Fernando Mires - HACIA EL SEPTIEMBRE GRIEGO



Es muy temprano para trazar líneas que permitan saber el lugar donde desembocarán las aguas de la división de Syriza, el partido mayoritario de la izquierda griega. Lo importante por ahora es constatar que esas aguas son más cristalinas que antes.
El nacimiento de Unidad Popular (UP) anunciado por el exministro Panayotis Lafazanis después de la rebelión de los 25 diputados en contra de Tsipras y de la renuncia del propio primer ministro (Jueves19 de Agosto) ha marcado un punto de inflexión en la política griega.
La UP reclama para sí la voluntad del pueblo expresada en el referéndum del 5 de Julio interpretada por sus representantes como un No rotundo a la política de la UE. Por lo mismo, el nuevo partido dirige su mensaje a las corrientes más extremas y antieuropeístas de Grecia. Su objetivo es formar un polo de atracción de fuerzas orientado a agrupar a los descontentos con las medidas restrictivas que implica el “tercer rescate”. En ese punto –así especulan los disidentes de Syriza- la UP podría lograr un gran éxito en las elecciones de Septiembre. Pero si eso no ocurre –la popularidad de Tsipras va más allá de Syriza- la UP podría correr el peligro de autoestigmatizarse para convertirse en el partido que abrió las puertas a los nazis de Aurora Dorada.
Lo que sí parece evidente, es que la división de Syriza abre una chance de grandes  dimensiones al primer ministro Alexis Tsipras. Catalogado de “traidor” por muchos de sus antiguos compañeros, si logra que Syriza obtenga una alta votación en las próximas elecciones, es decir, una que le permita concertar alianzas de modo ventajoso en el espectro político griego, puede llegar a convertirse en un estadista de alta calidad, dejando detrás de sí a las sombras de su pasado comunista. Eso quiere decir, si Tsipras logra superarse a sí mismo, podrá conducir a su partido hacia el espacio de la centro-izquierda, catalizar de este modo a la clientela socialdemócrata que ayer apoyo al PASOK y, lo más importante, convertirse en un respetable interlocutor frente a los demás gobiernos europeos. Sobre todo frente a Ángela Merkel.
Angela Merkel ha jugado muchas cartas a favor de Tsipras impulsando un “tercer rescate” que costará enorme sumas de dinero a los alemanes. Por ese motivo ha recibido fuertes ataques desde las fracciones más derechistas de su partido. Pero a la vez Merkel ha ganado legitimidad dentro del amplio espectro que sigue tradicionalmente a la socialdemocracia. Por su parte, la “Linke”, el partido de la izquierda post-estalinista, al negarse a votar a favor del  “tercer rescate”, ha unido su destino a la UP griega, acercándose peligrosamente a la derecha del socialcristianismo alemán. Como está ocurriendo de modo muy frecuente en Europa, también en Francia y en España, la izquierda extrema termina apoyando las posiciones de la derecha extrema y viceversa.
Desde su visión de estadista, Merkel, y en cierto modo también Hollande, saben que Europa no puede prescindir de Grecia. Mucho menos en estos momentos. El movimiento migratorio más grande de la historia europea pasa por el Mediterráneo. Por otro lado, la agresividad islámica ha contagiado al gobierno de Turquía, país con el cual Grecia tiene varios conflictos pendientes. Por si fuera poco, Putin, siempre muy atento, ha visto en la iglesia ortodoxa griega, en la ultraderecha y en la ultraizquierda representada ahora por la UP, puntos de contacto que le podrían ayudar a incrementar sus zonas de influencia en Europa.
En estos difíciles momentos la mayoría de los gobiernos de Europa necesitan de un fuerte interlocutor político en Grecia. La transformación de Tsipras de agitador populista en líder de una centro-izquierda renovada podría ser el mejor pago político de Grecia a su enorme deuda externa. En efecto, un interlocutor político confiable, es decir, una Syriza separada de sus fracciones más radicales, debería traducirse en una ayuda económica aún más generosa a Grecia.
El Septiembre griego será decisivo. Si triunfa Tsipras, Grecia será más europea que nunca. Si llegara a perder, Grecia no será de Europa y Europa será menos europea que antes.
Quien lo hubiera pensado: hace pocas semanas Syriza y Tsipras eran vistos por la mayoría de los gobiernos demócratas europeos como una maldición. Hoy en cambio son vistos como una tabla de salvación. Así es la política: enemigos de ayer amigos de mañana.