- Notas sobre la final de la Champions 2015.
Unos
los llaman el tridente. Más ingeniosos otros les dicen, “los trillizos”. Más
nuevo es el título: “Los tres Mosqueteros”. Parece ser el más adecuado pues los
tres mosqueteros de Alexandre Dumas también eran cuatro. Iniesta es el cuarto,
al lado de Messi, Neymar y Suárez. Y los de la Juve parece que no lo sabían.
Iniesta se mete donde nadie lo llama, es una verdadera ladilla, juega sin
puesto fijo y ahora, como antes lo hacía con el de Xavi, rota alrededor del
cerebro de Messi. Fue Iniesta –después de recibirla de Neymar- quien abrió el tajo dejando solo a Rakitic para que pusiera su firma. Los
de Juventus se dieron cuenta entonces de que no estaban jugando contra 3 sino
contra 11.
Ha
cambiado un poco el juego de Barcelona.
Messi
hacia antes de 9 mentiroso. Ahora es 10 puro: organización, enlace, ritmo y un
solo Messi no más. Antes Messi e Iniesta rotaban alrededor de Xavi. Ahora es
Messi quien distribuye el juego pero a pases largos, hacia los extremos. Aunque
no siempre. De pronto La Pulga encuentra un hueco y se larga hacia adelante a
una velocidad endemoniada como antes solo sabía hacerlo Pelé.
Neymar
juega ahora casi todo el partido por las puntas, sobre todo por la izquierda,
pero más que centrar –para eso están Alves y Alba- diagonaliza. La pisa,
driblea y después nadie sabe lo que puede suceder. Los demás toman posiciones y
comienza un tacataca rapidísimo hasta que de repente uno queda solo frente al
arco. Podrían haber sido -después de la muestra de exquisitez que siguió al gol
de Rakitic- tres o más goles pero en el arco estaba Buffon quien es como los
buenos vinos: mientras más antiguo, mejor.
No
es que Juventus hubiese jugado mal durante el primer tiempo. Después de todo es
uno de los cuadros más afiatados del mundo. Pero por momentos, al lado del Barça, parecía un equipo de barrio. Mucho corazón, quizás
demasiado. Vidal, sobre motivado, parece que se tomó en serio el sobrenombre
que le pusieron – “El Guerrero”- y salió a repartir hachazos, dejando a Pogba
que se las arreglara por su cuenta. La defensa, recia, firme, segura, aunque no
muy elegante. Pirlo el carismático, ponía como siempre la clase, trataba de
calmar, de distribuir, pero Tevez y Morata corrían muy separados entre sí. No
había combinaciones.
El
gol de la Juve en el segundo lapso, disparo de Tevez, rebote, y Morata a
tiempo. Ninguna joya pero suficiente para que Juventus se fuera encima con
todo.
Por
un momento tuvimos la impresión de que la Juve iba a realizar un partido de
esos que pasan a la historia. A cualquier otro adversario Juventus -gracias al
empuje de Marchisio, Pogba y a veces Vidal- lo habría arrollado Pero hay algo que
sabe hacer muy bien el Barça: controlar el juego en
los momentos de crisis.
Fue
después del gol de Juventus cuando los del Barça se
acordaron del pasado reciente y comenzaron a jugar como en los buenos tiempos
de Guardiola. Para allá, para acá, por aquí, por ahí, para mí, para ti, con
Busquets -verdadero cronómetro- convertido en poste móvil de rebote.
Desesperante. Todos esperando un hueco para que Messi la juegue hacia delante.
Y así fue. Messi la tocó y Suárez la enchufó en un rincón imposible para
cualquier arquero.
Después del segundo, Barça volvió a jugar con la
agresividad de los tiempos de Luis Enrique. El
tercero, el de Neymar, cometido cuando ya había expirado el final, fue el gol
de la coronación.
Lindo partido. Quien escribe terminó tan cansado como los
jugadores. Simbólico el abrazo final que se dieron Xavi y Pirlo: dos veteranos,
hombres del oficio, profesionales de verdad. Se les echará de menos.
Las
sombras de Battler y de la FIFA no alcanzaron hasta el Olympia de Berlín. Pese
a todo el daño que hacen y seguirán haciendo las mafias y los corruptos gobiernos
que las apoyan, el fútbol terminará siempre por imponerse. Es que cuando es
bien jugado, el fútbol, como el arte, se justifica por sí mismo. Después del
fuego, la rueda y el amor, debe ser uno de los más grandes inventos de la
historia de la humanidad.