Todo depende
entonces de cómo se plantean las cosas. Si en términos electorales, y
aprovechando la ola de impopularidad por la cual atraviesa el gobierno de
Rajoy, es planteada la independencia, es lógico y natural que muchos catalanes
-transfiriendo su malestar con respecto al gobierno en contra del Estado-
pueden llegar a apoyar emocionalmente a una salida secesionista. Si es planteada
en cambio que la separación pasa por la alianza estratégica (es decir, a
larguísimo plazo) entre Junts pel Sí y la CUP, difícilmente sería alcanzada esa
mayoría.
Más allá de la
“cuestión catalana”, Junts pel Sí está cerca del programa del PP. En cambio CUP
representa lo más arcaico y fundamentalista del izquierdismo español. De ahí
que posponer programas, ideologías y principios, vale decir, todo lo que hace a
la política, en aras de una supuesta y casi siempre inventada comunidad
originaria, solo puede llevar a Cataluña a los umbrales del mundo pre-político.
No obstante, si la mayoría de los catalanes así lo quiere, esa será su decisión
y su problema. Pero este tampoco es el caso.
Aquí estamos frente
al caso de una mayoría ocasional parlamentaria que decide actuar en contra de
la mayoría electoral de su propia comunidad política. Esa y no otra fue la
razón por la cual los líderes del PSOE y de Ciudadanos, Pedro Sánchez y Albert
Rivera, venían, aún antes de haber sido dada a conocer la movida de los secesionistas,
presionando a Rajoy para que diera el visto bueno a la formación de un bloque
formado inicialmente por los tres más grandes partidos de España (PP, PSOE y
Ciudadanos) en contra del secesionismo catalán (y nada más).
Al fin Rajoy cedió
y el bloque constitucional, así se llama ya, ha sido formado.
¿Por que demoró
tanto Rajoy? Hay tres explicaciones y las tres parecen ser ciertas.
La primera es el
carácter burocrático y leguleyo del presidente y de quienes lo rodean. Hasta
ahora estaban convencidos de que para frenar el movimiento secesionista bastaba
aplicar la ley, imponer querellas judiciales y hacer llamados al orden. No les
pasaba por la cabeza que ningún movimiento secesionista, no solo en España,
quiere ser regido por las leyes de la nación de la cual se quiere separar.
Precisamente eso es
el secesionismo: ruptura con la constitución de todos en nombre de un
constitucionalismo particular. Así se explica por qué el secesionismo sólo
puede ser detenido con otro movimiento político aún más mayoritario que el
secesionismo.
La segunda razón
obedece a un ideal político que Rajoy intenta restaurar. Parece evidente que el
mandatario no se siente cómodo en el contexto de una formación política
tetra-partidaria. No son pocas las veces en las cuales Rajoy ha manifestado su
convencimiento de que pronto el país volverá a los buenos tiempos en los cuales
solo PP y PSOE alternaban en el poder. Todavía no quiere convencerse de que
tanto Cds como Podemos llegaron para quedarse.
Cerrar el camino de
la unidad anti-secesionista a CDs habría sido una brutalidad; por decir lo
menos. CDs no solo es el principal partido opositor de Cataluña. Es el puente de plata
que se extiende desde Cataluña hacia el resto de España. Incluso podría ser
posible que un día España tenga un presidente catalán. Si a los españoles se
les aviva el seso y despiertan, esa sería la mejor defensa en contra de
cualquiera escisión.
Visto el mismo
problema desde otra perspectiva, a quien menos convenía dejar fuera a Cds en
aras de un bi-partidismo que ya no existe, era al PSOE. Las razones son
simples: Sabidas son las simpatías de no pocos miembros del PSC por una
alternativa separatista. Frente a ellos Pedro Sánchez requería dar un golpe de
timón y así disciplinar a los barones regionales de su partido. Acompañado solo
por el descendente PP habría sido el suyo un golpe débil. Con Ciudadanos al
lado, es un golpe fuerte.
No son pocos, en
efecto, los observadores que ya ven en el horizonte una alianza de gobierno
formada por el PSOE y Cds.
¿Por qué Podemos no
fue incorporado inicialmente a la alianza? Pablo Iglesias se quejó,
argumentando que en la unidad política hay que dar cabida a quienes piensan
diferente. Nadie le dijo que ese es precisamente el problema. Podemos no está a
favor del secesionismo pero tampoco está en contra. Como ya ha ocurrido frente
a todos los temas de importancia nacional y europea, Podemos carece de
política. Por sus relaciones con la CUP, no puede ser radicalmente
anti-secesionista y por lo mismo le resultará difícil formar parte de un bloque
en contra de la secesión.
Hay, además, una
tercera razón que explica la vacilación de Rajoy para constituir el frente
constitucional. El 20 de Diciembre tendrán lugar las elecciones generales.
Formar parte de un bloque al lado de sus dos adversarios más directos significa
para Rajoy abrirles las puertas en la toma de decisiones y de paso confesar su
imposibilidad para resolver por sí solo los problemas de su país, justo antes
de la gran contienda electoral. Solo cuando Rajoy estuvo convencido de que la
Política (con P mayúscula) era en ese momento mucho más importante que la política
(con p minúscula) decidió dar el visto bueno al bloque constitucional.
El 20 de Diciembre
serán decididas muchas cosas en España. Entre otras, si la decisión de Rajoy no
solo fue tardía sino, además, demasiado tardía.