Jueves 20 de Noviembre de 2014
Estimada Lilian Tintori
Con alegría, y me atrevo a decir, orgullo, he recibido la carta que usted me dirige con motivo del artículo al cual usted ha hecho mención.
Sé de su arduo trabajo por la libertad de Leopoldo, símbolo de la mejor tradición democrática que existe en Venezuela. Sé de la enorme injusticia cometida a él y a los demás presos políticos de su país. Sé también que la lucha de ustedes se enmarca en la ya larga historia de las luchas latinoamericanas por la democracia y por la libertad. Y mi convencimiento es que ustedes, así como ya sucedió en otros lugares, mucho más temprano que tarde, vencerán. Leopoldo volverá a ser un hombre libre y ocupará el lugar que le tiene reservado la historia de su país, al lado de su familia y de la mujer que ama.
Seguramente, como usted escribe, mantengo diferencias con Leopoldo en la evaluación de algunos momentos que llevan a la acción política. Bienvenidas sean esas diferencias Lilian. Porque las diferencias son la condición, más aún, son la sal de la política. Solo se puede unir lo diferente. Solo se puede unir lo que está desunido. Y lo que une en este caso a la oposición venezolana es mucho más grande de lo que la desune.
La vida, no los libros, me ha enseñado que la sociedad perfecta no existe para nosotros, los humanos, por definición imperfectos. Pero sí, estoy convencido, puede existir un orden político en el cual podamos dirimir nuestras opiniones sin temor a ser llevados a una cárcel, o ser insultados u ofendidos desde un poder guarecido detrás de las armas. Por ese orden lucha Leopoldo así como la inmensa mayoría de la oposición de su país. En ese punto desaparecen todas las diferencias.
Por favor, reciba usted mis saludos, unidos a un profundo respeto y a una gran admiración.
Fernando Mires
Estimada Lilian Tintori
Con alegría, y me atrevo a decir, orgullo, he recibido la carta que usted me dirige con motivo del artículo al cual usted ha hecho mención.
Sé de su arduo trabajo por la libertad de Leopoldo, símbolo de la mejor tradición democrática que existe en Venezuela. Sé de la enorme injusticia cometida a él y a los demás presos políticos de su país. Sé también que la lucha de ustedes se enmarca en la ya larga historia de las luchas latinoamericanas por la democracia y por la libertad. Y mi convencimiento es que ustedes, así como ya sucedió en otros lugares, mucho más temprano que tarde, vencerán. Leopoldo volverá a ser un hombre libre y ocupará el lugar que le tiene reservado la historia de su país, al lado de su familia y de la mujer que ama.
Seguramente, como usted escribe, mantengo diferencias con Leopoldo en la evaluación de algunos momentos que llevan a la acción política. Bienvenidas sean esas diferencias Lilian. Porque las diferencias son la condición, más aún, son la sal de la política. Solo se puede unir lo diferente. Solo se puede unir lo que está desunido. Y lo que une en este caso a la oposición venezolana es mucho más grande de lo que la desune.
La vida, no los libros, me ha enseñado que la sociedad perfecta no existe para nosotros, los humanos, por definición imperfectos. Pero sí, estoy convencido, puede existir un orden político en el cual podamos dirimir nuestras opiniones sin temor a ser llevados a una cárcel, o ser insultados u ofendidos desde un poder guarecido detrás de las armas. Por ese orden lucha Leopoldo así como la inmensa mayoría de la oposición de su país. En ese punto desaparecen todas las diferencias.
Por favor, reciba usted mis saludos, unidos a un profundo respeto y a una gran admiración.
Fernando Mires