Fernando Mires – LA FINAL



Han cambiado los tiempos. El equipo alemán parecía un equipo argentino de los de antes y el argentino uno alemán de los de antes. Atildados, estéticos, con buen dominio del pase corto y del toque, maestros en las paredes, sobre todo en las entradas fulminantes en el área chica: los alemanes. Funcionales, tácticos, duros a veces, a pelotazos largos, sujetos a esquemas: los argentinos. Dos estilos y un solo fútbol. El triunfo de uno u otro iba a depender de circunstancias imprevisibles, eso se supo desde el comienzo. Al fin y al cabo gran parte del fútbol, como la vida misma, está regido por la lógica de la contingencia pura. Por eso nos gusta tanto.
La defensa argentina más que una defensa es un muro. No hablo solo de Mascherano, quien no deja pasar ni al aire por su lado. Demichelis (jugó varios años en Munich) y Garay; lo secundan a la perfección. Rojo y Zabaleta no son carrileros, como se dice hoy. Son más bien clásicos marcadores de punta, como los que había antes. Los dos del medio-medio, Pérez  y Biglia, son más defensivos que ofensivos. Impresionante Biglia, no para de correr durante todo el partido: marca, quita, pasa al que está a su lado, y sigue corriendo.
Adelante esperan tres para el pelotazo largo: Lavezzi, Higuaín, y “el factor Messi”. A mi juicio, el mejor fue Lavezzi: rapidísimo, driblador, cubriendo la línea en todo su largo. Tanto fue así que el relator lo confundió varias veces con Messi.
No entendí a Sabella cuando hizo entrar a Agüero.
Aparte de que es muy amigo de Messi, Agüero solo aportó violencia al juego. Más todavía, al irse por el centro quitó espacios a su propia delantera la que hasta el momento venía desplegándose muy bien por las puntas. Bajo esas condiciones, el más perjudicado fue Messi.
Cierto es que en la zona chica alemana brillaban Neuer (quien además de arquero hace de líbero) Hummels y, sobre todo Boateng, una especie de Mascherano alemán.
Boateng, quien comenzó jugando inclinado hacia el costado derecho, fue ubicado después como central donde por estatura, prestancia y técnica, no debe salir nunca más en su vida. El cambio fue el resultado de una paradoja: la lesión del joven Kramer, quien a su vez entró como reemplazante de última hora del magnífico Khedira. El ingreso de Schürle resultó a la postre un factor decisivo. Porque justo ahí, en el cambio de Kramer por Schürle, se probó la inteligencia futbolística de Löw.
Debo decir que también me costó entender el sentido de la entrada de Schürle, un delantero típico, por el más bien defensivo Kramer. Mas, luego me di cuenta de que Löw había hecho un enroque. Con la entrada de un delantero más, Boateng  pasó al centro defensivo, Kroos fue enviado a jugar dos pasos hacia atrás, y la batuta de todo el medio hacia adelante le fue entregada a Schweinsteiger, sin duda el mejor jugador del campo.
Los argentinos, que no nacieron ayer, se dieron rápidamente cuenta de que la figura del encuentro ya no era Messi sino Schweinsteiger, y comenzaron a darle durísimo. Al final, el mediocampista de Bayern tenía su cuerpo y rostro convertido en una miseria. Y Agüero, si no hubiera sido porque el árbitro no quiso ensuciar una final de gala con expulsiones, merecía la tarjeta más roja posible.
Más decisivo todavía –eso ya lo sabemos todos- fue el ingreso de Götze por Klose.
Klose había jugado bien cerca del arco y abría espacios para las agudas entradas  de Özil, Müller y el mismo Schürle. Pero “el abuelo” ya estaba cansado. Götze no es un “9”, es más bien un “10”, aunque buenísimo en  posiciones adelantadas. Cuentan que Löw dijo al oído de Götze. “Muestra al mundo lo que eres”. Si a mí un entrenador me dice lo mismo, yo también hago un gol. Y Götze lo hizo.
No fue un gol “a lo Messi” como otros que ya ha hecho en el campeonato alemán. Fue más bien “a lo Pelé”. Como si hubiera querido rendir un homenaje al genio en el propio Maracaná, Götze la paró de pecho, la bajó, y la clavó en el hueco más vacío del arco contrario.
Alemania, gracias al gol de Götze, obtuvo, con plena justicia, el título mundial.
Fue un gran partido. Bien jugado, rapidísimo, con el suspenso de un buen “thriller”.  Si no fuera una frase tan manida, yo habría escrito: “no solo ganó Alemania; también ganó el fútbol”. Pero ya lo escribí, y no vale la pena borrar. Además, es cierto.
Fue un lindo mundial. Hubo de todo.