Lo juzgaron sin juicio y lo condenaron en nombre de una
moral sobre-terrenal. ¿Cuál es esa moral? Ah, la moral de los señores de
la FIFA, cada uno más que otro comprometido en turbiedades, en lavados de
dineros mal habidos, en corrupciones y corruptelas, y miles y cuántas cosas
más. ¡Qué mejor oportunidad para ellos! Levantarse de repente -después de
pagar a las mulatas que le sirvieron su noche de pobres disturbios- y
aparecer ante el mundo como máxima instancia moral gracias al inusitado mordisco del uruguayo Luis Suárez, el mejor 9 del mundo,
caído por un segundo a la infancia de su vida, a la de la etapa oral, la de la
humanidad primera cuando nosotros los humanos nos defendíamos a mordiscos de
los lobos porque no teníamos pistolas, ni fusiles, ni metrallas, ni mísiles, y
otras gracias con las cuales, en nombre de una macarra moral nos hemos ido
ultimando unos contra otros a lo largo de ese charco de sangre que llamamos historia
universal.
Entonces llegaron frente al pobre y excelente delantero
Suárez los por Joan Manuel Serrat denunciados, macarras de la moral: “Anunciando
Apocalipsis/ van de salvadores/ y si les dejas te pierdes/ infaliblemente/
Manipulan nuestros sueños/ y nuestros temores/ sabedores de que el miedo /
nunca es inocente.
Yo no estoy
defendiendo a los dientes, ni a los colmillos, ni a las caries de Suárez. A mí me aterró más que a ustedes el mordisco del
uruguayo. Pero también me aterra la patada que destrozó una vez la rodilla de
ese jugador. A esa pata malhechora no le dieron castigo ni
pena. O el golpe en la cabeza con el puño extendido sobre el triste nigeriano caído en el suelo. A ese solo le dieron la amarilla en el llamado
mundial. O el puntapié al incógnito hondureño solo frente al arco, a ese no le
cobraron nada. O a ese japonés que pulverizó la pierna del adversario, al que
suspendieron solo por una fecha. ¿De qué moral me hablan ustedes, macarras de
la moral? Ustedes: Son la salsa/ de la farsa/ El meollo/ del mal rollo/ La
mecha/ de la sospecha/ La llama/ de la jindama/ Son el alma/ de la alarma/ del
recelo/ y del canguemo/ Los chulapos/ del gazapo/ los macarras/ de la moral.
¡Cuánta razón tenía Serrat, macarras, marrocos y maracos
de la moral!
Son los mismos -repentinos puritanos- que nos dicen
(después de arrojar el pañuelo con rouge de la secretaria en el basurero) ¿Y qué le vamos a decir a nuestros
niños cuando veamos el mundial junto a ellos? Como si los niños no solo
pelearan a patadas, sino también con las uñas y sobre todo con mordiscos. Solo
quien fue niño sabe lo que es un mordisco bien dado al niño más grande que te está
jodiendo la vida.
Solo los niños, y quien ha sido alguna vez niño, pueden
entender a Suárez. En un segundo Suárez volvió a ser niño, y mordió a su
adversario como solo los niños saben morder, sin heridas ni cicatrices. Ese fue
el delito que los macarras no perdonan a Suárez. Su, en un momento, inevitable
retorno a la infancia.
Pero díganme, macarras de la moral ¿En que código legal
figura que un mordisco es peor que un puntapié? ¿En cuál reglamento de la FIFA está prescrito que un mordisco en un brazo (hubiera sido por lo menos en la garganta) vale más que mil escupitajos,
patadas, y golpes en la cabeza del adversario? ¿En cuál reglamento
constitucional, díganme de una vez por todas, macarras de la gran dama, está
establecido cuantos partidos de suspensión corresponde a cada jugador por cada
mordisco? Muéstrenlo, aclárenlo macarras, denlo a conocer. Solo para entender
un poco más; nada más.
Pero si ese reglamento con su correspondiente inciso
sobre el mordisco no existe, quiere decir que ustedes, los de la FIFA,
obraron frente a Suárez por cuenta propia. ¿Y quién les ha dado ese
derecho a obrar por cuenta propia? ¿Un derecho que ningún presidente
democrático de la tierra tiene, pues sus decisiones deben ser aprobadas, aunque
sea pro-forma, por un poder judicial y por un parlamento?
Si ese reglamento no existe, las nueve fechas de
suspensión con la cual ustedes macarras, castigaron a Suárez, no solo son ilegales; son, sobre todo, ilegítimas.
Yo –anótenlo- no estoy defendiendo al mordedor uruguayo.
Luis Suárez deberá ser castigado, pero no por más que una patada en el revés, o
por una infracción en el derecho. El cometió una falta con una parte de su
cuerpo, con su dentadura, así como otros lo hacen con los codos, con el zapato filudo o con la mano de Dios o de
Maradona. Y como toda falta, la de Suárez (agresión al adversario) deberá ser
penada. Pero de acuerdo a los reglamentos, macarras, y nada más.
Eso es lo que pido, muestren el reglamento. O
por lo menos el inciso del mordisco ¿Es mucho acaso?
Lo dicho tiene sustentación no solo moral,
sino también analítica. Hubo un tiempo en el cual los macarras de la moral
dictaminaban sobre la sexualidad que debía llevar cada uno. La sexualidad, decían los macarras, solo debía ser genital. Lo extra- o lo no-genital, era
desviación, o peor todavía: perversión. La sexualidad con el sexo no contrario,
la sexualidad manual, anal, bucal, sin pene y sin vagina, debía ser castigada y
proscrita. Tuvo que aparecer Freud para decirnos que la sexualidad - y la agresividad- es
polimórfica. Tuvo que aparecer Lacan para decirnos que la sexualidad - y la agresividad- obedece a
un deseo no corporal. Tuvo que aparecer Foucault para decirnos que todo ser
humano es, por entero, un órgano sexual (y agresivo). Los macarras de la moral tuvieron así
que emprender la retirada. Pero no desaparecieron del todo. Sus nichos
sobreviven en cuarteles militares, en conventos de oscuros monjes,
entre sectas aisladas de chiíes y suníes. Pero, además, en la FIFA.
Desde la FIFA, los macarras de la moral quieren
convencernos que no el delito, sino el órgano del delito, es lo que hace a la
culpa.
Ellos continúan entonando la antigua
partitura. La misma en contra de la cual Joan Manuel Serrat destinó sus más
indignados versos:
Anunciando Apocalipsis/ van de salvadores/ y si les dejas
te pierdes/ infaliblemente/ Manipulan nuestros sueños/ y nuestros temores/
sabedores de que el miedo/ nunca es inocente.
Yo no pido amnistía para Luis Suárez. Yo solo pido un castigo justo. Porque el que le dieron los macarras de
la FIFA, no sólo es injusto. Es, además, ilegal. Y por eso mismo, es ilegítimo.
No es broma, pues, según Serrat:
Si (los macarras) no fueran tan temibles/ nos darían
risa/ Si no fueran tan dañinos/ nos darían lástima.