Fernando Mires - LUIS SUÁREZ Y LOS MACARRAS DE LA MORAL (de la FIFA)




Lo juzgaron sin juicio y lo condenaron en nombre de una moral sobre-terrenal. ¿Cuál es esa moral? Ah, la moral de los señores de la FIFA, cada uno más que otro comprometido en turbiedades, en lavados de dineros mal habidos, en corrupciones y corruptelas, y miles y cuántas cosas más. ¡Qué mejor oportunidad para ellos! Levantarse de repente -después de pagar a las mulatas que le sirvieron su noche de pobres disturbios- y aparecer ante el mundo como máxima instancia moral gracias al inusitado  mordisco del uruguayo Luis Suárez, el mejor 9 del mundo, caído por un segundo a la infancia de su vida, a la de la etapa oral, la de la humanidad primera cuando nosotros los humanos nos defendíamos a mordiscos de los lobos porque no teníamos pistolas, ni fusiles, ni metrallas, ni mísiles, y otras gracias con las cuales, en nombre de una macarra moral nos hemos ido ultimando unos contra otros a lo largo de ese charco de sangre que llamamos historia universal.
Entonces llegaron frente al pobre y excelente delantero Suárez los por Joan Manuel Serrat denunciados, macarras de la moral: “Anunciando Apocalipsis/ van de salvadores/ y si les dejas te pierdes/ infaliblemente/ Manipulan nuestros sueños/ y nuestros temores/ sabedores de que el miedo / nunca es inocente.
Yo no estoy defendiendo a los dientes, ni a los colmillos, ni a las caries de Suárez. A mí me aterró más que a ustedes el mordisco del uruguayo. Pero también me aterra la patada que destrozó una vez la rodilla de ese jugador. A esa pata malhechora no le dieron castigo ni pena. O el golpe en la cabeza con el puño extendido sobre el triste nigeriano caído en el suelo. A ese solo le dieron la amarilla en el llamado mundial. O el puntapié al incógnito hondureño solo frente al arco, a ese no le cobraron nada. O a ese japonés que pulverizó la pierna del adversario, al que suspendieron solo por una fecha. ¿De qué moral me hablan ustedes, macarras de la moral? Ustedes: Son la salsa/ de la farsa/ El meollo/ del mal rollo/ La mecha/ de la sospecha/ La llama/ de la jindama/ Son el alma/ de la alarma/ del recelo/ y del canguemo/ Los chulapos/ del gazapo/ los macarras/ de la moral.
¡Cuánta razón tenía Serrat, macarras, marrocos y maracos de la moral!
Son los mismos -repentinos puritanos- que nos dicen (después de arrojar el pañuelo con rouge de la secretaria en el  basurero) ¿Y qué le vamos a decir a nuestros niños cuando veamos el mundial junto a ellos? Como si los niños no solo pelearan a patadas, sino también con las uñas y sobre todo con mordiscos. Solo quien fue niño sabe lo que es un mordisco bien dado al niño más grande que te está jodiendo la vida.
Solo los niños, y quien ha sido alguna vez niño, pueden entender a Suárez. En un segundo Suárez volvió a ser niño, y mordió a su adversario como solo los niños saben morder, sin heridas ni cicatrices. Ese fue el delito que los macarras no perdonan a Suárez. Su, en un momento, inevitable retorno a la infancia.
Pero díganme, macarras de la moral ¿En que código legal figura que un mordisco es peor que un puntapié? ¿En cuál reglamento de la FIFA está prescrito que un mordisco en un brazo (hubiera sido por lo menos en la garganta) vale más que mil escupitajos, patadas, y golpes en la cabeza del adversario? ¿En cuál reglamento constitucional, díganme de una vez por todas, macarras de la gran dama, está establecido cuantos partidos de suspensión corresponde a cada jugador por cada mordisco? Muéstrenlo, aclárenlo macarras, denlo a conocer. Solo para entender un poco más; nada más.
Pero si ese reglamento con su correspondiente inciso sobre el mordisco no existe, quiere decir que ustedes, los de la FIFA, obraron frente a Suárez por cuenta propia. ¿Y quién les ha dado ese derecho a obrar por cuenta propia? ¿Un derecho que ningún presidente democrático de la tierra tiene, pues sus decisiones deben ser aprobadas, aunque sea pro-forma, por un poder judicial y por un parlamento?
Si ese reglamento no existe, las nueve fechas de suspensión con la cual ustedes macarras, castigaron a Suárez, no solo son  ilegales; son, sobre todo, ilegítimas.
Yo –anótenlo- no estoy defendiendo al mordedor uruguayo. Luis Suárez deberá ser castigado, pero no por más que una patada en el revés, o por una infracción en el derecho. El cometió una falta con una parte de su cuerpo, con su dentadura, así como otros lo hacen con los codos, con  el zapato filudo o con la mano de Dios o de Maradona. Y como toda falta, la de Suárez (agresión al adversario) deberá ser penada. Pero de acuerdo a los reglamentos, macarras, y nada más. 
Eso es lo que pido, muestren el reglamento. O por lo menos el inciso del mordisco ¿Es mucho acaso?
Lo dicho tiene sustentación no solo moral, sino también analítica. Hubo un tiempo en el cual los macarras de la moral dictaminaban sobre la sexualidad que debía llevar cada uno. La sexualidad, decían los macarras, solo debía ser genital. Lo extra- o lo no-genital, era desviación, o peor todavía: perversión. La sexualidad con el sexo no contrario, la sexualidad manual, anal, bucal, sin pene y sin vagina, debía ser castigada y proscrita. Tuvo que aparecer Freud para decirnos que la sexualidad - y la agresividad-  es polimórfica. Tuvo que aparecer Lacan para decirnos que la sexualidad - y la agresividad- obedece a un deseo no corporal. Tuvo que aparecer Foucault para decirnos que todo ser humano es, por entero, un órgano sexual (y agresivo). Los macarras de la moral tuvieron así que emprender la retirada. Pero no desaparecieron del todo. Sus nichos sobreviven en cuarteles militares, en conventos de oscuros monjes, entre sectas aisladas de chiíes y suníes. Pero, además, en la FIFA.
Desde la FIFA, los macarras de la moral quieren convencernos que no el delito, sino el órgano del delito, es lo que hace a la culpa.
Ellos continúan entonando la antigua partitura. La misma en contra de la cual Joan Manuel Serrat destinó sus más indignados versos:
Anunciando Apocalipsis/ van de salvadores/ y si les dejas te pierdes/ infaliblemente/ Manipulan nuestros sueños/ y nuestros temores/ sabedores de que el miedo/ nunca es inocente.
Yo no pido amnistía para Luis Suárez. Yo solo pido un castigo justo. Porque el que le dieron los macarras de la FIFA, no sólo es injusto. Es, además, ilegal. Y por eso mismo, es ilegítimo. No es broma, pues, según Serrat:
Si (los macarras) no fueran tan temibles/ nos darían risa/ Si no fueran tan dañinos/ nos darían lástima.