Después de
haber leído la maravillosa novela de Donna Tartt -inspirada en el cuadro del pintor holandés Carel Fabritius- El Jilguero, volví a leer su final. Mi impresión
fue que a pesar de haber sido escrito en prosa, ese final era un verdadero
poema. Aproximadamente un año después lo volví a leer. Fue entonces cuando no
pude resistir la tentación de transcribir esa prosa en versos, es decir, en
frases que a mí –solo quizás a mí- sonaban como versos. Y lo hice.
Y hoy quiero
compartir esas frases. Así, no más (Fernando Mires) 
EL POEMA DEL
JILGUERO (de Donna Tartt)
Todo lo que nos
enseña a hablar con nosotros mismos, 
lo que nos enseña
a salir de la desesperación 
entonando una
canción, es importante. 
Pero el cuadro
también me ha enseñado 
que podemos hablar
unos con otros a través del tiempo. 
Y tengo la
impresión de que hay algo muy serio 
que me interesa
decir al lector inexistente.
Que la vida es
entre muchas otras cosas, breve. 
Que el destino es
cruel pero quizás no sea arbitrario. 
Que la naturaleza
(en el sentido de la Muerte) siempre vence, 
pero eso no
significa que tengamos que resignarnos 
y arrastrarnos
ante ella. 
Que aunque no
siempre nos alegremos de estar aquí, 
tal vez sea deber
sumergirnos igualmente, 
vadear en línea
recta a través del pozo negro, 
manteniendo
abierto los ojos y el corazón. 
Y en nuestro
agonizar 
mientras nos
levantamos de lo orgánico 
y nos hundimos de
nuevo 
de manera
ignominiosa en lo orgánico, 
es un privilegio
y un honor amar 
lo que la Muerte
no puede alcanzar. 
Pues si la
catástrofe y el olvido 
han acompañado a
este cuadro 
a través de todos
los tiempos, 
más lo hará el
amor.
En la medida en
que es inmortal (y lo es), 
yo desempeño un
pequeño, 
brillante e
inmutable papel 
en esa
inmortalidad. 
Existe, y sigue
existiendo. 
Y sumo mi amor a
la historia 
de cuantos han
amado 
a los objetos
hermosos 
y han velado por
ellos, 
los han librado
de las llamas, 
los han buscado
cuando estaban extraviados 
y han procurado
conservarlos y rescatarlos 
mientras pasaban
literalmente 
de mano en mano, 
cantando con
alegría 
desde el
naufragio del tiempo, 
a la siguiente
generación de amantes, 
y a la siguiente.
