Fernando Mires - DESPUÉS DE LA COPA AMÉRICA



Chile ganó la Copa América y la ganó bien. Creo que esa frase bastaría para sintetizar una impresión que puede no ser compartida por algunos aunque está avalada por cifras y estadísticas.
Es cierto, los partidos se ganan con goles y los chilenos hicieron los suyos. Pero también se puede ganar por goles y sin merecimientos como ocurrió con Argentina durante el mundial de 1978 cuando futbolistas de una selección contraria fueron pagados para que se dejaran golear. Esos merecimientos Chile, en cambio, los tuvo. De todos, fue el equipo que más tiempo mantuvo el control de la pelota, el que más disparó hacia el arco adversario, el que alcanzó el mayor kilometraje per cápita. Lo indican los números. Revíselos usted si quiere, están en casi todos los periódicos.
Chile no necesitó de la ayuda de ningún árbitro. Es cierto, alguna vez hubo cobró falso en contra de un visitante y eso, cuando se es dueño de casa, pesa. Pero más fueron las veces en las que a Chile le dieron fallos injustos.
La mentira de que Chile tenía ayuda arbitral fue fraguada por periódicos uruguayos después de la derrota sufrida por Uruguay frente a Chile. La respuesta del Presidente de la Federación Chilena de Fútbol fue, en ese punto, certera. “A Chile, durante el campeonato le fueron anulados tres goles legítimos, más que los convertidos por Uruguay durante todo el campeonato”. 
Las estadísticas no engañan aunque a veces sorprenden. Chile, por ejemplo, tuvo la defensa que más cabezazos ganó. Contrasta con el hecho de que es la de más baja estatura del continente. Un equipo de enanitos, como le dicen los del Real a los del Barça.
Se comprueba una vez más que para ganar duelos de cabeza no se necesita solo estatura; además cuentan la precisión y la liviandad del cuerpo. El mismo Mascherano, el “jefecito” argentino del Barça, es bajo de estatura y eso no impide que sea el mejor cabeceador de América.
Al analizar a la defensa de Chile resaltan algunos hechos. Los cuatro de la última línea que paró Sampaoli frente a Argentina fueron formados en Universidad Católica, el equipo de “la clase alta”. Los cuatro son de origen modesto. Más interesante todavía es que ninguno de los cuatro jugó en su equipo de origen ocupando el puesto que hoy ocupan en la selección. Isla era mediocampista adelantado. Medel, mediocamposta atrasado. Silva rotaba en todos los puestos, pero nunca fue central. Beausejour surgió como centrodelantero y después fue puntero izquierdo. Bielsa inventó a Isla como lateral y a Medel como stopper. Sampaoli reinventó a Medel como líbero e inventó a Silva como stopper y a Beausejour lo ubicó como lateral, tal como juega en Colo Colo. ¿Qué significa eso? Algo elemental: los jugadores, al igual que todos nosotros, cambian física y psíquicamente con el paso del tiempo. Pero no todos los entrenadores se dan cuenta.
Y bien, esa defensa improvisada e inventada era, según los especialistas, el eslabón más débil de la selección chilena. ¿Eslabón débil una defensa que aguanta 120 minutos a una delantera que venía de hacer seis goles a Paraguay? Más de alguien deberá hacerse, en ese punto, una autocrítica.
Una autocrítica no deberá hacerse Claudio Bravo. Después del penal que atajó, pasará a figurar como el mejor arquero de Chile de todos los tiempos. En un país que conoció al Sapo Livingstone y al Cóndor Rojas, una verdadera hazaña.
Sin embargo, en el equipo chileno el poder defensivo no solo reside en la defensa. El mediocampo es defensivo y ofensivo a la vez.
Podrá discutirse si esta ha sido la mejor selección chilena de todos los tiempos (yo pienso que no). Pero su mediocampo debe ser el mejor de la historia futbolística de Chile. Díaz desde atrás vincula defensa y mediocampo. Vidal y Aránguiz, dos obreros incansables, producen vértigo de solo verlos correr. Y Valdivia, con pausas y pases, pone la música celestial. Adelante, a corretear, Sánchez y Vargas.
No todas las estadísticas son, sin embargo, positivas. Chile fue un equipo que tuvo dos escándalos resonantes: uno fuera, otro dentro de la cancha. El de Vidal, borracho en su auto, y el de Jara con su dedo. Los moralistas exigieron poco menos que el ajusticiamiento futbolístico de Vidal sin pensar que en los países donde hay estado de derecho nadie puede ser juzgado por dos tribunales a la vez. La decisión de Sampaoli fue, por lo mismo, la más correcta. Su tarea profesional era ganar los partidos y para eso necesitaba a Vidal.
Las autoridades morales de las naciones hay que buscarlas entre los filósofos y los clérigos. No entre los entrenadores de fútbol.
¿La provocación de Jara? Una de las muchas que se cometen en cada partido. Tuvo la mala suerte de que lo fotografiaran. Pero ya fue suspendido y punto. Al fin, nadie se ha muerto porque le tocan el culo, maña que se aprende desde niño en cada barrio donde se juega fútbol. ¿Y el honor? Eso hay que dejárselo a los militares y a las mafias. La sociedad democrática no se rige por códigos de honor, sino por leyes establecidas y tribunales competentes.
No han faltado quienes intentan desmerecer el triunfo de Chile aduciendo que ganó a Argentina (solo) gracias a los penales. Quienes así opinan no tienen la menor idea de fútbol. Los penales pertenecen al juego. Pues para ganar con penales se requieren de tres requisitos básicos: cinco especialistas, un gran arquero y mucha, mucha sangre fría. Durante el mundial, frente a Brasil, Chile tuvo solo al gran arquero. A la Copa América llegó con el resto. Aprendió la lección.
El logro del campeonato no fue producto del azar ni de factores no futbolísticos. Como todos los éxitos que se alcanzan en la vida, fue resultado de un largo proceso. Comenzó el año 2003 cuando José Sulantay formó una selección de jóvenes, base del equipo que tomó a su cargo Marcelo Bielsa. Bielsa a su vez, introdujo una disciplina desconocida entre los jugadores chilenos y, además, puso fuerza y poder ofensivo.
Jorge Sampaoli, aunque se diga lo contrario, no solo continuó a Bielsa. Llamó a jugadores que no cabían en el esquema-Bielsa, solidificó a la defensa, logró convertir a individualistas anárquicos en partes de un colectivo e incluso (a lo Menotti) otorgó cierta importancia a la estética del juego.
Debo agregar, al finalizar estas notas, que me había propuesto escribir un artículo puramente futbolístico. Sin embargo, cuando leí las palabras pronunciadas por el jugador Jean Beausejour al finalizar el partido, supe que no iba a poder hacerlo. Permítanme citar esas palabras:
“Uno recién ahora dimensiona lo que pasa. Hace unos días me llamó un profesor de cadetes (juveniles) que me dijo: Ojalá que en el estadio en que tanta gente sufrió y se torturó, puedan tener una alegría. Pensamos en eso y muchas veces rezamos por esas personas. En un lugar donde hubo tanta tristeza y muerte, hoy le dimos una alegría a Chile” .
Así fue, así es.