Cuando
la prensa repite con insistencia una frase se corre el riesgo de que esta sea
convertida en verdad inapelable, algo así como decir la tierra es redonda. Gran
parte de la responsabilidad corre a cuenta de periodistas ingeniosos quienes al
inventar titulares que “pegan” han llegado a marcar periodos históricos. Temo
así que en los textos de historia, 2015 aparecerá como el año en el cual
terminó el bipartidismo europeo sin que nadie se hubiera hecho la pregunta si
ese bipartidismo alguna vez existió.
Bipartidismo
implica el primado de dos partidos alternándose el poder durante un periodo más
o menos largo, como por ejemplo en los EE UU. Pero si miramos el mismo caso
norteamericano podemos percibir que si bien allí hay dos partidos dominantes,
al interior de cada uno existen diversos proyectos los cuales aparecen a flote
en las primarias las que por lo general suelen ser más vibrantes que las
propias elecciones gubernamentales.
En
la mayoría de los países regidos por la geometría izquierda- centro- derecha,
se supone que el orden político deberá ser tripartidista. Sin embargo, ese
tripartidismo suele tomar, no solo en Europa, la forma de bipartidismo ya que
el centro se encuentra generalmente representado por la centro-izquierda y la
centro-derecha las que, como en el caso alemán, pueden llegar a formar una gran
coalición, hecho que no excluye el surgimiento de otra alianzas a nivel
regional y comunal.
Ahora,
y dicho al revés: no es excepcional que el funcionamiento de la forma
bipartidista requiera de una estructura tripartidista y -cuando no es alcanzada
una mayoría- pluripartidista. En el mismo caso alemán el rol del tercero fue
cumplido durante años por los liberales (FDP) quienes pese a que casi nunca
llegaban al 10%, formaban parte de gobierno con uno u otro de los dos grandes:
CDU/CSU y SPD. De este modo, el FDP se convirtió en el partido clave, rol que
hoy intentan ocupar los Verdes con relación a la SPD, estando todavía en juego
la incorporación de Die Linke (la izquierda), hecho que ya está teniendo lugar
a nivel regional.
En
Inglaterra en cambio, el esquema 2 contra 1 puede ser cumplido ocasionalmente
por los liberales frente a los laboristas o los conservadores. Es decir,
tripartidismo puro el que, ante la arremetida de un cuarto, el partido xenófobo
y antieuropeo UKIP (25% en las últimas elecciones) podría llevar perfectamente
a un orden político en donde la combinación 3 contra 1 deberá imponerse como
necesidad histórica, a saber, la de preservar el espacio común a los tres
partidos democráticos
Algo
similar puede suceder en Francia, país en donde el bipartidismo es solo
ficción. En la práctica, desde la aparición del Frente Nacional de los Le Pen,
existe en Francia un orden político dividido en tres franjas. En efecto, si es
difícil que el Frente Nacional pueda gobernar alguna vez solo, es lo
suficientemente fuerte para imponer condiciones a la UMP de Sarkozy y/o para
determinar grandes alianzas históricas entre la centro izquierda socialista y la
centro derecha (UMP). Además, a diferencias de España donde tendrá lugar una
competencia feroz entre dos partidos socialistas (PSOE y Podemos) en Francia
dicha lucha ha comenzado, aunque al interior del propio partido socialista
(socialistas “liberales” contra socialistas “sociales”)
Lo
que sí es evidente es que el tema del fin del bipartidismo ha alcanzado plena
actualidad con las elecciones griegas y la aparición de Podemos en España.
En
Grecia, Syriza logró la quiebra de la coalición dominante, poniendo fin al
bipartidismo histórico. Pero la última palabra no ha sido escrita. O Grecia
será gobernada por un mono-partidismo (con la derecha nacionalista o no) o,
desde la oposición se produce una regeneración del PASOK y de Nueva Democracia
estableciéndose así un orden político tripartidista (si los nazis de Aurora
Dorada continúan creciendo, por ejemplo)
España
no es, sin embargo, Grecia. Por de pronto nadie sabe todavía si el auge de
Podemos se mantendrá en el tiempo. Si es así, tendrá lugar una lucha a muerte
entre el PSOE y Podemos por la disputa de un mismo espacio (izquierda y centro
izquierda). El panorama se complica con la aparición del partido Ciudadanos
de Albert Rivera, partido que apunta a
la construcción de una derecha social, depurada de herencias post-franquistas y
del áurea de corrupción que acompaña al gobierno Rajoy. Luego, si todas la
tendencias cristalizan asistiremos a la generación de un orden político
tetra-partidista.
Al
llegar a este punto es posible extraer dos conclusiones. La primera: no es muy
cierto que el orden bipartidista esté llegando a su fin, entre otras cosas
porque, salvo en Grecia y España, ya no existía en casi ningún otro país del
continente. La segunda: en Europa está teniendo lugar un proceso de
reestructuración de las formaciones políticas surgidas en la post-guerra. Hecho
natural y comprensible. Ningún partido puede arrogarse el monopolio de la
dominación política por una eternidad, mucho menos si tomamos en cuenta que
estamos viviendo tiempos caracterizados por el surgimiento de tendencias
múltiples, difíciles de ser disciplinadas solo en torno a dos partidos. Tiempos
que no son en ningún caso post- políticos como frivolizan algunos sociólogos.
Todo lo contrario, los que vivimos y sobre todo los que vienen, serán tiempos
muy, muy políticos.
Nuevas
apariciones, no solo en política, suelen ser perturbadoras. Son, permítaseme la
comparación, como los vientos surgidos como consecuencia de desplazamientos
de masas de aire producidos por el calentamiento de la atmósfera. En algunos
lugares son simples brisas. Pero en otros, aparecen tifones y huracanes. Ahora,
el estudio de la política, así como el de la meteorología, debe orientarse
hacia las zonas de equilibrios inestables. Las de equilibrios estables carecen de
interés.
La
condición existencial de la política es su propia inestabilidad.