Simone Weil - FRAGMENTOS DE "LA GRAVEDAD Y LA GRACIA"


El apego es fabricante de ilusiones; quien quiera ver lo real, debe estar desapegado.
Es una falta desear ser comprendido antes de haberse elucidado a sí mismo ante los propios ojos. Es buscar placeres en la amistad; y placeres no merecidos. Es algo más corruptor aún que el amor. Venderías tu alma por la amistad.
Aprende a rechazar la amistad, o más bien, el sueño de la amistad. Desear la amistad es una gran falta. La amistad debe ser una alegría gratuita como las que da el arte, o la vida. Es necesario renunciar a ella para ser digno de recibirla. Pertenece al orden de la gracia ("Dios mío, aléjate de mí...") Está en todas las cosas que nos son dadas por añadidura.
Todo sueño de amistad merece quebrarse. No es por azar que tú no hayas sido amada jamás.... Desear escapar a la soledad es cobardía. La amistad no se busca, no se sueña, no se desea: se ejercita (es una virtud). Abolir todo margen de sentimiento impuro y de turbación.
O más bien (pues no hay que podar en sí con demasiado rigor) todo lo que en la amistad no pasa de intercambios afectivos debe pasar a la reflexión. Es totalmente inútil abandonar la virtud inspiradora de la amistad. Lo que debe prohibirse severamente es soñar con el goce de los sentimientos. Es corrupción. De igual modo que no se sueña con la música o la pintura. La amistad no se deja separar de la realidad, no es más que lo bello. Constituye un milagro... como lo bello. Y el milagro consiste simplemente en el hecho de que existe. A los veinticinco años, es tiempo de terminar radicalmente con la adolescencia...
Los hombres nos deben lo que habíamos imaginado que nos darían. Perdonarles esta deuda.
Aceptar que sean distintos a las criaturas de nuestra imaginación es imitar el renunciamiento de Dios.
Yo también soy distinta de lo que imagino ser. Saberlo, es el perdón.
El hombre no escapa a las leyes de este mundo sino por la duración de un relámpago. Instantes de tregua, de contemplación, de intuición pura, de vacío mental, de aceptación del vacío moral. Sólo por esos instantes es capaz de lo sobrenatural.
Quien soporta un momento el vacío, o bien recibe el pan sobrenatural, o bien cae. Riesgo terrible, pero hay que correrlo, aun sin esperanzas por un momento. Pero no hay que arrojarse en él.
Rechazar las creencias que colman el vacío, que suavizan las amarguras. La de la inmortalidad; la de la utilidad de los pecados (etiam peccata). La del orden providencial de los acontecimientos. En suma, los "consuelos" que se buscan frecuentemente en la religión.
Afirmar a Dios, en la destrucción de Troya y de Cartago, sin consuelos. El amor no es consuelo, es luz.
Todos los movimientos "naturales" del alma están regidos por leyes análogas a la gravedad. La única excepción es la gracia.
La creación está hecha del movimiento descendente de la gracia, el movimiento ascendente de la gracia, y el movimiento descendente de la gracia a la segunda potencia.
Una desgracia demasiado grande coloca al hombre por debajo de la piedad: disgusto, horror, desprecio.
La piedad desciende hasta cierto nivel, y no más abajo. ¿Cómo hace la caridad para descender más abajo?
Aquellos que han caído muy bajo, ¿tienen piedad de sí mismos?
Actitud de súplica: debo necesariamente dirigirme a algo que no sea yo misma, puesto que se trata de liberarme de mí misma.
Intentar esta liberación con mi propia energía sería como una vaca que tira de su manea y cae de rodillas.
La liberación sólo puede venir de lo alto.
Tendencia a difundir el mal hacia afuera: también la tengo. Los seres y las cosas no me son suficientemente sagrados. ¡Ojalá no manchara yo nada, aunque estuviera íntegramente convertida en fango!
No manchar nada, ni aun en mi pensamiento. Ni siquiera en mis peores momentos destruiría una estatua griega o un fresco de Giotto. ¿Por qué, pues, otra cosa? ¿Por qué, por ejemplo, un instante de la vida de un ser humano, que podría ser feliz por un momento?
Es imposible perdonar al que nos ha hecho mal, si ese mal nos ha rebajado. Hay que pensar que no nos ha rebajado, sino que nos ha revelado nuestro verdadero nivel.
