Escribo
esta breve nota  con la improvisación
inevitable que surge frente al desconocimiento de hechos que seguramente están
ocurriendo detrás de los bastidores públicos. 
Hecha
esta salvedad, la impresión general de los medios internacionales es que con la
detención del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma (19. 02) el mandatario
Nicolás Maduro ha cruzado la línea que separa lo que fue una vez un gobierno
popular y constitucional de un gobierno militar e incluso de una dictadura
militar. 
El
propósito de la detención de Ledezma, afirma la gran mayoría de los periódicos,
no tiene nada que ver con algún hecho realizado o propiciado por el alcalde,
sino más bien con una cálculo del gobierno, cálculo que apuntaría a los
siguientes objetivos:
- Demostrar a la oposición, pero sobre todo a sus propios seguidores,
     que a pesar de su enorme impopularidad, reflejada en todas las encuestas
     (incluyendo las oficialistas), el gobierno mantiene pleno control sobre
     los mecanismos fácticos del poder.
- Provocar y acentuar la división opositora entre los que sustentan la
     opinión de que frente a un tipo de gobierno como el de Maduro no puede
     haber ninguna salida electoral y los que afirman que las elecciones son la
     única vía para derrotar al gobierno. 
- Desplazar la lucha desde el espacio político y social al espacio
     policial y militar en el cual el gobierno puede sentirse mucho más seguro.
- De acuerdo a los puntos anteriores, la detención de Ledezma amenaza
     ser solo el comienzo de una escalada represiva cuyo objetivo deberá
     culminar con la ilegalización de toda la oposición a fin de suspender o
     postergar hacia una fecha no determinada la celebración de las elecciones
     parlamentarias de 2015. 
- La opinión general es que en Venezuela está teniendo lugar un golpe de Estado realizado desde el Estado
No
deja de llamar la atención que la detención del alcalde Ledezma, a diferencia
de la que fue objeto el dirigente del partido Voluntad Popular, Leopoldo López,
no se dio después de ninguna gran movilización social. Es decir, no fue una
reacción frente a determinados hechos sino una simple anticipación destinada a
provocar una situación de caos con el muy poco oculto propósito de legitimar
una salida militar. Maduro intentará, evidentemente, aparecer ante el mundo no
como lo que parece ser y está siendo (un autogolpista) sino como el restaurador
de un orden institucional que jamás ha sido cuestionado por la gran mayoría de
la oposición venezolana.
Hasta
el momento se ignora la reacción de la OEA y de los gobiernos más democráticos
de América Latina frente al autogolpe que ya está teniendo lugar en Venezuela.