Sin ánimo de enredarnos en una discusión académica acerca de las ventajas o
desventajas de los sistemas multipartidarios con respecto a los bi-partidarios,
importante será destacar que la nueva formación refleja de modo coherente la
correlación de fuerzas políticas e ideológicas de España. Dicha correlación
estaba representada de un modo incompleto por la formación bi-partidaria
prevaleciente (PP y PSOE).
Ambos partidos no constituían una casta –demagógica formulación de Podemos-
pero ya no representaban a muchos votantes que acudían a las urnas solo para
evitar el mal menor, o se quedaban en casa practicando una abstención
anunciando así una crisis política
profunda. Y bien, esa crisis fue detenida justo a tiempo. España no
será, por lo menos desde un punto de vista político, una nueva Grecia. Eso está
asegurado.
No deja de ser astucia de la historia que el partido de la eventual crisis
política, Podemos, haya sido el que de modo indirecto más ha contribuido a su
solución. Por una parte Podemos pretendió erigirse como alternativa de
izquierda frente al PSOE y todo el mundo pensó que iba a impulsar el
desmoronamiento definitivo de la socialdemocracia española. Pero ante la
sorpresa del mismo Podemos, no ocurrió así.
Por el contrario: La aparición de Podemos sacó al PSOE de su letargo, lo
obligó a tensar sus fuerzas, a buscar nuevos líderes (Susana Díaz fue una
excelente candidata local) y a levantar nuevas políticas. El resultado no se
hizo esperar. Podemos ni siquiera rasguñó al PSOE. Desde Andalucía ha emergido
un PSOE revitalizado, entre otras razones, gracias al desafío lanzado por
Podemos.
Más aún, Podemos, con sus 15 escaños, ha colaborado para que la
política española comience a deshacerse (por fin) de esa organización ideológicamente
dinosaúrica que es Izquierda Unida. La buena votación obtenida por Podemos –en
ese punto hay acuerdo unánime- fue obtenida gracias al descalabro de IU (bajó
del 11,35% al 6,89%). En la España de hoy no hay lugar para dos partidos
socialistas radicales.
Por otra parte es innegable que Podemos ha contribuido a la re-politización
de la sociedad española y lo ha hecho tanto a favor como en contra suya. Las
elecciones andaluzas contaron con alta participación, hecho que entre otras
cosas ayudó al excelente resultado (9 escaños) obtenido por los “catalanes” de
Ciudadanos dirigidos por el inteligente Albert Rivera. Ese fue sin duda el
fenómeno más interesante aparecido en tierras andaluzas.
Ciudadanos no es ni se ha planteado ser al PP lo que Podemos quiere ser con
respecto al PSOE. O dicho de modo taxativo: No es la nueva derecha –como dicen
tantos comentaristas- solo porque no es de izquierda. Ciudadanos configura una
fuerza diferente al estamentismo conservador de la vieja España de la que el PP
nunca ha podido desligarse del todo. En cierto modo Ciudadanos representa un
liberalismo político adaptado a las condiciones del siglo XXl, uno caracterizado por una adhesión sin
condiciones a los principios e instituciones democráticas. Rechaza a las
grandes visiones históricas. Busca, por lo mismo, abrirse a nuevos temas
(ecológicos, demográficos, culturales). Y lo más interesante: aunque nació en
Cataluña, no es un partido autonomista. Y así fue entendido en Andalucía.
El descalabro del PP (perdió un 13, 8% de sus votos) hay que agregarlo a su
propia cuenta: desgaste gubernamental, ausencia de nuevos líderes y sobre todo
un margen de corrupción superior al PSOE (lo que es mucho decir). El fin del
bipartidismo tiene mucho que ver con el descenso electoral del PP.
Puede pensarse que el bipartidismo, al simplificar los conflictos en dos
bloques antagónicos, es más político que el pluralismo. Mas, no siempre es así.
El pluripartidismo puede permitir el aparecimiento de problemas ocultos por el
dualismo político. Al mismo tiempo aparecerán en España posibilidades para
nuevas coaliciones, situación que otorgará a la política una dinámica ajena a
los bipartidismos clásicos. En una
democracia que se acerque a la perfección no puede haber enemigos a muerte y en
España, a diferencia de Grecia e incluso de Francia, ya no los hay.
Sin embargo, el emergente cuadrilátero español no es una excepción. La
verdad es que ya se parece bastante –quizás demasiado- al cuadrilátero político
alemán. Dos partidos grandes, uno conservador y otro socialdemócrata. El
liberalismo democrático de Ciudadanos es en varios aspectos equivalente al de
los Verdes después de la debacle histórica de los liberales alemanes (FDP). Y
Podemos se parece al partido Die Linke (La Izquierda) de un modo notable.
Incluso en sus estigmas. Mientras Die Linke no ha logrado separar su imagen del
mundo dictatorial de la RDA, Podemos continúa ligado al régimen más oprobioso
de Latinoamérica.
Si Podemos no da un vuelco radical en su tortuosa relación con el gobierno
de Maduro, en lugar de representar la gran promesa que ellos imaginaron ser,
solo serán los simples continuadores de IU, es decir, nuevos adalides de la
izquierda más reaccionaria de Europa.
En Andalucía han aparecido nuevas tendencias. Si ellas cristalizan o no,
vale decir, si las hipótesis aquí esbozadas se convierten en tesis, dependerá
de las futuras luchas electorales. Las próximas son las autonómicas del 24 de
Mayo. Después vienen las generales. La política española está más viva y vibrante
que nunca. En buena hora.