Deseo de ver sufrir a otro exactamente como uno sufre. Por esta razón, salvo en períodos de inestabilidad social, los rencores de los miserables se dirigen a sus semejantes.
Es un factor de estabilidad social.
Aquellos cuya ciudad había sido destruida, a quienes se llevaba como esclavos, no tenían ya pasado ni porvenir. ¿Con qué objeto podían llenar sus pensamientos? Con engaños, y de los más ínfimos; con las codicias más lastimosas, quizás más dispuestos a desafiar la crucifixión por robar un pollo, que la muerte en el combate por la defensa de su ciudad. Seguramente; de otro modo esos atroces suplicios no hubieran sido necesarios.
O bien era necesario soportar el vacío en el pensamiento.
Para tener la fuerza de contemplar la desgracia cuando se es desgraciado, hace falta el pan sobrenatural.
No pensar jamás en un cosa o persona que se ama y que no tenemos a la vista, sin imaginar que esa cosa ha sido destruída, o que esa persona ha muerto.
Que ese pensamiento no disuelva el sentido de la realidad, sino que lo haga más intenso.
Cada vez que se dice "Hágase tu voluntad", representarse en conjunto todas las desgracias posibles.
Electra llorando a Orestes muerto. Si se ama a Dios pensando que no existe, él manifestará su existencia.
La imaginación se ocupa continuamente de cerrar todas las hendiduras por donde pasaría la gracia.
El pasado y el futuro entorpecen el efecto saludable de la desdicha presente, ofreciendo un campo ilimitado a las construcciones de la imaginación. Por eso, la renuncia al pasado y al porvenir es la primera de las renuncias.
Cuando se siente desilusión por un placer que se esperaba y que llega, es que se esperaba del porvenir; y una vez que está presente, no está más en el porvenir.
Necesitamos que el porvenir se haga presente, sin dejar de ser porvenir. Absurdo que sólo la eternidad puede curar.
Un modo de purificación: orar a Dios, no sólo en secreto con respecto a los hombres, sino pensando que Dios no existe.
Perder a alguien: se sufre porque el ausente, o el muerto, e convierte en lo imaginario, es decir: lo falso. Pero el deseo de él no es imaginario. Descender hasta dentro de sí mismo, hasta donde reside el deseo que es real.
Hambre: uno imagina alimentos; pero el hambre es real: asirse al hambre.
El vacío es la plenitud suprema, pero el hombre no tiene derecho de saberlo. Cristo mismo lo ignoró completamente en un momento.
Apretón de manos de un amigo, vuelto a ver después de una larga ausencia. No me fijo si eso, para el tacto, es placer o dolor; yo siento directamente la presencia de mi amigo, como el ciego siente directamente los objetos en el extremo de su bastón. Lo mismo las circunstancias de la vida, cualesquiera sean; y Dios.
Esto implica que no hay que buscar consuelo en el dolor. Pues la felicidad está más allá del dolor y del consuelo. Se percibe con otro sentido, así como la existencia del objeto que tocamos se percibe por otro sentido distinto del tacto.
Suplicar a un hombre es un tentativa desesperada de hacer pasar el propio sistema de valores al espíritu del otro.
Suplicar a Dios es lo contrario: tratar de hacer pasar los valores divinos a la propia alma.
Renunciamiento. Imitación del renunciamiento de Dios en la creación. Dios renuncia -en cierto sentido- a ser todo. Debemos renunciar a ser algo. Es el único bien para nosotros.
El se ha vaciado de su divinidad real. Nosotros debemos vaciarnos de nuestra divinidad imaginaria.
Hay sólo dos instantes de desnudez y pureza perfecta en la vida de un hombre: el nacimiento y la muerte. No se puede adorar a Dios bajo la forma humana sin mancharlo, salvo como un recién nacido o como un agonizante.
Alegría en Dios. Hay realmente alegría perfecta e infinita en Dios. Mi participación no puede agregar nada; y mi no participación no puede quitar nada a esa alegría perfecta e infinita. Por tanto ¿qué importa que participe o no? Absolutamente nada.
Dios no ha podido crear sino ocultándose. De otro modo, no habría más que él.
Por lo tanto, la santidad también debe ser oculta, aun a la propia conciencia, en cierta medida. Y debe serlo ante el mundo.
