Mi tesis es que
nuestro único límite
está en el cielo.
Pero entiéndeme,
no hablo del
cielo de arriba,
ni de sus
gordiflones ángeles
o de sus sacros
santos enyesados
Te estoy
hablando, chica, de otra geometría
Te hablo del
límite que se sitúa más allá
de todo los que
nos rodea,
de todo ese saber
pagano y divino e ignorado
Te estoy
hablando, ¿me escuchas? Te estoy hablando
de un cielo
situado más allá del horizonte
De un cielo donde
late mi respiración
aunque no es de
aire. De ese cielo, óyeme tú,
de ese cielo que
no está en las profundidades
de Hölderlin ni
en los abismos de Heidegger
Tampoco creo
verlo en el fondo
de la materia
oscura de Neruda.
Ni en el pasado
que retorna de Nietzsche y Borges,
No, mil veces no:
el cielo lo veo más bien rondando
como un pajarraco
sin plumas alrededor de tu alma
Y hoy día: entre
tu cama y tu lámpara. Pero no se ve.
Pero no se
siente. Pero no se piensa. Pero creo que te amo
El cielo, es lo
que quiero decirte,
es lo que somos y
no somos, un hilo de agua
sin cauce que
aparece por todas partes.
Por ejemplo ayer
lo estuve mirando en la apertura
verde e
inmaculada del melón tuna y ahora
aparece en ese
rayo de sol que nadie sabe como
ha entrado por la
ventana, solo para iluminar tu cara.