Konstantinos Kavafis - UN ANCIANO
En el lado de adentro del bullicioso café
inclinado sobre la mesa, está sentado un anciano:
con un diario delante, sin compañía.
Y en el desmedro de la aciaga vejez
piensa qué poco gozó los años
en que tenía fuerza, y palabra, y apostura.
Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y sin embargo el tiempo en que era joven parece
como ayer. Qué breve espacio, qué breve espacio.
Y medita cómo le engañó la Prudencia;
y cómo siempre confió en ella -¡qué locura!-,
la mentirosa que decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".
Recuerda los ímpetus que contenía; y cuánta
alegría sacrificada. Cada ocasión perdida
se burla ahora de su necia prudencia.
...Pero de tanto pensar y recordar
un vértigo le invade. Y se queda dormido
apoyado en la mesa del café.
inclinado sobre la mesa, está sentado un anciano:
con un diario delante, sin compañía.
Y en el desmedro de la aciaga vejez
piensa qué poco gozó los años
en que tenía fuerza, y palabra, y apostura.
Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y sin embargo el tiempo en que era joven parece
como ayer. Qué breve espacio, qué breve espacio.
Y medita cómo le engañó la Prudencia;
y cómo siempre confió en ella -¡qué locura!-,
la mentirosa que decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".
Recuerda los ímpetus que contenía; y cuánta
alegría sacrificada. Cada ocasión perdida
se burla ahora de su necia prudencia.
...Pero de tanto pensar y recordar
un vértigo le invade. Y se queda dormido
apoyado en la mesa del café.
- Caminas por el campo de Castilla
- Y casi no lo ves. Un intrincado
- Versículo de Juan es tu cuidado
- Y apenas reparaste en la amarilla
- Puesta del sol. La vaga luz delira
- Y en el confín del Este se dilata
- Esa luna de escarnio y de escarlata
- Que es acaso el espejo de la ira.
- Alzas los ojos y la miras. Una
- Memoria de algo que fue tuyo empieza
- Y se apaga. La pálida cabeza
- Bajas y sigues caminando triste,
- Sin recordar el verso que escribiste:
- Y su epitafio a la sangrienta luna.
Dylan Thomas - NO ENTRES DÓCIL EN ESA BUENA NOCHE
No entres dócil en esa buena noche,
la vejez debería arder y enfurecerse al concluir el día;
enfurecerse, enfurecerse contra la muerte de la luz.
la vejez debería arder y enfurecerse al concluir el día;
enfurecerse, enfurecerse contra la muerte de la luz.
Aunque al llegar su fin los sabios sepan que la oscuridad es justa,
ya que sus palabras no desviaron el relámpago
no entran dóciles en esa buena noche.
ya que sus palabras no desviaron el relámpago
no entran dóciles en esa buena noche.
Los hombres buenos, por ser los últimos, al lamentar lo mucho
que podrían haber brillado sus obras frágiles
se enfurecen, se enfurecen contra la muerte de la luz.
Los hombres salvajes, que capturaron al sol al vuelo y lo cantaron
y que aprenden, tarde, que entristecieron su camino
no entran dóciles en esa buena noche.
y que aprenden, tarde, que entristecieron su camino
no entran dóciles en esa buena noche.
que los ojos ciegos podrían arder como meteoros y ser dichosos,
se enfurecen, se enfurecen contra la muerte de la luz.
Y tú, padre mío, desde tu altura triste,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te lo pido.
No entres dócil en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete contra la muerte de la luz.
No entres dócil en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete contra la muerte de la luz.
Gonzalo Rojas - CONTRA LA MUERTE
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, pero no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, pero no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.
Anton Julian - NADA TERMINA BIEN EN ESTA VIDA
Nada termina bien
todo termina mal
solo porque termina
todo termina mal
Termina mal el día hundido como un barco en su noche
Termina mal la noche rasgada por el cuchillo del día
Los amores todos terminan, todos terminaron mal
Si no en mis cenizas, en las tuyas, terminó un grito nupcial
y cayó el vacío y asomó la pena y comenzó el duro invierno
No hay nada que termine bien en esta vida, todo termina mal
Ni esa mosca terminó su vuelo patas arriba yace después
del golpe de odio recibido con el libro de filosofía clásica
que me sirvió de almohada en mis noches terminadas.
Termina la vida ya lo sé, termina, y no se donde comienza
el más allá, supongo ha de terminar para nacer de nuevo
en un rincón donde yo y mi sombra unidos, esperan el final
Nada termina bien
todo termina mal
solo porque termina
todo termina mal.
- J. L. Borges - ELOGIO DE LA SOMBRA
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy
Fernando Mires - COMENTARIO AL POEMA "ELOGIO DE LA SOMBRA" DE J. L. BORGES
Su poema es
socrático, aunque no cristiano
Sócrates se
alegró de su muerte antes del último brindis
Borges, con esa
sabiduría que solo los socráticos conocen
admitió como
Sócrates la posibilidad de un regreso
De un regreso al
Ser desde donde ahora somos siendo
Sí, de un regreso a otro lugar sin horas y sin nombres,
Sí, de un regreso a otro lugar sin horas y sin nombres,
sin mujeres, sin
batallas, sin fuegos y sin hombres
Pero el Cristo
pensaba diferente a Sócrates y a Borges
Comprensible:
Ejercía entre otras profesiones, la de Dios
Y a pesar de ser
Dios, no se alegró de su muerte
Porque Dios el
Cristo vivía en el Hombre
Y así sintió en
su carne el abandono de Dios
Cristo o Jesús,
confesemos, era la contradicción en persona
El Dos en el Uno,
el Uno en el Dos
El que desciende
Y el que asciende
Y a la vez los
dos
El que nace y el
que muere
Y a la vez los
dos
El que es, el que
ha sido y el que será
¡Y a la vez
los tres!
Pero para volver
al Uno en el Tres
Uno de ambos
debía morir
Y nunca más ver
la puesta del sol
en la hoja del
viento del jardín oscuro
O en la belleza
sin fin de los ojos
de una mujer
ardiendo detrás de su piel
Cada muerte, ay,
es una ejecución del Destino
Tal vez como
Sócrates o como Borges
Puede que también yo, el que soy y el que es,
con mi humildad de pajarraco sin alas
con mi humildad de pajarraco sin alas
regrese a un
comienzo no comenzado
Regrese a un
comienzo después del final
Regrese a un final nunca o jamás terminado
!Pues ya lo he
dicho, carajo!, ya lo he dicho:
Somos como
Cristo, la contradicción en persona