Hay que desarraigarse. Cortar el árbol, hacer una cruz y llevarla todos los días.
Mi yo no es más que la sombra proyectada por el pecado y el error que intercepta la luz de Dios y que tomo por un ser.
Aun si pudiera ser como Dios, más me valdría ser el polvo que obedece a Dios.
No deseo que este mundo creado ya no sea sensible, sino que no me sea sensible a mí. A mí, él no puede decirme su secreto, que es demasiado alto. Que yo parta, y el creador y la criatura cambiarán sus secretos.
Ver un paisaje tal como es cuando yo no estoy...
Cuando estoy en alguna parte mancho el silencio del cielo y de la tierra con mi respiración y los latidos de mi corazón.
La obediencia es la virtud suprema. Amar la necesidad.
Si mi salvación eterna estuviera sobre esta mesa bajo la forma de un objeto y no tuviera más que extender la mano para tomarla, no extendería la mano sin recibir la orden.
La voluntad de Dios. ¿Cómo conocerla? Si se hace silencio dentro de sí, si se hace callar a todos los deseos, todas las opiniones, y se piensa con amor, con toda el alma y sin palabras: "Hágase tu voluntad", lo que se siente de inmediato sin incertidumbre (aunque en ciertos casos fuera un error) es la voluntad de Dios. Pues si se le pide pan, él no nos da piedras.
Tratar de amar sin imaginar. Amar la apariencia desnuda y sin interpretación. Lo que entonces se ama es verdaderamente Dios.
Después de haber pasado por el bien absoluto se vuelven a encontrar los bienes ilusorios y parciales, pero en un orden jerárquico que no permite buscar un bien sin preocuparnos por el otro. Ese orden es trascendente con respecto a los bienes que relaciona, y un reflejo del orden absoluto.
Temor de Dios en san Juan de la Cruz. ¿No es el temor de pensar en Dios cuando se es indigno? ¿De mancharlo pensándolo mal? Por este temor, las partes bajas del alma se alejan de Dios.
Una ciencia que no nos aproxima a Dios no vale nada.
Pero si nos aproxima mal, es decir, a un Dios imaginario, todavía es peor.
El hombre quisiera ser egoísta y no puede. Es el carácter más notable de su miseria y la fuente de su grandeza.
El hombre siempre tiene devoción por un orden. Pero, salvo iluminación sobrenatural, ese orden está centrado en sí mismo, o en un ser particular (que puede ser una abstracción).
No es porque Dios nos ama que debamos amarlo. Es porque Dios nos ama que debemos amarnos. ¿Cómo amarse a uno mismo sin este motivo?
El amor de Dios es puro cuando la alegría y el sufrimiento inspiran igual gratitud.
A los ojos de Platón, el amor carnal es una imagen degradada del verdadero amor; y el amor humano casto (fidelidad conyugal) es una imagen menos degradada.
La idea de la sublimación sólo podía nacer de la estupidez contemporánea.
El espíritu no está forzado a creer en la existencia de nada (subjetivismo, idealismo absoluto, solipsismo, escepticismo: ver las Upanishadas, los taoístas, Platón: todos usan esta actitud filosófica a modo de purificación).
Es porque el único órgano de contacto con la existencia es la aceptación, el amor. Por eso, belleza y realidad son idénticas. Por eso la alegría y el sentimiento de la realidad son la misma cosa.
Es una cobardía buscar en los que se ama (o desear darles) otro consuelo que el que nos dan las obras de arte, que nos ayudan por el simple hecho de que existen.
Todo lo que es vil y mediocre en nosotros se rebela contra la pureza, y necesita, para salvar su vida, manchar esta pureza.
Manchar es alterar, tocar. Lo bello es lo que no se puede querer cambiar.
Literatura y moral
El mal imaginario es romántico, lleno de variedad; el mal real es triste, monótono, desértico, aburrido.
El bien imaginario es monótono, el bien real es siempre nuevo, maravilloso, embriagador.
Por eso, la literatura es o aburrida o inmoral (o una mezcla de las dos).
Escapar de esta alternativa pasando de algún modo, a fuerza de arte, del lado de la realidad, es algo que sólo el genio puede conseguir.
Sólo se tiene experiencia del bien realizándolo.
Sólo se tiene experiencia del mal prohibiéndose su realización, o si se lo ha realizado, arrepintiéndose.
