Un simple resultado, un par de números. Pero a la vez
un acontecimiento: un hecho histórico
en la historia del fútbol chileno. España, el gran favorito, campeón
de Europa y campeón mundial, cayó derrotado y eliminado no por casualidad ni
mala suerte, frente a un equipo chileno que lo superó en todos los sentidos
futbolísticos habidos y por haber.
Para muchos, una sorpresa. Por eso digo “un
acontecimiento”, es decir, un hecho que altera el orden del discurso y al
romper la continuidad crea un nuevo comenzar. En Chile estoy seguro, se hablará
del 18 de Junio como “el día en que le ganamos a España”. Si, el día en que
hicimos y cambiamos la historia (del fútbol, por supuesto).
Digo ganamos, no ganaron. Lo digo así porque esos once
también fueron “un nosotros”. Mientras se desplazaban en el Maracaná, miles
jugábamos junto a ellos, aplaudíamos, cruzábamos los dedos y puteábamos al
parcializado árbitro (ese alargar el juego en seis minutos fue una maldad).
Pero también le ganamos al árbitro y con ello a la FIFA. Es que el fútbol crea
algo que ni el arte, ni la religión, mucho menos la política, pueden crear: una
relación unitaria. El artista y el maestro chasquilla, el revolucionario y el
momio, el intelectual y el analfabeto, el verdulero de la esquina y la vieja
pituca, el de adentro y el que vive afuera, todos, estuvimos esta vez juntos.
Una unidad ficticia por supuesto; artificial, efímera si se quiere; pero al
fin, una unidad. O por lo menos, la ilusión de una unidad
Le ganamos también a la tradición y a la historia. Cuando
un periodista dijo, la historia está en contra de Chile, creo que fue Medel
quien respondió: “Pero la historia no juega”. Frase que mostró la entera
disposición del equipo. Porque para ganar no solo hay que saber, hay que desear ganar. Eso significa que la historia no está dada. La historia no conoce
tendencias ni leyes. La historia se hace; la hacemos. Solo así nos explicamos
la actitud casi suicida de un Arturo Vidal.
Todos sabemos que para sanar de una operación a los
meniscos se requiere por lo menos de tres meses de reposo. Vidal, en cambio, en
una actitud más que heroica, espiritual, puso en juego su futuro futbolístico.
Pues para ignorar ese dolor punzante de músculos y tendones que seguramente lo
acosaba, hay que saber trascender la materia con la que nos hicieron. Así lo
habría dicho Nietzsche, si es que no lo dijo.
Pero no todo fue arrojo y valentía de los chilenos, como
intentó minimizarnos Del Bosque. No; mil veces no: El equipo chileno no fue un
pelotón de aguerridos araucanos dedicado a detener el avance de los
conquistadores. Detrás de ese 2 a 0 hay trabajo, estudio, planificación. De tal
modo, al César lo que es del César y a Sampaoli lo que es de Sampaoli. Porque
el casildense no solo continuó el trabajo comenzado por Bielsa. Además, lo
perfecionó.
Bielsa enseñó a atacar, quitando a la selección, y ojalá
para siempre, ese estilo arratonado que la caracterizaba. Con Sampaoli, Chile
aprendió, además, a defender. Y aquí viene la gran novedad: la defensa chilena
no defiende atrás, sino en todo el campo. De lo que se trata, así entiendo el
discurso de Sampaoli, es de defender cada centímetro de la cancha y no solo los
que bordean el arco.
No es casualidad que ninguno de los defensas de la línea
de tres: Jara, Medel y Silva juegue como defensa en su club. Chile defiende
atacando y ataca defendiendo. Esa es la razón por la cual, en analogía con “la
naranja mecánica” que pusieron de moda los holandeses en el mundial del 74, la
prensa internacional ha comenzado a hablar de la “defensa dinámica” de los
chilenos del 2014. Hay algo de verdad en eso: La antítesis entre defensa y
ataque se convierte, de acuerdo al texto de Sampaoli, en una perfecta síntesis
hegeliana.
Subyace en el estilo de Sampaoli una tesis casi
filosófica que más o menos dice así: durante el juego, cualquier momento,
cualquiera pelota perdida, el más diminuto error, puede ser gravitante. En ese
sentido el estilo impuesto por el entrenador es –no encuentro otra palabra-
existencial. Según ese estilo hay que jugar cada segundo del partido como si
este fuera el último. Inevitable pensar en la posibilidad de que si
traspasáramos esa tesis a la vida cotidiana, o si dijéramos, hay que vivir cada
segundo de la vida como si este fuera el último, la vida sería mucho más
interesante de lo que parece ser.
Pero por mucho que Sampaoli corra a lo largo de toda la
línea, él no define la narrativa del partido. Más bien ocurre al revés: el
juego va creando su propia narrativa y es ahí en donde entra en acción ese
elemento no computable por ningún estratega: la improvisación individual.
Chile no tiene a grandes genios en su equipo
(tal vez Alexis Sánchez sea lo más parecido a esa especie) pero sí a jugadores
muy inteligentes. Como conjunto es un todo actuante y pensante. Esa unidad es,
a su vez, la razón sobre la cual se basa la improvisación individual.
Recordemos por ejemplo los dos goles. Ninguno fue producto de un rebote o de
una pifia. Los dos fueron “de confección”. En el primero (19) Vargas recibió el
cruce, la paró con el empeine y en una fracción de segundo la metió entre un
defensa y Casillas. En el otro gol, Aránguiz (42) en espacio poblado, se dio el
lujo de parar la pelota pisándola, para apuntar enseguida a través de un
matorral de piernas e incrustarla en el arco contrario. Goles que no fueron
productos de la mano ni de los pies de Dios, como diría tal vez Maradona. Pero
sí de una chispa (chispeza según el gran Medel) que de pronto aparece y nadie sabe de dónde viene.
El 18 de Junio, Juan Carlos abdicó de su
trono. El mismo día el reinado del fútbol español fue derrocado por
uno de sus hijos del sur. Lo uno no tiene nada que ver con lo otro, por
supuesto. Pero quienes creen en que las casualidades no son casuales, tienen
más de algún motivo para pensar en cábalas.
Al día siguiente yo debía escribir mi artículo
semanal para el periódico. Temas no me faltaban. Los chiís y los suníes se
están matando como orates en Irak. Los separatistas asolan las ciudades de
Ucrania. Camiones llenos de campesinos sirios avanzan hacia Europa dejando
detrás de sí a sus pobres tierras arrasadas. Mucho dolor, mucha miseria, mucha
crueldad. Decidí entonces escribir sobre fútbol. Al fin y al cabo, cuando
hablamos sobre fútbol –eso fue lo que me dije- no solo hablamos sobre fútbol.