Es ya lugar común referirse a la
“decadencia” de los EE UU. Mi afirmación será contraria: Obama ha fortalecido
la imagen de su nación elevándola a posiciones de poder que no había logrado
ocupar desde el comienzo del periodo post- Guerra- Fría.
Para sustentar dicha, tal vez para muchos, arriesgada
tesis, será necesario destacar que la mayoría de los críticos de Obama no ha
sabido distinguir entre dos conceptos elementales de la política: me refiero a
los de dominación y hegemonía. La diferencia es importante. La
dominación se basa en la fuerza militar. La hegemonía, en el liderazgo. O dicho
a través de una comparación: Durante Bush, EE UU ejerció dominación, pero
ningún liderazgo. Durante Obama, EE UU ejerce mayor liderazgo, renunciando a
determinadas formas de dominación. Ese punto lo dejó muy claro Obama en su
discurso del 11.09.2014.
Cuando el gobierno de Obama sea analizado sin las
pasiones y confusiones de nuestros días, será inevitable referirse a los tres
grandes éxitos de su política internacional. Ellos son:
- Restauración política y
militar de la Alianza Atlántica
- Demarcación de los límites
geográficos y militares del imperio ruso.
- Notable aumento de
influencia en el espacio islámico.
De más está decir que ninguno de los puntos mencionados
puede ser analizado con prescindencia de los otros. La restauración de la
Alianza Atlántica, por ejemplo, no es un “hecho en sí”. Ocurrió frente a las extralimitaciones de Putin
(invasión de Crimea y agresión a Ucrania) y del aparecimiento de una amenaza
internacional como el EI (o ISIS) en Irak y Siria.
En ese sentido los gobiernos europeos no se diferencian
de los no europeos. Solo están dispuestos a actuar unidos bajo la condición de
que exista un enemigo común. Pero no un enemigo hipotético o preventivo, sino
un enemigo visible y actuante. Así ha ocurrido con las dos coaliciones
internacionales formadas recientemente entre Europa y los EE UU. Ni las
agresiones de Putin ni las salvajadas de EI son inventos intelectuales.
Al suelo caen las necedades de algunos críticos cuando se
refieren a una Europa decadente (versión nueva de la vieja tesis proto-fascista
de Oswald Spengler respecto a la “decadencia de Occidente”). Europa, lo está
demostrando, está dispuesta a actuar en el concierto de las naciones, si es que
las condiciones así lo requieren.
Por supuesto, la coalición atlántica no podrá mantenerse
en el tiempo sin diferencias e incluso deserciones. Algunos gobiernos tienen
demasiados compromisos con Rusia y el cercano oriente es para ellos todavía
lejano. De modo inverso, Polonia, la República Checa y los países bálticos,
exigen una mayor decisión de la OTAN frente a Rusia. Lo importante, en
cualquier caso, es que el eje formado por Gran Bretaña, Francia y Alemania ya
está formado.
¡Qué lejos se ven los tiempos cuando Bush invadía
naciones sin más apoyo que Inglaterra! Pocas veces, como sucedió bajo Bush, EE
UU estuvo tan aislado del mundo. Hoy, en cambio, Obama emerge como líder de un
bloque que concita el apoyo de diversos gobiernos.
Por cierto, una demostración global de fuerzas trae
consigo riesgos. Si Rusia es –como subrayó Obama- solo una potencia regional,
es también una potencia nuclear. Pero sin una demostración de fuerzas, Putin
será aún más peligroso.
Ya llegará el momento de hacer concesiones a Putin. Pero
serán muchas menos si hoy se actúa con una fuerte demostración de poder. Esas
concesiones tendrán por cierto límites. Uno de esos límites es Ucrania. Pero
Ucrania no es una pelota de pimpón sino una nación soberana. Un acercamiento de
Ucrania a Rusia, si es que ocurre, solo puede ser decisión del gobierno
ucraniano. Los tiempos en que Stalin, Roosevelt y Churchill se sentaban para repartirse el mundo, ya quedaron
atrás. Ese es un grave problema para Rusia.
La mayoría de la población de los países satélites de
Rusia quiere acercarse a Occidente. Pero hasta ahora no se ha sabido de alguna
nación occidental cuyos habitantes sientan atracción por Rusia. Esa es la gran
diferencia entre Rusia y la URSS. Rusia es una potencia geográfica sin proyecto
histórico.
De la misma manera, los riesgos de que en 2014 se repita
algo parecido a 1914, como suponen los supersticiosos, son menos que mínimos.
Rusia ya no está en condiciones de ser miembro de una coalición junto a países
occidentales como en 1914. Con
excepción de gobiernos títeres como el de Bielorrusia y la retórica vacía de un
par de gobernantes latinoamericanos, Rusia no tiene a nadie en el mundo.
Problemática pero aún más eficaz ha sido la coalición
lograda por Obama frente al peligro de un califato en Irak y Siria.
Problemática, porque precisamente en el Oriente Medio, Putin había logrado
formar un eje junto a la Siria de Al- Asad y el Irán de Ahmadineyah.
Cuando las naciones europeas se negaron a apoyar a los EE
UU y delegaron a Putin el control sobre las armas químicas sirias, Obama
pareció perder puntos. Y bien, precisamente ahí demostró sus condiciones de
estadista. En lugar de lidiar con Rusia se acercó a Irán. Fue una jugada
maestra. Tuvo así lugar un verdadero trueque. El presidente Rouhaní, interesado
en un mayor desarrollo económico, aceptó posponer planes nucleares a cambio de
apoyo tecnológico en otras áreas de la producción. El resultado está a la
vista: en la coalición anti-yihadista, Obama cuenta con el apoyo de Irán. Si
eso es debilidad ........
Más todavía, aún pese a los bombardeos de Israel en el
Gaza, nunca en toda su historia, ni siquiera durante la Guerra Fría, EE UU ha
tenido tantos aliados en el Oriente Medio. Todas las potencias regionales –Turquía,
Egipto, Arabia Saudita e Irán- han pasado, objetivamente, sea de modo tácito o explícito, a formar parte de la gran coalición
antiyihadista junto a Irak.
Curiosa paradoja es que las más acerbas críticas a Obama
vienen de América Latina. Por un lado, de los restos de la izquierda viuda (de
la URSS). Por otro, de comentaristas situados a la derecha del Tea Party
norteamericano. Pero ¿a quién le importa hoy América Latina?