Cuando se realiza el mal, no se lo conoce, porque el mal huye de la luz.
Discurso de Iván en los Karamazov: "Aún cuando esta inmensa fábrica del universo produjera las más extraordinarias maravillas, si el precio es una sola lágrima de un niño, yo la rechazo".
Adhiero completamente a este sentimiento. Ningún motivo, cualquiera que sea, que pueda dárseme para compensar la lágrima de este niño, puede hacerme aceptar esa lágrima. Absolutamente ninguno que la inteligencia pueda concebir. Sólo hay uno, que no es inteligible, salvo para el amor sobrenatural: "Dios lo ha querido". Y por este motivo, aceptaría tanto un mundo que fuera puro mal, como aceptaría la lágrima de un niño.
La extremada grandeza del cristianismo proviene de que no busca un remedio sobrenatural para el sufrimiento, sino un uso sobrenatural del sufrimiento.
Adán y Eva buscaron la divinidad en la energía vital. Un árbol, un fruto. Pero ella nos está preparada sobre una madera muerta, geométricamente encuadrada, donde cuelga un cadáver. El secreto de nuestro parentesco con Dios, debe buscarse en nuestra mortalidad.
Para que sintamos la diferencia entre nosotros y Dios, fue necesario que Dios se hiciera un esclavo crucificado. Pues sólo sentimos la distancia con los que están abajo. Es mucho más fácil colocarnos en lugar de un Dios creador que en lugar de un Dios crucificado.
El gran dolor del hombre es que mirar y comer son dos operaciones diferentes. La beatitud eterna es un estado en que mirar es comer.
Estrellas y naranjos en flor.
La permanencia completa y la fragilidad extrema dan igualmente el sentimiento de la eternidad.
La religión como fuente de consuelo es un obstáculo a la verdadera fe; en este sentido, el ateísmo es una purificación. Debo ser atea con la parte de mí misma que no ha sido hecha para Dios. En los hombres en quienes lo sobrenatural no ha despertado, los ateos tienen razón y los creyentes se equivocan.
En el dominio de lo espiritual puro, el bien produce infaliblemente bien, y el mal produce el mal. Por el contrario, en el dominio de lo natural (incluyendo lo psicológico), el bien y el mal se producen mutuamente. Así, sólo puede haber seguridad una vez que se llega al dominio de lo espiritual, precisamente el dominio donde nada puede procurarse por sí mismo, y se espera todo de otra parte.
La fe es la experiencia de que la inteligencia está iluminada por el amor.
Pero la inteligencia debe reconocer la preeminencia del amor por los medios que le son propios: es decir, la comprobación y la demostración. Debe someterse sabiendo el porqué, y de una manera perfectamente precisa y clara.
Sin esto, la sumisión de la inteligencia es un error, y aquello a lo que se somete es algo diferente al amor sobrenatural. Es, por ejemplo, la influencia social.
El uso de la razón torna las cosas trasparentes al espíritu. Pero lo transparente no se ve. Se ve lo opaco a través de lo transparente, lo opaco que estaba oculto cuando lo transparente no era transparente.
Se ve el polvo sobre el vidrio, o el paisaje detrás del vidrio, pero no el vidrio. Limpiar el polvo sirve para ver el paisaje.
La razón debe ejercer su función sólo para llegar a los verdaderos misterios, a las verdades indemostrables que son lo real. Lo incomprendido oculta lo incomprensible; por ese motivo debe eliminarse.
Es necesario que hayamos cometido crímenes que nos han hecho malditos, puesto que hemos perdido toda la poesía del universo.
El arte no tiene porvenir inmediato, porque todo arte es colectivo y ya no hay vida colectiva, sólo colectividades muertas; y porque se ha roto el verdadero acuerdo entre alma y cuerpo.... Es pues inútil de tu parte envidiar a Bach o a DaVinci. La grandeza, en nuestros días, debe tomar otros caminos. Además, sólo puede ser solitaria, oscura y sin eco (ahora bien: no hay arte sin eco).
El "gran animal" de Platón (La República, libro VI). El marxismo, en tanto es verdadero, está íntegramente contenido en la página de Platón sobre el gran animal, y su refutación está contenida allí también.
No podrías haber nacido en mejor época que ésta, en que todo se ha perdido.