Fernando Mires - UCRANIA: LOS DILEMAS DE LA OPOSICIÓN


Poco a poco, dejando detrás de sí una estela sangrienta como ocurre en todos esos levantamientos populares en los cuales la correlación de fuerzas no está claramente definida, la tercera revolución ucraniana está llegando a su fin.
La primera fue la revolución nacional que impulsó la independencia del país con respecto a la URSS (1990). La segunda fue la revolución política, también llamada “revolución naranja” (2004) la que erigió los fundamentos de una república parlamentaria semejante a la que prima en la mayoría de las naciones de Europa Occidental. La tercera, la que culminó en Febrero de 2014, la más profunda y ambiciosa, tuvo en primera línea un carácter nacional (es decir, anti-ruso), pero también un notorio sentido político dirigido hacia la restauración de la democracia parlamentaria de acuerdo a la Constitución del 2004, tan maltratada por el autócrata Viktor Yanukovich.
En otras palabras, la “revolución naranja” comenzada  en el 2004 alrededor de la figura emblemática de Yulia Timoshenko ha logrado su definitivo triunfo en el 2014. Es que así son las verdaderas revoluciones. Sus objetivos terminan por cumplirse, pero no de un modo inmediato.
Ahora, si atendemos a los objetivos nacionales planteados por los movimientos de Noviembre del 2013, vale decir, la incorporación de Ucrania a la UE, la revolución no puede declararse todavía vencedora. No obstante, el sentimiento anti-ruso que generó ya es dominante. A la vez, la influencia de Francia y Alemania e incluso de los EE UU, ha llegado a ser muy grande en la determinación de los futuros cursos políticos de la nación ucraniana.
Rusia podrá ejercer todavía cierta dominación económica a través del chantaje del gas con el cual siempre amenaza Putin, pero la posibilidad de mantener hegemonía política ya la perdió el autócrata. En efecto, si hay alguien más odiado que Yanukovich en Ucrania ese no es otro sino Putin. De este modo el autoritario gobernante deberá comenzar a despedirse de su utopía tendiente a restaurar el imperio euroasiático de los tiempos de Stalin.
Pero si atendemos a sus propósitos políticos, puede afirmarse que la revolución sí ha logrado salir victoriosa. Por un lado, hay un debilitamiento extremo del partido de gobierno (Partido de las Regiones) y de sus aliados comunistas (pro-rusos). Por otro, el declive del personalismo autocrático de Víktor Yanukovich, cuyos generales se negaron a aplastar a sangre y fuego a las multitudes sublevadas. Sin el apoyo del ejército,no hay mas alternativa que adelantar las próximas elecciones y llamar a un gobierno de unidad nacional. En esas elecciones los más seguros perdedores serán los seguidores de Yanukovich
Interesante es mencionar que después de mucho tiempo la EU volvió a mostrar cierto perfil político. Desatendiendo las gaseosas presiones ejercidas por Putin, Merkel y Hollande lograron incorporar a Polonia –aterrada frente a una Ucrania putinista- a la mesa de negociaciones. El hábil Ministro del Exterior alemán Steinmeier logró además una positiva interlocución con los dos principales partidos de la oposición democrática, el tradicional Batviskina de Yulia Timochenko representado en su ausencia por Arseni Yatseniuk, y el popular UDAR, dirigido por el carismático ex boxeador Vitali Klitschko. A ellos se suman las fracciones que desertaron del partido de gobierno, encabezadas por el ex alcalde de Kiev, Volodomir Maksenko.
La buena noticia es que Ucrania no será en un futuro inmediato un país ingobernable. La coalición de centro-centro formada por los partidos mencionados es sólida y seguramente emergerá como mayoritaria en las próximas elecciones. La incertidumbre está representada por la presencia de las organizaciones radicales ultra-nacionalistas encabezadas por Dimitri Yarochenko y el partido Svoboda (Libertad) del antisemita Oleg Tyagnibok. Si las pretensiones de Putin en Ucrania no ceden, el radicalismo nacional populista continuará creciendo. Razón de más para pensar que la solución de la cuestión nacional en Ucrania no depende tanto de los ucranianos como de los acontecimientos que tendrán lugar en la misma Rusia de Putin.
La europeización política de Rusia, la misma que Lenin y Trotzky intentaron realizar a través de la revolución socialista y Gorbachov y Yelsin a través de la revolución democrática, será muy difícil que tenga lugar bajo el comando autocrático de Putin. Las fuerzas de la oposición rusa dirán al fin la última palabra. Por mientras la revolución de Ucrania seguirá siendo, como tantas otras en la historia, una revolución inconclusa.